Eran las nueve de la noche, Juan Pablo estaba desesperado sin saber nada de Elizabeth, estaba encerrado en su despacho, esperando con ansias las diez de la mañana para poder poner la denuncia formal de su desaparición; sin embargo tenía un grupo de detectives retirados amigos de Santos buscando a través de cámaras de seguridad, movimientos y rastros de Elizabeth. Rebeca estaba hospedada en un lujuso Hotel esperando recibir noticias de la muerte de Elizabeth, el grupo de mercenarios que contrató eran totalmente despiadados, estaba segura que no dejarían rastros. No conocía en persona al grupo, solo al líder con quien le había ayudado con otros trabajos. Rebeca había quedado muy ilusionada con Johan quien era evidentemente demasiado atractivo. ***Johan y Elizabeth dormían plácidamente, estaban muy cómodos, pasaron las horas; él despertó sediento y observó que la hermosa joven parecía confiar sinceramente en él, su rostro emanaba tranquilidad, paz y no esperaba quedar flechado por una
La conversación con German se convirtió en una pelea acalorada, él no sólo era su cómplice si no también su amigo. Aún así no podía permitir que le hicieran daño a Elizabeth, era muy pronto para amarla, pero sentía una conexión que nunca había sentido por nadie, estaban predestinados a conocerse; sin embargo, llegó muy tarde a su vida. Su corazón se desgarró cuando la vio llorar desconsoladamente, llena de culpa por haberse entregado a él, mientras su prometido estaba buscándola, al principio sintió ira, celos, frustración, pero ahora sabía que si no podía estar con ella, entonces iba a protegerla y entregarla a su prometido a salvo. Luego se iría lejos de ella e iniciar de cero, solo quedaría un hermoso recuerdo de un romance de un par de días, una mujer que era la idónea para él, aunque el destino les había preparado una jugada, quien sabe cuántas veces coincidieron en el mismo lugar y no habían podido conocerse antes, enamorarse y vivir una vida de ensueño. La vida en muchas ocas
Treinta minutos antes*Eran casi las doce del día, Juan Pablo estaba en su despacho, tenía una sensación de pérdida, dolor, frustración, angustia, la felicidad desapareció de la noche a la mañana, él amaba a Elizabeth profundamente y el vacío de no saber nada de ella, le era asfixiante, se le dificultaba respirar sin ella a su lado. Mientras estaba perdido en sus pensamientos, escuchó el sonido de notificación de mensajes, se giró para observar el celular, esperó unos segundos antes de revisar el contenido, temía que fueran malas noticias. Tomó su celular y leyó el mensaje de un número internacional, citaba: - Me preguntó dónde estaba su prometida, se la entregaré a salvo en la ubicación adjunta; asegure la zona, Rebeca Miranda quiere asesinarla. Al leer el mensaje gritó: - SantosSantos corrió al llamado de su jefe y le respondió: - Diga, jefe.- Reúne a todos nos vamos a esta ubicación, nos entregarán a Elizabeth, pero me piden asegurar la zona, léelo tú mismo. Juan Pablo le entr
Escucharon disparos afuera y rápidamente Juan Pablo cubrió con su cuerpo a Elizabeth para protegerla. Johan intentaba incorporarse de la golpiza recibida, de rodillas se acercó a un taburete y sacó dos armas de fuego. Observó la escena, sintió celos, pero al mismo tiempo, confirmaba que una mujer tan dulce, merecía un hombre que la amara.Cuando los disparos y los gritos se disiparon, Juan Pablo llamó a Santos: - ¿Qué fue todo eso?- Jefe zona asegurada, tenemos a dos hombre capturados. Pueden salir.Juan Pablo se levantó aún abrazando a Elizabeth quien estaba aferrada a él, temblando de miedo. Le musitó con ternura: - Mi amor podemos salir, está asegurada la zona. Elizabeth asintió, pero al mismo tiempo, dedicó una mirada a Johan, una mirada llena de tristeza, era una despedida. Las miradas entre ambos no pasaron desapercibidas, Juan Pablo notó que algo pasaba, aún sin dar crédito a las palabras de Johan.Juan Pablo abrió la puerta, salió primero y de la mano llevaba a rastras a Eli
