El hombre maldecía apartando las tupidas ramas que le impedían el paso.
Con un crujido, la maleza cayó mientras avanzaba flotando en medio de la selva, con su resplandor rodeándolo como una coraza. El cielo que se extendía sobre él era gris y estaba cargado de nubes que anunciaban una fuerte tormenta. Los animales típicos del lugar no aparecían por ningún lado, por lo que un silencio tétrico rodeaba la zona. Dyhret estaba en algún lugar a su derecha, haciendo lo mismo.
Sí, el mapa que recibió de Maerius marcaba un lugar específico: un círculo que señalaba un área de magnitud considerable. Apenas llegaron probaron explorando de forma área volando en círculos, poniendo a prueba su excelente vista, logrando que la espesura de la vegetación les fastidie. Con creciente molestia, escuchó la sugerencia de Dyhret de buscar por tierr
Deynia Cebraerc apartó de un manotazo los papeles que cubrían su escritorio, que cayeron desperdigados en todas direcciones.Fuera, el ruido de maquinaria removiendo escombros era compañía constante. Desde hacía dos horas el estruendo de los vehículos no paró de molestarla, por lo que irritada bebía de la taza de café cargado que mandó preparar. Despierta desde el amanecer intentaba encontrar algo útil en el trabajo que le asignaron, que más que un trabajo resultaba en un castigo. Cuando Ivan aseguró que ella iba a realizar trabajo de campo y viajar creyó que así sería, pero hasta ahora lo único que había hecho es revisar papeles en su escritorio y viajar a por más café.Aunque todo era culpa suya.Ni siquiera tenía con quien quejarse. Ivan, Sytven, Atleramni y los demás oficiales importantes viajaron a la capi
Yaroit Arcera miraba como el atardecer caía sobre las montañas, mientras se perdía en reflexiones sobre el futuro de ella, de Jeorg, y del niño, Alexander.Tres días habían transcurrido desde el encuentro con los Cinco que alguna vez llamó hermanos. Desde entonces ni ella ni Jeorg salieron de la fortaleza, muy atentos sin embargo a las noticias del mundo exterior. Los noticiarios humanos, nacionales principalmente, no dejaron de comentar el asunto una y otra vez, intentando encontrar una explicación.También a lo largo y ancho de internet había de todo sobre el tema, desde análisis serios de personas respetadas de la ciencia hasta disertaciones estúpidas de idiotas que gozaban más o menos de fama. Leerlos era gracioso para ella, ya que las respuestas iban desde cosas tan descabelladas como que eran androides creados por el gobierno para crear despiste por la situación tens
Maerius y Naem comían dos sendos platos de cereal cada uno, después de cambiar las vendas de sus heridas. Veyquer miraba la pantalla de la sala, acostado en el sillón. Zeqdas y Lasret analizaban mapas, junto a sus celulares.El aspecto tan engañoso que ofrecían era del de un grupo de jóvenes, amigos, reunidos para disfrutar de una tarde tranquila y fresca.Desde el encuentro con Jeorg, Yaroit y el niño, no habían salido de su fortaleza y aunque estaban seguros de que los daosledianos tampoco, en sus planes próximos no estaba atacarlos. Por el momento, su mayor preocupación era saber dónde terminaron Efxil y Dyhret.Después de escapar del campo de guerra en el que se convirtió el centro de la ciudad, intentaron comunicarse con ellos para solo obtener silencio. A la mañana siguiente, cuando encendieron el televisor plasma de la sala y escucharon en las noticias matuti
