Eric y Sofía caminan tomados de la mano paseando por el centro de la ciudad, pasan por las coloridas vidrieras de las tiendas ante las que varios curiosos cuchichean por las ofertas que buscan atraerlos. El Detective piensa que esta se puede catalogar como su primera salida formal, ya que en su anterior cita proyectada, él había cometido el gran error de olvidar ir por estar demasiado absorto en la carta que el Justiciero le había enviado. Y aunque ahora no está menos dedicado al caso, ha sido incapaz de rechazar la invitación de Sofía a ver una película al cine, ante el solo recuerdo de su anterior fiasco no puede evitar sonreír con una mezcla de diversión y culpa, eso podría haber significado que Sofía ni siquiera volviera a dirigirle la palabra, pero por alguna razón esa maravillosa mujer ha decidido brindarle otra oportunidad, una que por suerte él no se ha permitido echar a perder. —Es una noche hermosa, tenía razón en que sería mejor venir caminando —susurra Sofía contemplando
Eric toma un sorbo de su taza de café mirando su reloj que marca las nueve de la mañSofía, aún no es capaz de creer que haya sido capaz de dormir hasta tan tarde. Esa salida con Sofía no solo fue capaz de aclarar sus ideas sobre el caso, sino que cumplió el objetivo de la mujer: darle calma en medio de tanto caos. La película que miraron era una comedia romántica, bastante diferentes a las de terror que tanto prefiere, pero no había estado tan mal, o no lo estuvo por la agradable presencia de Sofía, esa mujer seria capaz de hacerlo reír hasta en un velorio. Algo que él valora mucho, ya que no se lo puede catalogar de ser una persona que ríe mucho, de hecho la mayoría lo tiene como un solitario y taciturno Detective que ha tomado como compañero de vida a su trabajo. Lo cierto es que no están muy lejos de la verdad, pero al menos ella es capaz de sacar a relucir una parte más agradable de él, una que creía haber enterrado junto a su familia.Sacudiendo la cabeza se dispone a dejar esos
—¡Fue una jugada a nuestras espaldas, un claro intento de pasar por encima nuestro y dejarnos en ridículo! —reclama Sofía en la casa de Eric con tanto enfado que no puede contener el tono de su voz.—Creo que me tocó un buen día para no estar en la comisaría —bromea el Detective sirviendo un oscuro café en la taza blanca de porcelSofía que extiende a su invitada.—Ni te imaginas lo que era ese lugar, nadie decía una palabra, pero en todos estaba el mismo rostro lleno de resentimiento hacia ese… ese… ese ambicioso viejo de pacotilla —espeta la mujer atacando con voracidad una dorada medialuna, como si quisiera descargar a mordidas el furor que se ha apoderado de ella desde que vio esa conferencia de prensa.—Ja, ja, ja. Puedo imaginarme tu rostro, pasar por al lado tuyo se habrá sentido como tratar de caminar al lado de una mSofíada de leones —bromea Eric riendo con gSofías.—No te pases de vivo, Eric Martínez —advierte Sofía sin poder evitar sonreír ante la comparación, que en realida
—Andrada, quiero que Sofíalicen cada centímetro de esta casa. El asesino estuvo en este lugar, tuvo que haber dejado algún rastro. Tomen cada huella que encuentren, muestras de saliva en cada vaso o taza, cada cabello que hallen —pide Eric al agente de la policía científica.—Sí, señor. ¿No cree que debería hacerse ver por los médicos? —pregunta el policía mirando con preocupación el corte en la ceja del Detective.—Estoy bien, lo único que necesito es que atraemos a este maldito —responde Eric soportando el nudo que se le forma en la garganta al posar nuevamente la mirada en el cadáver.—Pobre Mirtha, no merecía esto. Quiero decir, ella era un pilar de nuestra comunidad, no he conocido una mejor persona que ella —lamenta Andrada cabizbajo tratando de acumular el coraje para comenzar a tomar las fotografías del cuerpo y la escena.—¡Qué conveniente que haya encontrado usted el cuerpo de la víctima! —exclama el agente Pérez entrando a la casa con seriedad.—Conocía a la víctima y me ll
