Capítulo 117
Antonio la pasó peor, las tijeras afiladas como punzón cayeron verticalmente, dejándole un agujero sangrante en la pierna.

Mientras veía la sangre brotar entre sus dedos que presionaban sobre su rodilla, respiré agitada por el susto, pero no pude evitar pensar: quien siembra vientos, cosecha tempestades.

Este incidente repentino nos dejó a ambos atónitos.

El teléfono había caído en algún lugar, y en medio del silencio sepulcral, se escuchaba la voz preocupada de Lucas.

Reaccioné y busqué rápidamente, encontrando el teléfono debajo de la mesa de trabajo.

Antonio también reaccionó e intentó agarrarlo, pero esta vez fui más rápida y lo alcancé primero.

Me alejé rápidamente, manteniendo distancia con Antonio:

—Hola, señor Montero...

—María, ¿qué está pasando allá? ¿Qué sucedió?

El tono habitualmente sereno de Lucas se había alterado; incluso a través del teléfono podía sentir su preocupación y nerviosismo.

Vigilando a Antonio, respondí en voz baja:

—Nada, un pequeño accidente, puedo maneja
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