***ABEL*** Salí de cirugía y tuve que sentarme por una punzada en el pecho. Sentí un mal presentimiento. Le marqué a Carolina y no contestó. Insistí y nada. Intenté no preocuparme, quizás estaba tan entretenida ordenando las cosas y no escuchó el celular; esa era una mala costumbre de ella. Le dejé un mensaje de texto; cuando lo viera me marcaría, eso pensé. Entré nuevamente a quirófano a atender un parto. Todo salió bien; el bebé y la mamá estaban bien. La doctora Lily Ferri, la nueva ginecoobstetra estaba colaborandome aquel día por lo que le pedí que limpiará a la madre mientras me encargaba del bebé. Lo llevé a cuidados neonatales y seguí el protocolo correspondiente. Cuando terminé miré la hora y había pasado un tiempo considerable para que Caro hubiera visto el celular y me hubiera llamado. Le marqué nuevamente y no había respuesta. Llamé a Joaquín a la portería y me avisó que había salido a buscar a la bebé. «¡Cierto!». Recordé, ella iría donde Ana y yo las buscaría salien
***ABEL*** Los días transcurrieron, Carolina fue recuperándose de las heridas y golpes; sin embargo se levantaba en las noches gritando alterada. La abrazaba fuerte para calmarla. "Estoy aquí mi vida, tranquila" le decía frotando su espalda. Yo también me sobresaltaba dormido, pero sentirla en mi pecho, aliviaba mis temores. Poco a poco, fuimos pasando el trauma. Unos días después, fui a buscar a Lola a la veterinaria y decidimos mudarnos a la casa, para que se recuperara más rápido en su ambiente. Un par de semanas después, fuimos a declarar contra Martín. Ya había salido del hospital y trasladado a la cárcel. Caro no quería verlo, pero era necesario cuando tocara el juicio y para eso había que esperar algunos meses. En la declaración, nos encontramos con el inspector que no había querido atender el acoso "sin pruebas" cuando fuimos a denunciarlo. Escuchó todo el relato y al salir, lo miré con desprecio. —¿Ahora es suficiente evidencia? —le pregunté con notorio sarcasmo. El hom
***CAROLINA*** Acabó la ceremonia y comenzaron a acercarse a felicitarnos. —Te mereces toda la felicidad del mundo —me dijo Ana, abrazándome con el pequeño Emilio en sus brazos. —Te amo tanto, amiga, mil gracias por estar siempre en las malas y también en las buenas. Luego se acercaron mis suegros. —Desde que Abel nos habló de tí, supimos que eras especial y cuando te conocimos, no tuvimos dudas. Hoy oficialmente eres nuestra hija —me dijo Regina mientras me abrazaba. —Siempre quisimos una buena mujer para Abel, pero definitivamente se llevó a la mejor —comentó mi suegro sosteniendo mi mano con cariño—. Bienvenida a esta familia, hija. —Gracias; gracias a los dos por criar a un hombre tan maravilloso —mencioné abrazándolos a ambos. Luego, saqué a mi pequeña del coche de bebés; no había tenido oportunidad de tenerla mucho tiempo en mis brazos ese día. —Mi pequeña, mi bebé; tú también eres más de lo que esperé ¡Te amo tanto, hija! Abel se acercó, nos rodeó con sus brazos y el
***CAROLINA*** Después de un largo rato bañandonos, acariciándonos, explorándonos, me levantó y caminó hasta nuestra habitación, bajándome en la cama sin desprenderse de mi. Buscó en mis ojos aprobación y yo estaba deseosa de que entrara en mi, no me importaba el dolor, quería sentirlo por completo. Se deslizó de a poco y un dolor placentero me invadió, un dolor que me hizo apretar los ojos unos instantes y un quejido salió también de su boca. Ardía, pero no era tan desagradable como había pensado. Abrí los ojos y él estaba mirándome con el ceño fruncido, preocupado. Le sonreí para que estuviera tranquilo. Sentí