—Es al segundo entierro de una amiga al que asisto en una misma, semSofía, es difícil no pensar que el próximo podría ser el mío —murmura Rafael cabizbajo contemplando el ataúd que comienza a descender hacia la fosa que han cavado como lugar de descanso de Mirtha.—No digas eso, papá. Nada va a pasarte —replica Eric sin siquiera querer ser capaz de imaginar que algo le sucediese.—Somos seres frágiles, hijo. La muerte está al acecho desde cualquier lugar hacia donde volteemos la mirada, no se puede escapar de ella, es algo que debes de tener muy presente con tu trabajo —afirma el anciano con los ojos enrojecidos por el llanto que ha sido incapaz de controlar desde que recibió la noticia.—Aún tienes mucho por vivir, papá, tienes dos hijos testarudos a los que debes seguir guiando y aconsejando —dice el Detective con sinceridad, realmente no sabe qué hubiese sido de sus vidas sin la constante dedicación y amor de ese hombre hacia ellos.—Mis niños, supongo que esa sería la única razón
Eric se detiene en la acera de la Comisaría para estirar el cuerpo, el viaje a Bolívar es de solo una hora, pero su espalda parece haberlo sentido como si acabara de recorrer medio país en coche. Ha pasado el viaje de regreso dándole vueltas a la información que consiguió Carlos, ¿Es posible que el origen de los asesinatos sea ese incendio que no fue investigado? El reclamo de justicia podría llegar a desprenderse de ese suceso, aunque al pensarlo de esa manera, ¿Dónde sitúa al Agente Pérez? Él sería el principal interesado en ese pedido de justicia, perdió a sus padres, la protección de su hogar, el amor de su familia, y los mismos compañeros de su padre ni siquiera se preocuparon en investigar el siniestro. ¿No sería ese el objetivo que lo impulsó a decidir ser parte de la policía a la temprSofía edad de dieciocho años? Su presencia en la ciudad antes de los homicidios, y su interés por formar parte de esa investigación tomarían sentido, siendo él mismo el asesino podría supervisar
Eric se mantiene sentado al volante del vehículo de su padre aún frente a la casa de Theodoro, inmóvil y con la mirada perdida hace resonar mentalmente una y otra vez las palabras del ex policía: “estaba convencido de que fue un homicidio"… “era una abogada, Cristina Aguilera"… Mordiéndose el labio inferior intenta contener las lágrimas que comienzan a juntarse en sus ojo, se suponía que la muerte de su madre cuando él tenía apenas tres años había sido por un accidente de auto. Después de trabajar incansablemente en un caso, se había quedado dormida al viajar de regreso a su ciudad. Pero ahora… ahora estaba ante la posibilidad de que hubiese sido asesinada, el Agente Alberto Pérez había muerto por investigarlo. Lo cierto es que no puede asegurar si realmente se siente preparado para investigar el presunto homicidio de su madre, ¿Cómo podría siquiera decirle a su padre que esa posibilidad existiera? ¿Y acaso el interés del Justiciero se extendería hasta incluso ese posible crimen encub
Eric se baja del auto y se para frente a la tranquera de madera que cierra el paso hacia la quinta de su familia, inhalando el aire puro de ese hermoso lugar donde el verde de las plantas y árboles predomina en el terreno de una hectárea por poco olvida la razón que lo ha traído a este lugar. Con los brazos apoyados en la gruesa madera siente una especie de corriente recorriéndole el cuerpo, la misma sensación que lo asalta cuando está ante un descubrimiento importante. Sólo que esta vez no se siente a animado por lo que sea que vaya a descubrir, pero que más da, ya ha llegado hasta ese lugar, es tarde para volverse atrás.Con la tranquera ya abierta el Detective avanza con el vehículo hasta estacionar frente a la imponente casa blanca a la cual el tiempo parece no haber afectado en lo más mínimo, suelta un suspiro frente a la puerta de cedro donde con la mano temblorosa introduce la llave y la hace girar haciendo sonar un chasquido. Lentamente abre la puerta siendo asaltado por un a