Naem y Lasret, cómodas en la habitación de la primera, ajenas a cualquier cosa fuera de ésta, jugaban ajedrez con una determinación que casi rayaba en la violencia.Lasret, mirando con fijación la pieza del rey, sonrió de forma tensa y alterno sus ojos entre el tablero y su oponente. Con lentitud ceremoniosa movió su ficha y dijo satisfecha “jaque”. Naem, que miraba con la misma intensidad las fichas, analizó varios segundos el tablero. Resignada, se arrojó sobre la cama en la que estaban jugando y resoplo.—Gané de nuevo. —Orgullosa, Lasret se recostó junto a su contrincante.—Terminemos con esto entonces, —invitó Naem. Tras un elegante y rápido movimiento, el tablero voló de la cama y Lasret se lanzó hacia ella.Hace mucho tiempo que tenían la costumbre de jugar ajedrez en cada momento libre.Aunque n
El sol de mediodía ascendía por sobre los árboles que rodeaban las orillas del gran rio.En las verdosas aguas la fauna acuática nadaba ignorando los cuerpos que descansaban en el húmedo barro, si bien cuando estuvieron aún sumergidos los mismos peces, como guiados por el instinto, mantuvieron una distancia prudencial. Hace horas que ambos llegaron allí, movidos por la… corriente. El hombre, inconsciente, fue arrastrado por la mujer hasta que al llegar a un lugar seguro ella también cayó en un profundo sopor.Cuando una suave brisa tocó su piel, él despertó primero.Abrió sus ojos, mirando a su alrededor, aturdido. Se levantó con un malestar sordo en todo el cuerpo, sorprendido al encontrarse en medio de la nada, con el ruido de los animales como única compañía. Con un gesto de dolor se incorporó e intentó recordar donde est
— ¿Dóndeestoy?La tan importante pregunta, formulada a Jeorg y Yaroit,fue al fin respondida.—Ya que no sé el nivel tecnológico actual de tu mundo,te preguntaré: ¿sabes que es el multiverso? —Si bien Jeorgmanteníala misma voz ácida y de casi desprecio, sus palabras ya eran de cierto modomásamables.Negué con la cabeza. Al ver la expresión molesta del hombre, añadí con rapidez. —"Multi" es muchos, y "verso", debe de ser todo. "Multiverso", ¿muchos todos?—Básicamente. —Yaroit sonrió con sus lindos ojos viéndome, mientras tomaba un poco de jugo. Merendábamoslos tres, con la gran pared de metal frente nuestro, que era metal hasta que se presionaba un botón y se retiraba para dejar paso al límpido cristal por donde se veía el soberb
La niña tenía luz del sol en el cabello y la belleza del cielo en sus ojos. Jeynz era su nombre, de esa nueva recluta, que apenas tenía trece años.Chrystiane la trajo ese mismo día muy apresurado, y por alguna razón que no terminaba de entender le encargó que la cuidase. Justo ahora, que se sentía menos preparada para ese tipo de cosas que nunca.Después de desmayarse cuando estaba hablando con Naelen, despertó sola en la habitación. Alguien la movió del suelo dejándola recostada en su cama, de donde se incorporó para intentar hablar con su mejor amiga sin hallarla por ningún lado aunque la buscó una y otra vez, encontrándose tan solo con muchas puertas cerradas y miradas frías. Sin tener idea de donde podría estar permanecía ya días recostada, cavilando una y mil veces sobre lo que sucedió. Chrys no apareció
—Estamos en problemas. Estamos en problemas. Estamos en problemas…Ivan Eralet no dejaba de repetir las mismas frases mientras veía la ciudad de Quito, apoyado en la terraza del palacio de gobierno. Unas manzanas más allá, maquinaria retiraba los escombros de la batalla librada y un equipo de ingenieros constataba los daños producidos en los edificios cercanos. La zona estaba bien cercada. A lo lejos, a su izquierda y a su derecha, las montañas se extendían como una muralla natural.El presidente Cerraerc y el Comandante Atleramni celebraban una reunión en ese momento. Apenas unos minutos antes estaba presente también, hasta que le pidieron un momento para que ambos hombres hablasen en privado, lo cual fue un alivio.La brisa le dio en la cara, refrescándole la mente.Estaba muy molesto consigo mismo y con Sytven. Discutieron; según su amigo, estaba llevando demasiado lejos