No les tomó mucho tiempo llegar a la mansión de los Doubront, Andrew estacionó el auto y antes de bajarse se acordó de decirle un detalle importante que había olvidado.—Oye, allí estará la hija de una de las mejores amigas de mi madre. Ellas son un tanto... —buscó las palabras adecuadas para describir lo insoportable que era la menor de la familia Sander —. Se podría decir que intensa. No dejará de hablarme durante la cena, nunca parecer cerrar la boca.—¿Vale? Lo tendré en cuenta —dijo confundida a quién se estaba refiriendo —. ¿Vamos?—Vale, andando. Buena suerte —se bajaron del auto y se encaminaron a la entrada de la casa —. Te diré a quién debes ignorar, tú solo sígueme la corriente, ¿de acuerdo?—De acuerdo.Entraron al interior de la casa y el mayordomo los recibió en la living. Los dirigió hacia el gran comedor donde ya se encontraba el resto, la mayoría eran señoras mayores que solo presumían de su hijas delante de Amber Doubront, la madre de Andrew.No era de extrañar que c
—¿Asistente? —repitió su madre y Andrew asintió.La pelinegra lo Miró igual de confundida que la señora Amber, no entendía de que hablaba.—Le he pedido que trabaje conmigo y así podemos vernos todos los días. Amelie sabe lo difícil que es para mí vivir sin ella, no puedo soportar estar un segundo sin mi chica —dijo tomando la mano de la pelinegra y le plantó un beso en el dorso de su mano.Amelie sonrió con timidez. A la vista de todos parecían ser la pareja perfecta, eran el uno para otro. Pensó la pelinegra con sarcasmo.—Vaya, ¿qué le has hecho a mi Andrew? —comentó Amber percatándose de la mirada con la que veía su hijo a aquella mujer.La pelinegra se hizo la desentendida. Pero sabía de qué estaba hablando. Era obvio que Andrew actuaba cómo el novio perfecto delante de su madre y las demás personas que estaban allí. Sin embargo, solo era eso, aparentar ser algo que en realidad no era verdad.La cena transcurrió entre charlas un tanto aburridas para Amelie quién no se sentía cómo
—¿No tenías una buena relación con ella? —se atrevió a preguntarle aunque sonaba algo metiche.—No tanto. Incluso podría decir que la de ahora es mucho mejor que la que teníamos antes —agregó mostrando una expresión diferente, se veía triste —. En fin, buscaré unos zapatos que sean de tu talla. Aguarda un momento, regreso en seguida ¿vale? Su cambio tan brusco del tema confundió a la pelinegra, pero decidió no darle importancia. Intuyó que no le gustaba hablar de él mismo.—Vale, gracias —le regaló una sonrisa de boca cerrada.El CEO se dirigió al baño en busca del botiquín de primeros auxilios y regresó a la habitación.—Toma, dentro hay pomadas que te servirán para tus tobillos lastimados y también hay cinta adhesiva —le tendió el botiquín y Amelie lo agarró entre sus manos.—Bien, te lo agradezco.Andrew asintió con la cabeza y se retiró de la habitación en busca de un calzado más cómodo para ella. Se sentía un poco mal por haberla hecho aguantar varias horas con aquellos zapatos
Salieron de la habitación después de Amelie haberse cambiado los tacones por unas deportivas bancas. El calzado no combinaba con su atuendo, pero lo que menos le importó fue eso. Bajaron las escaleras a la par, ninguno emitió palabra alguna puesto que el silencio era cómodo para ambos. A mitad de los escalones se cruzaron con Sofía, la hija de los Sander quién había llegado hacía poco a la cena.Se les había presentado un inconveniente y llegaron algo tarde.Los ojos de la pelirroja brillaron al ver al CEO.—Andrew, te he estado buscando —habló apenas lo vio.La expresión del hombre cambió drásticamente ante la presencia de la pelirroja. Amelie la observó fijamente, era una chica alta de hermosa apariencia y cuerpo de modelo.Se sintió insignificante delante de ella.—Aquí es cuando actúas como mi novia —susurró él en su oído haciendo que la pelinegra se sobresaltara.Lo miró de soslayo, ¿De verdad quería que presumiera delante de semejante mujer? Le pareció un chiste de mal gusto, no
