En la tarde siguiente, Johana estaba en las puertas del hotel esperando un chofer que la llevaría a su curso de italiano y un Ferrari rojo estacionó frente a ella, no era raro ver estos autos deportivos en el hotel, pero en esta ocasión el conductor paró por ella.
—Johana… —era el rubio amigo de Robert—, ¿necesitas que te lleven?
—Hola, ¿Alejandro, cierto? —El apuesto hombre afirmó—, no te preocupes espero un chofer del hotel.
—Ven vamos, yo te llevo.
Johana arrugó el ceño, desconfiada.
—Muchas gracias Alejandro, pero no es necesario.
—Pero al parecer en este momento no hay choferes disponibles, aparte de mí.
—No se ofenda Alejandro, pero me enseñaron a no montarme en autos de desconocidos, usted podría ser un asesino serial y enterrarme en el bosque.
Johana sonrió para quitarle un poco de agresividad a su comentario, se arrepintió apenas lo dijo, «a eso se refiere Sonia cuando me reclama ser rústica»
Alejandro se echó a reír, pensó que esta chica era única, por lo general sólo debía sonreír a una chica y al decir te llevo, ya felices estaban montadas en cualquiera de sus autos deportivos.
—No soy un desconocido, me hospedo en el hotel, a veces soy buen samaritano y ayudo al servicio de transporte —Alejandro miró significativamente al encargado, le costaría una buena propina, pero ningún auto disponible llegaría para Johana—, cualquiera puede dar fe de mi conducta, estarás a salvo conmigo.
Johana negó con la cabeza, un auto iba llegando y Alejandro debió quitar su auto de la entrada, se estacionó más adelante, bajaron los nuevos huéspedes y un chico del servicio se llevó el auto, Alejandro dio retroceso y quedó de nuevo frente a Johana haciéndola reír, ella miró su reloj de pulsera, era justo la hora de entrada, llegaría tarde, miró a Alejandro.
—Está bien, te agradezco el favor de llevarme, porque ya se me hizo tarde.
—Llegaremos muy rápido, no te preocupes.
Alejandro arrancó a toda velocidad.
Llegaron en minutos a la sede del instituto, Johana sonrió por la emoción de la velocidad.
—Muchas gracias Alejandro, apenas llegué un poco tarde.
—De nada…
Cuando Johana salió del instituto dos horas después estaba Alejandro recostado al Ferrari esperándola, Johana sonrió y se acercó a él.
—El hotel te envió de nuevo, supongo, deben darte descuento en hospedaje por tus servicios de chofer.
Alejandro sonrió, acababa de despachar al chofer del hotel Larsson que había llegado por ella, el chofer no quería, ya que el gerente le había encargado no descuidar a Johana, pero una muy buena propina y la promesa de que la señorita no pondría queja acabó con el inconveniente.
—El día de hoy el hotel necesitaba ayuda.
—Ya, y deben pagarte muy bien, puesto que ofreces tu magnífico auto deportivo.
—Deberían hacerlo, pero lo hago por altruismo —Alejandro sonrió y le abrió la puerta de copiloto a Johana y ella subió al auto, ahora iban a una velocidad normal, incluso un poco lentos— ¿A qué te dedicas en Milán, Johana?, tenía entendido eres veterinaria.
Johana lo miró sorprendida, luego sonrió, seguramente Alejandro sabía de su episodio de baño con los cerdos.
—Estaba a punto de preguntar cómo sabías que era veterinaria, pero recordé que tus amigos me vieron llena de estiércol de cerdo, así que, supongo que por eso recuerdas que me dedicaba a los animales en la hacienda de Robert.
—Tengo buena memoria para lo que me parece interesante y una hermosa chica trabajando incansable en la hacienda de Robert, me impresionó, además fuiste la única que entendió mi amor por la yegua Zafiro.
Johana se echó a reír.
—¿Te gustan mucho los caballos?
—Sí, es mi pasatiempo, pero como soy un comerciante nato también hice un negocio de ello, Robert incluso me ha comprado varios y en cualquier momento me ofrecerá un potrillo de Zafiro en un absurdo y astronómico precio, cometí un error de novato, le demostré cuanto me gustaba la yegua.
