Después de la cena y de una larga sobremesa, llena de curiosidades y anécdotas que Hakim compartió con todos, se despidieron y cada uno tomó rumbo a su habitación. Esta sería la última noche que los encontrara reunidos como familia en los meses por venir.
Como cada vez que se quedaba en Brandsen, Malie preparó su habitación para dormir con Emma.
Darío la acompañó de la mano hasta la puerta del dormitorio de su hermana y la besó con ternura.
—Que descanses. Nos vemos mañana.
—Sip —dijo Emma y bajó la mirada a la punta de sus pies.
—Hey… ¿qué pasa amor? —preguntó elevando su rostro para perderse en su mirada.
—Nada… no pasa nada.
—Emma…
—No sé si podré dormir sin ti —y lo miró con sus ojos anegados en lág
La última llamada a abordar sacudió a Emma de manera visible.La voz melodiosa y en perfecto inglés apagó todos los sonidos que la rodeaban, risas, conversaciones, gritos de niños corriendo alrededor. Todo se esfumó. Solo escuchó el anuncio de la inminente partida y el retumbar furioso y desbocado de su corazón que amenazaba con salirse de su pecho de un momento a otro. Las imágenes del entorno le llegaron distorsionadas, en cámara lenta. Se sentía flotar, más liviana, como si sus pies no estuvieran pegados al suelo, y pudiera salir volando desde allí mismo.Darío no estaba en mejores condiciones. Ver a Emma temblar terminó de arrugar su ya maltrecho corazón. Cuando la vio palidecer un poco más, sujetó la pequeña mano en la suya con más fuerza y pasó su brazo por los hombros, para de alguna manera sujetarla. No es que se tuv
“Este lunes es eterno” pensaba Darío mientras revisaba el cuarto informe del día con Sami, poniéndose a tono con cuanto pasaba en Azán Carpets.Si bien él recibía informes trimestrales, eran meramente el detalle de las resoluciones tomadas, de las ganancias generadas y del avance de los proyectos a nivel internacional. Ahora que adentrarse en cada negocio en particular era muy distinto. Con razón Hakim estaba tantas horas en la oficina, era un nunca acabar. Y gracias a Dios por Sami. No podría haber elegido mejor asistente jamás. Brillante, rápido, discreto, parecía tener ojos y oídos en todos lados. Y su lealtad hacia Hakim era inconmensurable.Miró en su teléfono móvil la hora, que mantenía el huso horario de Buenos Aires.¿Qué estaría haciendo Emma en ese momento? Veía los días pasar lentamente, y ya la
Emma llegó a su casa agotada, después de un día por demás extenuante, física y mentalmente.Tenían tanto que decir, tanto que compartir, que bien valía la pena dormir algunas horas menos, pero días como hoy, que para colmo de males era viernes, llegaba con la energía bajo mínimos.La noche anterior había hablado con Darío a través de Skype por horas, llenas de esas conversaciones de todo y nada, donde el tiempo volaba, y que mientras duraba, creaba una hermosa burbuja de aparente realidad, frágil y efímera como una pompa de jabón. Sentada en la cama, con las almohadas a su espalda y la cara de él en primer plano era casi, como tenerlo frente a ella. Solo que el frío que rozaba sus dedos al tocar la pantalla, no se parecía en nada a la calidez de su piel, no podía sentir en la palma de su mano, su barba crecida, su aliento no la emb
Tres meses más tarde, Darío estaba en su oficina como cada mañana desde muy temprano, la enormidad de información a procesar parecía crecer hora a hora, día a día.Apenas dos semanas atrás había muerto Hakim. No pudo viajar por obvias razones, no podía dejar Damasco porque si se iba, no contaba con tener la suficiente fuerza de voluntad para volver. Y ya no sería solo por Emma: cómo lidiar con la conmoción de sus padres y de sus hermanos. Todo junto sería difícil de manejar, no se sabía un cobarde, pero era un hombre que conocía sus limitaciones, y el dolor de quienes él amaba era una barrera infranqueable.Hizo lo que consideró correcto, mantenerse alejado para poder cumplir con su deber, autoimpuesto, pero deber, en fin.Lo único que lo consolaba era el saber que Hakim había vuelto a su hogar, a los seres que
