Frunzo el ceño y siento como a medida que abro los ojos un dolor punzante me invade la cabeza ¿Qué pasó? Abro los ojos y la luz me ciega haciéndome gemir y volver a cerrar los ojos.—Despertó —es la voz de Carter—. Ángela cielo ¿Cómo te sientes?—La luz —dije con voz rasposa—, apaga la luz—Simone, la luz
Sentí como menos claridad traspasaba mis parpados y los abrí con lentitud
—Cielo —Carter me sujetaba la mano con fuerza.
—¿Tu… tu qué? —la bilis subió a mi garganta—. No puedes hablarme enserio—Nunca he hablado más enserio en toda mi vida cielo, te amo Ángela —acarició mi cabello—. No creo poder amar a otra persona igualSalté de su regazo y a la velocidad de la luz me coloque su franela de vuelta.—¿Qué pasa? —me miró confundido por mi reacción. —No sabía que tenía un sobrino —musité. —Eso es comprensible, no fuiste a la boda —Vanessa sonrió de nuevo—. Fabio está por cumplir los tres años—Está guapísimo —lo mire y luego a Vanessa—, saco tus ojos—Y el cabello de Connor, y el tuyo por lo que veoAcariciCapítulo 8.
—¿Me vas a decir dónde vamos? —pregunte por enésima vez desde que me subí al auto.—Calma cielo —Carter sonrió apretándome la mano—, solo llevamos 20 minutos conduciendo, paciencia—No puedo tener paciencia cuando me sacas de improviso de casa y no me dices a donde vamos—Pronto lo sabrásMe cruce de brazos y mire por la ventanilla. No sé cómo pude dejarme convencer, o si; lo sé. Cuando termine de leer en esa nota el “te amo” y la posibilidad de olvidarme un poco de la situación en la que mi padre se encuentra, no tarde mucho en tener una mini maleta lista. Y aquí estábamos, un par de horas
La claridad incidió en la habitación, con mayor intensidad a medida que el tiempo pasaba. Intenté ignorarla pero justo un rayo de luz estaba directamente sobre mis parpados.Intenté moverme pero unos brazos y piernas me lo impedían, los de Carter. Estaba como una ventosa pegado a mí pero no me molestaba.Abrí los ojos y le observe, de manera muy diferente a como lo había observado días atrás. Anoche le dije que lo amaba, acto seguido subimos a su habitación e hicimos el amor de manera dulce y pausada. Perdí la cuenta de las veces que me dijo que me amaba y las que yo se lo respondí de vuelta.Lo sentía sí, me sentía llena de amor cada vez que lo veía, lo tocaba, lo besaba. Pero cada vez que lo pensaba me sentía culpable por no con
Connor no parece el mismo de hace diez años. Sus rasgos están más marcados, tiene la espalda ancha, barba y una que otra cicatriz. Obviamente por el ejército.—Cómo has crecido Ángelana Gruñí separándome de su abrazo. —Que no me llames así —exclamé. —¿Por qué le dices Ángelana? —preguntó Fabio. Mi sobrino, mi lindo sobrino. La viva copia de su padre.—Porque tu padre es un capullo que le gusta verme enfadada —le respondí al niño. —Hey no le hables así, pensará que te molesto—Me molestas Connor, lo sabes—No
Suspiré. El placer se extendió por mi cuerpo con más intensidad a cada instante. Sentí que me separaban las piernas. Cosquillas. Dedos acariciaban mi muslo interior izquierdo. Temblé. Un dedo me presionaba el clítoris y una caliente lengua lamía y se deslizaba entre mis pliegues húmedos. Sonreí. Solo una persona me despierta de esa manera en las mañanas.Abrí los ojos y observé, pero necesitaba más. Estiré la mano y levanté la cascada de cabello dorado que antes me impedía ver con claridad, por lo que ahora su mira
La mirada de Simone fue impasible, pero no fui indiferente a la furia con la que me arrebató el anillo de las manos.—¿Desde cuándo tú me revisas las cosas? —espetó. —No las revise, tu bolso se cayó —me defendí—. Quiero decir, lo tumbe y quise arreglarlo todo cuando me encontré con eso —señalé el anillo—. ¿Desde cuándo lo tienes allí?—Ángela…—¿Cuándo Simone?Sabía que cuando usaba ese tono de benevolencia conmigo intentaba no herir mis sentimientos.—Desde hace una semana—¡Una semana! —grité. ¿Ella lo ha mantenido oculto una semana?—¿Qué demonios esperabas para decírmelo?
—…entonces no sabríamos decirles si sobrevivirá la noche o no —terminaba de decir el doctor con respecto a la situación de papá.Al parecer el paro respiratorio había complicado todo para él. Lo que antes eran días de vida, ahora podían ser horas.—¿Podemos verlo? —pregunté.—Por el momento no, necesitamos dejar descansar al paciente—¡Exijo ver a mi esposo! —exclamó mi madre.—Mamá por favor cálmate —le pidió Connor acercándose a ella—Por supuesto que no me calmo, quiero y exijo verlo—Mamá, por favor —me acerqué y toqué su hombro.—Tu no me toques —siseó alejándose de mí— y n