Robert llevó a Johana a la universidad, el decano los esperaba, hizo la inscripción, empezaría el próximo lunes, mientras tanto Johana debía empezar a practicar italiano en un curso, Johana acompañó a Robert por los salones y laboratorios de investigación, viendo los datos de investigación, perdiéndose de casi todo al no hablar italiano, pero muy interesada y fascinada.
—Robert muchas gracias por darme esta oportunidad —le decía Johana mientras caminaban ya fuera de la universidad, para que Johana se fuera familiarizando con lo que sería su entorno de ahora en adelante—; mañana mismo comenzaré el curso de italiano, ya lo entiendo un poquito, Sonia lo hablaba seguido con Dante, pero como a mi hermano no le gusta conversar con ella, porque lo saca de quicio —Johana se echó a reír—, igual ella me ayudará en lo que haga falta.
—Me alegra que hagas estos estudios, tener tus ojos allá cerquita me dará tranquilidad cuando no esté en La Mágica Cascada.
—Cuenta conmigo, cuando regrese con gusto atiendo tus animales.
Robert sonrió.
—Johana mira a tu alrededor —Robert señaló la belleza del lugar que los rodeaba, ¿crees que querrás regresar tan pronto?
Johana lo hizo, pero su propósito era prepararse y regresar a luchar por La Madonna.
—Bueno todo es muy lindo, pero mi sueño era poder ser parte de investigaciones para mejorar la salud y el rendimiento en animales, es mi vocación.
—Mi vocación es mi otra carrera, economía, me gustan los números, las estrategias aplicadas en predicción de valores de mercado.
—Si yo no hubiera sido veterinaria, me hubiera gustado ser modelo —Johana se echó a reír—, de niña me la pasaba en pasarelas imaginarias por los pasillos del orfanato.
—Me encantaría verlo, ahora regresemos, pero esta noche cena conmigo.
Johana lo miró con desconfianza.
—Está bien, pero debes invitar a Sonia también —Robert arrugó la nariz haciendo reír a Johana—, no seas antipático.
Siguieron caminando, al llegar a un cruce peatonal, Robert tomó la mano de Johana y así siguieron, al llegar a Piazza degli affari, Johana se soltó de él para tomar fotografías, incluso lo agarró del brazo y tomó varias selfies con él, se rió como niña con la escultura “Dedo” y Robert le tomó una foto a ella junto al estrafalario monumento.
Compartían como muchos jóvenes entre risas y bromas, Johana olvidó que él tenía novia y que ella no tenía derecho a desearlo y por eso debía alejarse. Robert olvidó sus negocios, nadie los conocía en Milán y eran libres y sobre todo felices de estar juntos.
Regresaron al hotel Larsson Milán donde se habían hospedado en habitaciones vip.
—Debemos ir de compras —sentenció Sonia, cuando Johana le informó que Robert las había invitado a cenar—, cena con Robert Mendoza —canturrió Sonia.
Robert entró a su habitación y revisó su teléfono celular que tenía en silencio, 7 llamadas perdidas y 10 mensajes de Natalie. Robert hizo la llamada de rigor a su madre, se tomó su tiempo en ducharse y al regresar a la habitación, llamó a Natalie, ella atendió de inmediato.
—Osito, ¿por qué no me contestaste antes?, estaba muy nerviosa.
—Estaba ocupado, Natalie, te dije que tengo varios compromisos, no puedo contestar el teléfono en el avión, ni en reuniones de trabajo.
—No entiendo aún por qué no me llevaste contigo—dijo Natalie en tono lastimero.
—Porque estoy trabajando, no de paseo, te aburrirías.
—Pero iré a España con mi mamá, mi papá está allá ahora, podríamos encontrarnos.
—No te puedo prometer nada cielito —dijo Robert con cariño para que se tranquilizara, no quería que se le ocurriera aparecerse en Milán, sabía que Natalie sería capaz.
—¿Cuándo te veré entonces? —Robert hizo una pausa, la verdad no tenía muchas ganas de ver a Natalie.
—Pronto, ahora te dejo cariño, tengo una reunión de negocios y debo estudiar la estrategia que utilizaré para cerrar el trato —mintió Robert.
A los 10 segundos una foto de los pechos de una hermosa rubia que ocultaba su rostro llegó a su teléfono, Robert sonrió, Natalie era hermosa, rubia natural, sus pechos eran su mejor atributo y ella le sabía sacar partido.
Natalie Montenegro era la hija de un socio comercial, amigo íntimo de su padre, no era un secreto que Néstor Montenegro y su padre planearon que él se casara con Natalie, pero para Robert el matrimonio no era una opción, al menos no de momento, pero debía reconocer que la unión de Natalie y él sería ventajosa tanto en los negocios como para su placer, Natalie sabía cómo desenvolverse en alta sociedad, ser anfitriona entre socios, hablaba varios idiomas, que fuera una mujer lujuriosa era la mejor parte, por lo general su actitud lo sacaba de quicio, pero en la pasión podían encontrarse satisfactoriamente.