algo que se deslizaba en aquella zona y metí mi mano para tocar. Al regresarla y mirarla, había sangre en mis dedos, quizás más de la que esperaba. Él la miró, tomó mi mano y la colocó en su pecho manchándolo. —Lo siento —dijo en mi oído. Seguía muy quieto. Me prendí en sus labios y moví mis caderas contra él, para que supiera que ya no me molestaba. Ya con confianza de
***ABEL*** Cansada, con poco apetito y náuseas; sus caderas un tanto más anchas, sus pechos deliciosamente sensibles, su abdomen no tan plano como antes. Una semana notandolo, una semana admirando sus cambios sin decirle hasta no estar seguro, pero tantas señales difíciles de pasar por alto... La noche anterior lloró mientras le leía a Becky El renacuajo paseador de Rafael Pombo, historia que le había leído y recitado antes miles de veces, sin causarle ese efecto... Sabía lo que era y estaba convencido de ello. Haciamos el amor todos los días, no nos cuidabamos de ninguna manera. Cuando ovuló después de unos días de casados, estando en París, no la dejé salir de la cama, la llené de mí todo el día. Puse todo mi empeño en hacer ese sueño de ella, y ahora mío, realidad. Sonreí atontado, mientras admiraba a mi esposa dormir, sabiendo que había llegado otro de los tán ansiados momentos. Al fin y al cabo la había conocido gracias a que ella quería tener un bebé. —¿Hay alguien ahí? ¿Hij
***Carolina***Cada día me enamoraba más de mi esposo, cada día lo amaba más.Desde nuestro matrimonio se había vuelto más tierno, apasionado y muchísimo más, con el embarazo. No quería que hiciera nada mientras él estaba conmigo, no me permitía que hiciera esfuerzos, me mantenía protegida todo el tiempo, me extra consentía.Becky, nuestra número uno, estaba creciendo más hermosa de lo que siempre había sido. Ya estaba en la etapa del gateo y yo era feliz viendo como avanzaba su desarrollo.Ya mi pequeña decía palabras sueltas. Recuerdo cuando me dijo 'Mamá' por primera vez. No importaba cuantos hijos tuviera ella siempre sería mi bebé, mi primogénita.Abel insistía en que no fuera a trabajar, pero yo no quería descuidar totalmente mis obligaciones.—No vayas a trabajar, quédate conmigo —me insistía para convencerme.C
***Carolina***—Estaré bien amor, sólo son unas cuantas horas —le dije antes de irse, lo sentí preocupado.—Volveré pronto —me besó dudando de salir. Se agachó a la altura de mi vientre y le habló a Abby—. Te amo, mi princesa número dos, papá te ama mucho.La bebé como de costumbre se movió al escuchar a su papá.—Tú hija te ama, mi amor.—Y yo la amo a ella, las amo a las tres —volvió a besarme los labios y la frente.Acarició mi vientre y se fue.Tenía el desayuno en la mesa de comedor, pero no tenía hambre en ese momento porque había estado picando de la comida mientras preparaba el desayuno para Abel.Subí al baño como cada tanto ya que la bebé "bailaba" en mi vejiga. Estando ahí me provocó meterme a la tina.Ya habían empezado las contracciones falsas o de Braxton Hicks. No eran nada que me alarmaran, mi
***Carolina***Me fui en un vacío y ya no se sentía dolor, ya no se sentía nada, solo oscuridad. Y es que ¿qué es la muerte, si no lo contrario de la vida?Iba a dejarme llevar por completo en aquel vacío para que todo terminara, para que todo acabara, para que mi dolor se fuera. Pero lo escuché.—No quiero perderte también —su voz estaba, ronca, destrozada, desgarrada. Sollozaba fuerte—. ¡Quédate conmigo! ¡No me dejes, mi amor! No podré seguir sin tí...El aliento volvió a mi cuerpo y sentí mis pulmones llenarse de aire y mi corazón latió nuevamente.Quería quedarme, solo por él.***Abel***Caí a