Odiaba no sentirse conforme con lo poco que tenía, y es que era tan difícil resignarse a vivir en la miseria, que estaba cansada de ello.Amelie se había prometido salir adelante, conseguir con sus propios esfuerzos lo que quería. Pero, al final había recurrido a lo más fácil.Se preguntó que pensarían sus padres de ella, ¿estarían decepcionados de lo que estaba haciendo?Imaginar cómo sería si tan solo ellos dos estuvieran, le revolvió las emociones. Y de pronto, sintió ganas de llorar pero se contuvo para no hacerlo allí en el auto delante de Andrew.—¿A dónde quieres ir? —preguntó sin apartar la mirada de la carretera.—Creo que he perdido el apetito, quizá lo mejor sería ir a casa —su respuesta hizo que él la mirara de reojo. —Eh, vale. Está bien, te llevaré a casa —dijo notando el cambio de ánimo de la pelinegra, pero no preguntó al respecto.Diez minutos después, el CEO estacionó su auto frente al edificio donde vivía Amelie. Ambos se bajaron del coche y él se detuvo en la ent
—¿Te apetece algo de beber? Agua, café, jugo... —ofreció cortésmente.Andrew carraspeó incómodo.Se había sorprendido al ver a Amelie en toalla, pero trató de mantener la compostura y no mostrar lo que realmente le había hecho sentir la imagen de ella. No había podido disimular su mirada, y su respiración de pronto se había acelerado ligeramente, pero inmediatamente trató de desviar la mirada para darle privacidad a Amelie.No quería incomodarla.—Eh, creo que deberías colocarte primero algo de... ropa —mencionó señalando su cuerpo.La pelinegra al caer en cuenta de que solo llevaba una toalla, sintió su rostro enrojecer de vergüenza. Instintivamente cruzó los brazos en su pecho como si esto fuera hacer la diferencia.Se abofeteó mentalmente.—Oh, yo... —titubeó sin saber dónde esconder su rostro.¡Ups! ¡Qué vergüenza! No sé dónde meterme ahora mismo. Dijo en su interior.—Sí, ve tranquila. Yo espero a que estés lista —él terminó la oración al notar lo mucho que le estaba costando a A
Las manecillas del reloj se movían lentamente haciendo que Amelie soltara un resoplido de aburrimiento. Se encontraba sentada en la oficina de Andrew, rodeada de papeles y carpetas, pero sin tener claro cuál era su función exacta allí. A pesar de su entusiasmo por el nuevo trabajo, se sentía ligeramente inútil y ansiosa por demostrar su valía. Sin embargo, el CEO le había indicado antes de marcharse que solo se quedara quieta en su sitio.La pelinegra dibujó garabatos en la libreta que había en su cubículo, cerca del escritorio de Andrew. En la hoja había figuras que ni ella misma podía entender, pero que le ayudaban a entretenerse durante el rato que estuviera allí sentada, sin hacer nada.De repente, la puerta de la oficina se abrió y entró Andrew junto a uno de los empleados, un muchacho joven que parecía rondar los veinte años. Amelie se levantó enseguida al verlos ingresar al despacho.—Necesito que remodelen el diseño. Tienen aproximadamente... —revisó la hora en su Rolex —. Un
Andrew se encontraba en su coche, camino al apartamento de Amelie. Había pasado toda la tarde pensando en ella y en lo ocurrido en la oficina. Aquel momento en que estuvieron a punto de besarse había sido mágico, pero la interrupción del empleado había cortado el momento y lo había dejado con un sabor agridulce.Durante la reunión importante que había tenido que atender, no había podido dejar de pensar en Amelie. La imagen de sus ojos claros y su sonrisa le habían acompañado durante todo el tiempo, pero no podía evitar sentirse incómodo por cómo habían quedado las cosas entre ellos.Además que con la noticia de que Lorena se había ido de repente, decidió dejar para después lo que quería hablar con Amelie.Finalmente, al terminar la reunión, Andrew se había dirigido a la oficina de Amelie para hablar con ella, pero se encontró con que ya se había ido a casa. Intentó llamarla varias veces, pero no recibió respuesta. Sabía que algo andaba mal, y eso le preocupaba.Decidió entonces ir per