Robert se acostó en las cómodas y lujosas sábanas blancas y miró al techo, pensó en Johana, hoy se divirtió como niña caminando por Milán, se emocionó con la universidad, mirando todo con asombro, era una chica ingenua e inocente, nunca en su vida hubiera tenido la oportunidad de conocer Europa si no fuera por su familia, ella era fresca sin el cinismo que da el dinero y los lujos que le quitan lo sincero a la vida, ella desde su crianza en pobreza con monjitas podía ver el mundo más bonito y lo había hecho apreciar a él esas pequeñas cosas, como reírse de un monumento grosero o disfrutar de las calles de Milán que para él no era más que calles de una ciudad turística, bonita, pero atestada por lo general, la recordó acomodando su largo y abundante cabello y sonriendo en pose para la cámara de su teléfono, cuando él en broma le pidió una pose de modelo. Ella tenía una sensualidad que lo traía encaprichado, más fotos explícitas llegaban a su teléfono de Natalie. Robert las miraba una por una, ninguna con toda la desnudes que mostraban, lo encendían más que las fotos que tomó hoy de esa Johana que alguna vez soñó con ser modelo, era aún temprano, poco más de mediodía y no tenía compromisos programados, encendió la televisión y comenzó a zigzaguear por los canales.
Johana y Sonia habían ido a visitar las boutiques del hotel, apenas habían comprado un vestido de coctel negro para Johana y sandalias a juego cuando el teléfono celular de Sonia repicó y esta nerviosa conversaba en italiano, con vergüenza había explicado a Johana:
—Johana, debo ir a casa de mi madre, quiere venir aquí, así que le dije que yo iba para allá —Sonia bajó la cara sonrojada y con vergüenza explicó—, es mejor que mi madre no te vea, no quiero que te haga pasar un mal rato.
Era la primera vez que Johana había visto a Sonia avergonzada, ni siquiera haberla dejado recién nacida en un orfanato la había inmutado, según ella hizo lo mejor con Johana siendo una criatura sin madre, Johana la abrazó y dio un beso en la mejilla.
—No te preocupes Sonia, ve con tu madre, yo me quedaré viendo televisión.
—Mañana iremos de compras —declaró Sonia quien dio otro beso en su mejilla y se fue en busca de un chofer del hotel asignado para inquilinos vips.
Johana había regresado a su habitación, pero no estaba tranquila, una vez más sentía la horrible sensación de ser una intrusa en la vida de los Martino, la hija ilegítima y error de su padre, de su madre no tenía información ni siquiera de tener familia, desde que Johana supiera su nombre era solo ella la que llevaba flores a su tumba, Johana sabía que era un terrible complejo de inferioridad y procuraba no pensar en eso.
Después de un rato, Johana estaba aburrida, pensó que no le haría daño pedirle a Robert que salieran a pasear, que podía pasar, si estaba ocupado en su trabajo regresaba y esperaba que la fuera a buscar en la noche, se puso un jean negro ajustado y un suéter cuello tortuga de lana color crema y botas de cuero, salió tanteando su arrebato, sintiendo vergüenza de pedirle acompañarla, incluso se regresó dos veces, pero pudo más la tentación y mientras aún dudaba mordiendo su labio inferior dio varios toques en la puerta.
Robert supuso que era el servicio y con fastidio soltó un gran bufido soltando el control remoto del televisor, vestía únicamente un pantalón de chándal, sin tomar el albornoz abrió la puerta, dejando ver su torso desnudo y la mirada de Johana se perdió en ese pecho trabajado y en esos bíceps bien tonificados, se aclaró la garganta antes de proponerle.
—Sé que debes tener trabajo, quizás estés cansado y que me has invitado a cenar, pero estoy aburrida, podrías acompañarme a dar un paseo.
Pidió aún dudosa, como un estudiante que hace una exposición diciendo de memoria su explicación y esperando un no por respuesta, pero para su sorpresa él sonrió ladino y respondió.
—Pasa, ya me pongo algo más decente— se señaló a sí mismo de manera graciosa.
Ella se mordió la mejilla interna dudando, no era correcto que ella pasara a la habitación de él, más a medio vestir y luciendo tan apetecible. Con las mejillas sonrosadas y sintiéndose hacer una travesura entró a la habitación y él sonrió quedamente disfrutando de su inocencia, esa que lo invita a corromperla.