La sala de reuniones parecía haberse reducido desde la última vez que la visitó. Sharam y su hija, no llegarían hasta dentro de media hora por lo menos, pero le era imposible quedarse en la oficina.Fue hasta la ventana, contempló la ciudad a sus pies. Y su pecho se hinchó de orgullo. Era una sensación un poco prematura, pero sentía que, si todo salía bien esa tarde, se sentiría en la cima del mundo.Le causaba miedo todo lo que le pasaba con Fátima, por nuevo, por repentino, por inesperado. Por inevitable.Los minutos pasaron, y su ansiedad iba en aumento. Si cerraba los ojos, podía ver su rostro con perfecta claridad. Casi que podía percibir la suavidad de su piel y todo su cuerpo vibró con ese solo pensamiento.Se auto reprendió por el hilo de sus pensamientos. Por Dios, estaba por encontrarse con ellos de un momento a otro y no podía permiti
El estudio Hanseloff-Wessner Arquitecture & Cía. en el cual trabajaba era uno de los más prestigiosos de Buenos Aires y hacía poco más de dos meses –coincidiendo con su graduación– había surgido uno de esos proyectos especiales que tenía a Emma en vilo: era su pasaporte a las grandes ligas, y si todo salía acorde a lo planeado pasaría de ser una simple dibujante a uno de los proyectistas de la empresa. Swiss Credit Global Inc. requería de un edificio inteligente en la zona de Puerto Madero, el CEO de la empresa extranjera estaba viajando para la presentación, y de esa reunión dependía su futuro. El lunes a las 09.30 era el gran momento.El proyecto era de tanta envergadura que en esta oportunidad se habían asociado con Trobatto y Cía. No se le escapaba la nota de humor ácido, al recordar que, si Darío estuviera en Buenos Aires, seguramente su
El reloj de la cocina marcaba las 05.30 de la mañana la última vez que lo miró. Sus pasos lentos y pesados lo llevaron hasta la ventana de la sala. Descorrió muy despacio las cortinas y observó el jardín trasero de su casa. Su vista se perdió en el camino de lajas que conducían hasta el enorme manzano, que se erguía orgulloso en medio del jardín. Al pie de su tronco descansaban las pilas de maderas lijadas y las herramientas, usadas la tarde anterior, listas para seguir trabajando en el proyecto que lo tenía ocupado desde hacía unas semanas. Casi sin darse cuenta, instintivamente, comenzó a tararear una canción. Emma salió de su cuarto y bajó las escaleras atraída por la suave melodía. Al llegar al último escalón, la imagen frente suyo la colmó de emoción una vez más. De espaldas a ella, Darío observaba el amanecer a través de la ventana, los tímidos rayos de sol colándose entre las nubes, cambiando el azul profundo de la noche con sus rayos anaranjados. Estaba descalzo, con solo
—¡Oh por Dios! Primer día y tarde… ¡¡taaaardeee!!… ¿justo hoy? —repetía Emma mientras corría de su dormitorio a la cocina, en busca de la cafeína para terminar de despertar.Media taza y una tostada más tarde, llegaba a la estación José Hernández de la línea D del subte, solo para ver cómo se alejaba. Suspiró resignada, deseando que el profesor también llegara tarde.Por lo visto los astros estaban alineados esa mañana. El siguiente tren llegó muy rápido y recuperó así varios de los minutos perdidos. Tenía pensado caminar las ocho cuadras que separaban la estación de subtes hasta la sede de la Facultad, pero dadas las circunstancias un taxi fue lo más acertado. Cuando abrió la puerta del aula asignada para el curso de Física Aplicada 1, solo los alum