Elizabeth lo miró a los ojos y aún en silencio, sus lágrimas caían como lluvia, el sentimiento de culpa se apoderó de ella, Johan dio su vida por protegerla, se metió en problemas por salvarla, no lo amaba, pero el sentimiento de culpa de estar cerca de Juan Pablo no ayudaba.- Elizabeth responde, ¿Qué pasó con ese hombre? ¿Abusó de ti? Dime porque tu silencio me está matando.En medio del llanto, incapaz de hablar con la verdad, cayó de rodillas frente a Juan Pablo, éste se irritó más y perdió la paciencia, la sujetó de los hombros y la levantó, sacudió con fuerza su cuerpo y lleno de ira le grito: - ¿Qué fue todo ese maldito circo? Sin poder ocultarlo más, ella respondió con un grito, dejando claro lo que ocurrió: - Me acosté con él, te engañé con él. Juan Pablo la soltó, quedando en shock por la respuesta que escuchó, lo sospechaba, pero escucharla admitirlo lo destrozó, sintió que un balde de agua fría cayó sobre él.- Dime, ¿Cuándo fui a la habitación del Hotel, tú estabas con
Juan Pablo estaba en su oficina desde las cuatro de la mañana, no podía dormir y prefirió estar en su oficina, revisando reportes que seguir viendo su despacho destruido, se sentía triste, desilusionado, frustrado y un dolor indescriptible que oprimía su pecho, deseaba entender la situación y se cuestionaba si Elizabeth en realidad lo amaba.Al recibir la llamada de su empleada, corrió al ascensor desesperado, no podía dejarla ir así sin intentarlo, sin hablarlo. Juan Pablo sintió una eternidad el tiempo que demoró el ascensor en llegar al estacionamiento, se subió a su vehículo y condujo a toda velocidad para impedir que la mujer que amaba se fuera.Elizabeth y Susan estaban en la recepción subiendo su equipaje en un taxi, iban camino al aeropuerto para regresar a su casa. Elizabeth dejó una nota a Juan Pablo en la recamara, escribió palabras sinceras en medio de lágrimas.- Perdóname por fallarte, no sólo te fallé a ti, si no también me fallé a mi misma. Regresaré a casa, no quiero
El corazón abrumado de Elizabeth latía sin control, sus piernas temblaban al verlo nuevamente frente a ella, las palabras sonaban vacías ante lo que el aire expresaba.Juan Pablo dio dos pasos al frente acercándose un poco más a ella y le dijo con un tono lleno de tranquilidad.- ¿Aún me amas? - Su mirada intentaba descifrar la mirada de Elizabeth.Elizabeth aún sentía escalofríos al mirar a Juan Pablo, sus acciones la avergonzaban, la culpa por más que intentaba no desaparecía. La pregunta, la llenó de esperanzas, las mismas que perdió cuando abordó el avión, dando por hecho que jamás tendría la oportunidad de reconciliarse con el padre de su bebé. Sin miedo al rechazo, sin miedo a no ser perdonada, sin miedo a ser recriminada, contestó. - Sí, te amo demasiado. ¿Podrás perdonarme algún día? La respuesta estaba acompañada de melancolía, tristeza y culpa. Juan Pablo sonrió y dejando salir un fuerte suspiró, refutó con sinceridad.- Mi amor y qué crees que hago aquí. Juan Pablo se ac
Juan Pablo es un médico, empresario y uno de los hombres más poderosos de la ciudad. Es un hombre que se enamoró a primera vista de Elizabeth; una mujer que vio cuando iba de camino al aeropuerto. Esta misteriosa mujer lo cautivo con su belleza sin saber nada más de ella, solo el ver el reflejo de su belleza Iluminado con la luz de la noche, bastó para idealizar una vida junto a ella. Juan Pablo llegó al aeropuerto y tomó su vuelo y mientras se dirigía a Ciudad Mónaco, no dejó de pensar en la mujer que vio caminar justo al lado de su camioneta. Elizabeth es una mujer hermosa, inteligente que se dedicaba a la decoración de interiores, no era de una familia distinguida pero con su talento había ganado reconocimiento en la ciudad. Ella se crío con su nana Susan ya que sus padres murieron cuando ella era una niña. Pasaron un par de semanas y Elizabeth recibió una llamada del director del Hospital San Jerónimo, llamado Zacarías. - Zacarías le dijo, un gusto Srita. Elizabeth Sotomayor e