Johana se quedó callada mirando por la ventanilla el paisaje y sumida en sus pensamientos, procuraba no pensar mucho en Robert, no era conveniente, ya bastante tenía con ver su nombre en los panfletos y pendones promocionales de los galardones en la universidad.
—¿A qué te dedicas Alejandro?, aparte de ser chofer y criar caballos.
—Soy empresario —respondió sin ahondar mucho en el tema.
—Por eso eres amigo de Robert.
—En algunas negociaciones somos aliados, en otras rivales, pero nos respetamos, porque sabemos que somos honrados —llegaron al hotel de nuevo—. ¿Puedo invitarte a cenar?
—No puedo Alejandro, estoy muy atrasada en mis clases, gracias por ayudarme hoy.
—De nada, toma mi tarjeta —Alejandro le ofreció una tarjeta de presentación—; estoy a tu disposición Johana.
Robert buscó junto a su madre a Natalie en España, irían a Milán únicamente a recibir el galardón, luego regresaría a España, Robert con Natalie, tenía negocios pendientes con Néstor el padre de Natalie, por primera vez desde que Robert estaba con Natalie sentía que no era correcto, ella era bellísima, cariñosa y atenta, pero mientras más se acercaban a Milán era más la sensación de desprecio hacia la rubia, así que luchando contra las tonterías que inundaban su mente, apenas su madre se encerró en su habitación del avión él llevó a Natalie a la de él y dejó que la lujuria se apoderara del asunto, el acto como siempre con Natalie era satisfactorio y ella estaba muy dispuesta a premiarlo por su excelencia más allá del ámbito profesional, se hospedaron en el hotel Larsson Milán como de costumbre y Natalie y María fueron al salón de belleza, aún era temprano y el evento era en la noche, Robert buscó la oficina del gerente, pasó por un amplio pasillo y se detuvo ante la puerta de cristal que identificaba Justin Scott gerente general, se reunió con el rubio inmediatamente después que su secretaria lo anunciara.
—Entonces Robert, pensé que no había más intereses que vigilar por acá.
Robert lo miró sonriendo.
—Será posible que me consigas una habitación en otro piso —Justin lo miró extrañado—, Natalie vino conmigo, no quiero encontrarme con Johana en el pasillo, aunque mañana mismo me quiero ir.
—Tememos que se repita lo que pasó en Las Vegas.
Ambos rieron.
Pocos años atrás Robert tuvo un incidente con dos chicas en el hotel Larsson Las Vegas, una lo encontró en la piscina con la otra, eran amigas y la intención de Robert no era que descubrieran que andaba con ambas y que dejaran de serlo, quizás fue lo mejor, se repetía Robert, ese día descubrieron que no eran tan amigas cuando se halaron por los cabellos a la vista de todos los inquilinos, Robert había escapado fuera del ojo del huracán y Justin lo había ayudado cambiándolo de suite y calmando a la chica que descubrió la traición, esa noche la chica mató su despecho con Justin que era tan mujeriego como Robert, este hecho los había hecho amigos.
—Claro que no, tampoco quiero que te quedes con ninguna de las dos.
—Ah ya veo, ¿Cómo es que dicen ustedes los venezolanos? Eres pichirre*—dijo Justin sonriendo—, yo me sentiría feliz de quitarte a cualquiera de las dos, ¿con cuál prefieres quedarte, rubia o morena?
—La morena tiene todo el derecho de ver a quien quiera, no es mía, ha de ser eso lo que me tiene loco.
—Si quieres te presto mi apartamento, dices que es tuyo, si a Natalie le gusta mucho me lo compras —le dijo Justin mientras sonreía, aunque retomó la seriedad para decir—, pero te advierto que Alejandro De las Casas ha mostrado interés en Johana.
—Ese imbécil, yo lo sospeché, cuando vio a Johana casi le brinca encima como lobo hambriento.
—No puedes juzgar al hombre, Johana se ve como un delicioso bocado.
Robert se levantó y pasó sus manos por el cabello, no podía evitar estar furioso.
—Bueno Justin, no importa, igual me voy mañana.
Justin también se levantó y le ofreció la mano.
—Amigo, felicitaciones por el reconocimiento y cualquier cosa que necesites, no dudes en pedírmelo, ¿te cambio de habitación?
—No, déjalo Justin, muchas gracias.