Robert se puso un jean, suéter de lana manga larga y el sobre todo, regresó con Johana que lo esperaba en un sofá jugando con sus manos, se sentó en el apoyabrazos quedando muy cerca de Johana y disfrutó de su incomodidad, pero más disfrutó que ella no se quitara de su lado, la miró y le sonrió mostrando los hoyuelos que tanto gustaban a Johana. —Te llevaré a ver el atardecer más hermoso que verás en Milán… Llegaron a un pueblito llamado Bellagio, la localidad más famosa del lago de Como, pasearon por las estrechas y empinadas callejuelas, compraron recuerdos rodeados de varios turistas, pararon al llegar a la más impresionante vista de Lago de Como, azules aguas completamente en calma, se veían todos los tonos de azul en el horizonte, lo que limitaba el agua del cielo eran las oscuras siluetas de montañas, ahora estaban completamente solos, la brisa vespertina arremolinaba el largo cabello de Johana y él disfrutaba de verla ponérselo tras las orejas, colocándose de frente a ella
Ambos caminaron por los jardines del hotel, pero esta vez Johana retiró su mano cuando él quiso tomarla.—Es muy bonito este jardín.—No tanto como tú.Johana lo miró arrugando la boca e inclinando la cabeza.—Robert ¿Por qué estás con la sifrina?—Podrías olvidarla por un momento, ella no está aquí —dijo Robert molesto. 3 meses después Robert estaba en su estudio junto a José su capataz y hombre de confianza en La Mágica Cascada, José había sido su apoyo y guía en la hacienda cuando Rubén Mendoza murió, Robert no se atrevía a decir que José había sido como un segundo padre y ponerle un sustituto a Rubén que era su héroe y aunque tenía la confianza para regañarlo y decir si no estaba de acuerdo en algo, José aceptaba la voluntad de Robert como patrón, era un hombre activo de 55 años, tostado por el sol y con algunas canas en sus sienes, se conservaba activo y el trabajo lo mantenía en buena forma, era soltero y aunque muchas señoras y no tan señoras de la comunidad y el servicio de la hacienda le hacían ojitos, José siempre se mantenía imperturbable, Robert asumió que era muy discreto en su vida personal. Robert vio una carta con el membrete de la universidad en ItaliaCapítulo 6 Intenciones.
En la tarde siguiente, Johana estaba en las puertas del hotel esperando un chofer que la llevaría a su curso de italiano y un Ferrari rojo estacionó frente a ella, no era raro ver estos autos deportivos en el hotel, pero en esta ocasión el conductor paró por ella.—Johana… —era el rubio amigo de Robert—, ¿necesitas que te lleven?—Hola, ¿Alejandro, cierto? —El apuesto hombre afirmó—, no te preocupes espero un chofer del hotel.—Ven vamos, yo te llevo.
Robert no le quiso dar respuesta a Sonia, se le notaba a leguas su intención de cazarlo, si la doña supiera que él quería caer tendido a merced de Johana, que podría darle estudios si quería, una hacienda si era lo que soñaba, pero Johana con su moral pasada de moda no quería ni pensar en eso «quiero que te alejes de mí» las palabras repiqueteaba en su cerebro y para qué negarlo estaba molesto, pero también obsesionado por el rechazo de Johana, él era un excelente prospecto, aún como amante, cualquier mujer dejaría cualquier tipo de vida digna o no, por aceptarlo, con él tendría placer, lujos y viaje, pero la señorita quería amor, que fácil, solo quería engañarse a sí misma y lo haría con alguien que le dijera lo que ella quisiera escuchar
Robert dejó a los directivos de la universidad con la palabra en la boca, él no tenía problemas en dar un cheque, pero tenían que enseñarle el proyecto y que él lo aprobara, no les soltaría dinero solo porque lo adulen y le den una placa y un pedazo de acrílico, llegó junto a Johana y la saludó en italiano, Johana se puso pálida, pero disimuló y le contestó.—Hola Robert, —dijo Johana un poco más alto de lo que debería para estar en una biblioteca—, no pensé que vendrías a la universidad de nuevo.Robert se acercó mucho a ella hasta quedar con la cabeza junto a ella.— Robert aplazó sus compromisos, informó que se tomaría unos días para compartir con su madre y durante las mañanas mientras Johana estudiaba él estaba a menudo en videoconferencias o gestionando planes de inversión y desarrollo en sus empresas, la mayoría estaban dedicada al área agraria y de alimentación, el hecho que sus raíces fueran en la hacienda le había hecho el piso, comenzó llevando a un nivel industrial la producción de las cosechas, luego él mismo fundó empresas que utilizan como materia prima la producción de su hacienda, bien pudo comprar más haciendas para que solo fueran productivas, pero no era lo que a él le gustaba, así que tenía empresas de lácteos y jugos pasteurizados, una empresa de alimentos congelados y una empresa empaquetadora de alimentos que atendía a nivel más artesanal, eso solo en las que él era único dueño, porque luego era socio en muchas empresas más pequeñas, él no tenía competencia, la competencCapítulo 10 Hermosa Milán.
El viernes en la noche irían a la ópera en el teatro La Scala, Johana escuchó los golpecitos en la puerta de su habitación mientras se alistaba en su recamara, Sonia abrió la puerta y le pidió a Robert se sentará en los sofás del recibo de la suite, Johana respiró profundo, tenía un vestido azul metalizado, caía libre abrazando sus curvas, era simple y el atractivo principal era su linda figura, se puso unos pequeños aretes de diamante, regalo de su hermano en navidad, salió de su recámara y en pocos pasos estaba en el pequeño recibidor, Robert se levantó, vestía traje de gala, pero esta vez la versión clásica, traje negro de pajarilla y camisa blanca, en sus manos tenía un estuche, sonrió al verla y Johana también lo hizo.&nbs