Desaparecí Cuando Mi Pareja Eligió al Hijo de Su Ex
Desaparecí Cuando Mi Pareja Eligió al Hijo de Su Ex
Por: Alyssa J
Capítulo 1
Cuando el campo de entrenamiento se incendió, mi esposo corrió a rescatar al hijo de su primer amor, y dejó a nuestro cachorro atrapado entre las llamas. Estuvo a punto de morir.

La ama de llaves Omega irrumpió en mi sala de curación, pálida y temblando de angustia.

—¡El centro de entrenamiento de los lobeznos está en llamas!

Sentí que el corazón se me detenía. Alejandro estaba allí entrenando.

Corrí hasta el lugar con el alma en vilo. Lo encontré hecho un ovillo en una esquina, con su piel cubierta de quemaduras rojas.

—Mamá... —balbuceó, cayendo en mis brazos con la cara cubierta de ceniza y lágrimas.

—¿Papá de verdad no me quiere? —su voz se quebró entre sollozos.

Mi pecho se rompió en mil pedazos, mientras siguió hablándome entre sollozos.

—Papá fue el primer Beta en llegar cuando empezó el fuego. Pensé... pensé que venía a rescatarme.

Su pequeño cuerpo temblaba contra el mío.

—Lo llamé, le supliqué que me ayudara. Pero... pasó de largo. Fue directo hacia Marcos, lo cargó y se fue... y me dejó allí, en medio del incendio. Cuando la maestra le preguntó, dijo que era el padre de Marcos. Ni siquiera me miró...

Apreté a mi hijo contra mi pecho, sintiendo cómo me ardían los ojos por las lágrimas que no me permitía soltar.

Quise decirle algo, cualquier cosa que le diera consuelo. Pero el recuerdo de la frialdad de Teo todos estos años me dejó muda.

Me invadió un remordimiento amargo.

Teo, mi pareja, se marchó de la manada justo después de nuestra ceremonia de marcaje. Estuvo cinco años fuera y recientemente, por fin regresó.

Hace poco regresó por fin. Ingenuamente creí que había cambiado de opinión, que al fin quería estar con nosotros, con su hijo.

Había creído que, tras cinco años, tal vez había cambiado la forma en que nos veía, como familia.

Pero estaba tan equivocada...

Volvió solo porque Sara había mencionado que quería regresar a la manada.

Entonces se apresuró a mover todo para facilitarle su regreso. Incluso consiguió que Marcos ingresara al programa élite de entrenamiento para lobeznos.

Bajé la mirada hacia las heridas de Alejandro, mis manos temblaban mientras comenzaba a curarlo.

Sus quemaduras sanarían, pero las cicatrices en su corazón... esas tardarían mucho más.

—Papá... —susurró Alejandro entre quejidos, mientras le aplicaba el ungüento—. ¿Papá por qué no me quiere?

Me mordí el labio con tanta fuerza que sentí el sabor de mi sangre.

El día que fuimos a recibir a Teo en la frontera de la manada, Alejandro se había pasado un mes entero aprendiendo a hornear. Se puso su ropa de entrenamiento más presentable y me preguntó con nerviosismo:

—Mamá, ¿crees que a papá le guste el pastel que hice?

Yo le sonreí.

—Claro, eres su único hijo. Le encantará.

Pero al llegar, lo vimos de la mano con Sara, y a Marcos en brazos.

Alejandro y yo nos quedamos paralizados.

Marcos corrió hacia nosotros y le tiró la caja del pastel de las manos a Alejandro. El pastel que tanto se había esforzado por preparar se deshizo contra el suelo.

Teo apenas nos miró.

—Lo siento, no me gustan los dulces. Ustedes regresen. Tengo que ayudar a Sara y a Marcos a instalarse.

Ni una sola mirada le dio a Alejandro. Pero su rostro estaba lleno de ternura mientras miraba a Marcos.

Cerré los ojos ante los restos del pastel desparramado en la tierra.

—Lo siento, Alejandro. Es culpa mía. La próxima vez que estés en peligro, llámame a mí. Siempre iré por ti.

Después de llevarlo con la terapeuta de la manada, por fin logré que se durmiera.

Pero hasta dormido, su ceño seguía fruncido.

—Papá... sálvame... —susurró entre sueños.

Sentí como si alguien me desgarrara el corazón con las manos.

Si no fuera por lo que ocurrió hace cinco años, tal vez hoy Alejandro no estaría sufriendo así.
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