Robert salió de la oficina de Justin y se encontró a Sonia mirando los cuadros de obras de arte puestas en la pared.
—Oh…, pero que sorpresa tan agradable, Robert —Sonia se acercó a él ofreciendo su delicada mano con uñas bien pintadas y llena de anillos, Robert como buen caballero le dio un ligero beso en el dorso—, pero claro, vienes por la entrega del reconocimiento, supongo que mi amiga María está muy orgullosa ¿ella vino? Quisiera verla.
—Cómo está señora Sonia, sí, mi madre vino y ahora se está arreglando para la noche.
Sonia se echó a reír.
—Oh, claro ¿es hoy la entrega?, felicitaciones.
—Muchas gracias.
—Te lo mereces, es un logro notable y gracias a Dios siempre contaste con la formación de élite que hoy en día te permite alcanzar el éxito —Sonia hizo una pausa y suspiró—, ay Robert, no sabes cómo le pido a Dios por Johana —Sonia cerró los ojos y llevó una mano a su rostro negando con delicadeza—, mi niña se esfuerza tanto y se siente tan frustrada, seguramente su preparación fue algo deficiente y luego el asunto del idioma, Johana a duras penas come o duerme y le aterroriza dejarte mal, ya que tú la recomendaste.
—Pero ¿va mal en clases?
—Muy, pero muy mal, te pido que por favor comprendas que no es por falta de dedicación y bueno —Sonia lo miró con un pequeño puchero—, yo no he podido encontrar un tutor que sepa español, veterinaria e italiano, sabes para qué le dé tutorías.
—Le prometo hablar con el decano, la verdad es que no es sencillo las clases de la investigación y Johana ingresó con el curso ya avanzado.
—Ay Robert, por favor no hagas eso, Johana me mataría si sabe que te dije, ella lucha por ganarse un puesto, se sentiría muy mal si el decano le da una preferencia, lamentablemente Johana es igual de orgullosa que su padre —Sonia dejó que calaran sus palabras y miró con detenimiento sus uñas, Robert pensó que la doña era como un gato a punto de dar el zarpazo y esperó con calma tratando de no sonreír—, ¿sería mucha molestia para ti si te recuerdo tu ofrecimiento de tutorías?
pichirre*: tacaño, persona que le cuesta dar o compartir lo que tiene.
Robert no le quiso dar respuesta a Sonia, se le notaba a leguas su intención de cazarlo, si la doña supiera que él quería caer tendido a merced de Johana, que podría darle estudios si quería, una hacienda si era lo que soñaba, pero Johana con su moral pasada de moda no quería ni pensar en eso «quiero que te alejes de mí» las palabras repiqueteaba en su cerebro y para qué negarlo estaba molesto, pero también obsesionado por el rechazo de Johana, él era un excelente prospecto, aún como amante, cualquier mujer dejaría cualquier tipo de vida digna o no, por aceptarlo, con él tendría placer, lujos y viaje, pero la señorita quería amor, que fácil, solo quería engañarse a sí misma y lo haría con alguien que le dijera lo que ella quisiera escuchar
Robert dejó a los directivos de la universidad con la palabra en la boca, él no tenía problemas en dar un cheque, pero tenían que enseñarle el proyecto y que él lo aprobara, no les soltaría dinero solo porque lo adulen y le den una placa y un pedazo de acrílico, llegó junto a Johana y la saludó en italiano, Johana se puso pálida, pero disimuló y le contestó.—Hola Robert, —dijo Johana un poco más alto de lo que debería para estar en una biblioteca—, no pensé que vendrías a la universidad de nuevo.Robert se acercó mucho a ella hasta quedar con la cabeza junto a ella.— Robert aplazó sus compromisos, informó que se tomaría unos días para compartir con su madre y durante las mañanas mientras Johana estudiaba él estaba a menudo en videoconferencias o gestionando planes de inversión y desarrollo en sus empresas, la mayoría estaban dedicada al área agraria y de alimentación, el hecho que sus raíces fueran en la hacienda le había hecho el piso, comenzó llevando a un nivel industrial la producción de las cosechas, luego él mismo fundó empresas que utilizan como materia prima la producción de su hacienda, bien pudo comprar más haciendas para que solo fueran productivas, pero no era lo que a él le gustaba, así que tenía empresas de lácteos y jugos pasteurizados, una empresa de alimentos congelados y una empresa empaquetadora de alimentos que atendía a nivel más artesanal, eso solo en las que él era único dueño, porque luego era socio en muchas empresas más pequeñas, él no tenía competencia, la competencCapítulo 10 Hermosa Milán.
El viernes en la noche irían a la ópera en el teatro La Scala, Johana escuchó los golpecitos en la puerta de su habitación mientras se alistaba en su recamara, Sonia abrió la puerta y le pidió a Robert se sentará en los sofás del recibo de la suite, Johana respiró profundo, tenía un vestido azul metalizado, caía libre abrazando sus curvas, era simple y el atractivo principal era su linda figura, se puso unos pequeños aretes de diamante, regalo de su hermano en navidad, salió de su recámara y en pocos pasos estaba en el pequeño recibidor, Robert se levantó, vestía traje de gala, pero esta vez la versión clásica, traje negro de pajarilla y camisa blanca, en sus manos tenía un estuche, sonrió al verla y Johana también lo hizo.&nbs
Sonia sonrió al ver el aspecto de Johana, peinado deshecho y labios inflamados. María no lo hizo, miró con desaprobación a su hijo, Johana abochornada apenas hizo un amago de sonrisa a María y haló a Sonia, disculpándose por venir cansada.—Johana cuéntame y déjame ver esa gargantilla —pidió Sonia dentro de la habitación de Johana, fue con sumo cuidado y quitó del cuello de Johana la fina joya cuando vio que Johana tiraba de ella bruscamente—, cuidado niña, estoy segura estos son diamantes de primera, cuánta pureza —Sonia admiraba los diamantes hipnotizada—, ese hombre está loco por ti, debes aprovechar estos días con él, puedes arrancarle una propuesta…&nbs
Johana vio al hombre que le había dado las bicicletas, asumió que esperaba a que regresaran, el hombre se mantuvo discreto y no dijo nada porque ella regresaba sola, Johana con su corazón hecho añicos dejó a Robert con la palabra en la boca y pedaleó lejos de él, ella sabía que él era un sinvergüenza mujeriego, no debía sorprenderse. Dejó la bicicleta al empleado de Robert sin pronunciar palabra y tomó un taxi que la llevó al hotel, mientras iba en camino no pudo evitar llorar, en especial porque ella quería aceptar, una parte de ella le decía que Robert tenía razón, que no era problema del mundo y que sería maravilloso entregarse a él que era el hombre que amaba, pero la certeza de que así cometía los mismos errores
Johana salió del ascensor y entró a su habitación cerrando la puerta en la cara de Robert, decidió que lo mejor era concentrarse en sus estudios, pero después de un rato los cócteles produjeron un efecto calmante y se quedó dormida. Robert en su habitación de repente le hacía falta su hacienda, su caballo y galopar sin que su vecina lo mantuviera por completo desquiciado, un mensaje a su línea personal de Néstor Montenegro llegó y Robert lo ignoró, ahora no tenía cabeza para negocios, se cambió por ropa sport y fue al gimnasio del hotel. Estaba con un entrenador en el área de pesas y la actividad física había logrado distraerlo, entonces escucha vítores que venían del salón de combate, Robert curioso se acerca y queda impresionado al ver a la escultural esposa de su amigo Sebasthian Larsson dueño del hotel, peleando con
—Estás loco de remate, además, no te creo —Johana se apartó de él y Robert se arrodilló y sacó una cajita de joyería del bolsillo, suspiró y abrió la cajita mostrando un anillo de banda dorada con un diamante solitario, sencillo y hermoso, Johana puso sus manos en la boca ¿es en serio Robert, tú me estás pidiendo que me case contigo? —No hay más nadie aquí, ¿quieres casarte conmigo Johana? —¡Sí! —gritó Johana y fue por él que apenas le dio tiempo de levantarse cuando ya ella lo abrazaba, le dio un beso que lo hizo sisear de dolor en el labio roto . —Oh…, perdón, estoy emocionada, sí me casaré contigo, te amo, te amo desde el mismo momento que te vi —Robert sonriendo tomó su rostro y la besó, luego colocó el anillo en su dedo anular —