En el ascensor Elisa trató de guardar la calma, la conversación con aquel hombre le había dejado los nervios de punta y el corazón acelerado, la idea de encontrar a Emanuel con su secretaria en el armario le dio un terrible mal genio; Se supone que estaban casados, y aunque fuera una farsa, ella haría respetar su imagen. No podía andar por ahí y que todos la miraran con lástima porque su esposo se acostara con la secretaria.
Noel la miraba con los ojos abiertos a través del espejo del ascensor.
—Muy lindo tu hermano —le dijo ella y él se encogió de hombros.
—Lamentablemente no se puede escoger la familia —dijo él seco —es un idiota que hace lo que sea por incomodar a los demás, sobre todo a Emanuel, y tu siendo tu esposa…
—Me dijo que estaba con su secretaria en el armario —le interrumpió y Noel soltó un
Después del casi beso que Emanuel pretendió intentar darle a Elisa, las cosas en la casa se habían puesto extrañamente tensas; Emanuel había dejado de gritarle, más bien, había dejado de hablarle. La ignoraba como si fuera un mueble más de la casa y ella no había hecho el menor intento por entablar conversación. Ya había pasado una semana desde el encuentro con los inversionistas y el ambiente se encontraba aparentemente en calma, pues nadie había dicho nada al respecto, tampoco es que Elisa saliera mucho de casa, y tampoco tenía el número telefónico de nadie para llamar y preguntar, pero por dentro los nervios comenzaban a jugarle una mala pasada. Una noche en la que Emanuel llegó más temprano de lo usual y se puso a trabajar en el mueble frente el enorme televisor que Elisa jamás había logrado encender, ella se sentó al lado en un silencio brutal, incluso no se atrevió a respirar demasiado fuerte para no alterar el volátil genio del hombre que explotaba con la más
La mujer entró al departamento hecha una furia, y casi arrolla con su cuerpo el menudo esqueleto de Elisa que se había quedado paralizada en la puerta. Cuando su madre entró, cerró despacio y le dio la cara, pero el periódico que traía la mujer en la mano se estrelló en su rostro.Elisa alcanzó a agarrarlo antes de que cayera al suelo y miró la página donde aparecía ella con el perfecto vestido de novia en primera plana.—¡Pensate que no me daría cuenta? —le gritó su madre y ella no supo que decir —rezaba todas las noches para que te fuera bien en tu supuesto trabajo, me levantaba temprano a seguir rezando porque era la oportunidad de tu vida —abrió las manos enseñando todo el lugar —pero veo que no necesitas ya ninguna plegaria.—Mamá dejame explicarte —le dijo ella pero la mujer la calló con un m
Cuando Elisa despertó aún seguía acostada entre el respaldo del sofá y la espalda de Emanuel., sus pies estaban enredados y ella lo había abrazado inconscientemente durante la noche, rodeando la espalda y con la palma puesta sobre el pecho. Intentó quitar la mano, pero el hombre la tenía sujeta por la muñeca.Levantó la cabeza y miró a la cocina, eran más de las nueve de la mañana.—Creo que alguien se va a enojar mucho —susurró —Emanuel —le dijo cerca del oído —despierta es tarde — el hombre movió el hombro y se apretó más contra el cuerpo de Elisa —Emanuel —le dijo ahora con más firmeza y él despertó de un sobre salto, levantó la cabeza, como si estuviera desubicado y luego, cuando la vio tras él, saltó hacia afuera y cayó de bruces al suelo golpeá
Elisa se tardó todo lo que pudo en el supermercado, compró panela y bastante arroz, y al final se quedó sentada un buen rato frente a un parque viendo como un perro corría tras una pelota.No quería llegar el departamento y encontrarse con la sorpresa de que el papá de Emanuel siguiera allí, la había hecho sentir tan terriblemente incómoda.—Qué hombre más desagradable —se dijo para sí misma.Cuando abrió la puerta del departamento todo estaba en silencio, un silencio sepulcral que le erizó la piel. Dejó las bolsas sobre el mesón de la cocina y caminó hasta el segundo piso. Se detuvo a medio camino para intentar escuchar algo, pero no oyó nada, así que terminó de subir y cuando llegó al cuarto abrió la puerta despacio.La tarde comenzaba a caer y todo el lugar andaba en una tiniebla brumosa y
Los hermanos Alcántara se habían retirado cerca de las cuatro de la tarde con la promesa de volver el siguiente domingo. Emanuel se había encerrado en el cuarto del gimnasio y llevaba varias horas allí.—¿Cómo es que no se cansa? —se preguntó Elisa en voz alta. Estaba sentada en el sillón de la habitación terminando los diseños.Había decido utilizar la misma tipografía que tenían los productos hacia años, dispuestos de la misma forma, pero con los colores que Emanuel había escogido, que estaban en la paleta de los fríos y el resultado le gustó bastante. Cuando Emanuel entró por la puerta estaba sudado y agitado, no traía puesta la camisa y los músculos del torso estaban hinchados y rojos.Elisa regresó la vista al iPad y fingió pulir algo, pero la vista se le hacía terriblemente tentadora, a
Elisa no había logrado conciliar el sueño por más cómoda que estuviera la cama de Emanuel. En el día no había hecho mucho, y su poco cansancio no ayudaba a que el sueño la venciera, así que a la mitad de noche se quitó las cobijas y tomó el iPad que tenía sobre el nochero y comenzó a dibujar.Siempre se había decidido por el dibujar el cuerpo humano, hacer siluetas semi realistas y jugar con luces y sombras, pero esa noche comenzó a dibujar casi inconscientemente hasta que, un par de hora después, el torso musculoso de un hombre estaba perfectamente marcado en la pantalla, con cada pequeño vello del pecho dibujado con el más mínimo detalle.—Si no tiene cara no sabrá quién es — se dijo para sí misma, esperaba que Emanuel no conociera tan bien su propio cuerpo como para reconocerlo sin cabeza.Trató
Cuando los días comenzaron a pasar Elisa no sabía como sentirse; Emanuel se comportaba de una manera extraña y peculiar, solía llegar cansado y con mal genio, pero con una pequeña bolsita con algo dentro que dejaba al alcance de Elisa, un bollo de crema, fresas con chocolate, yogurt y diferentes clases de postres. Cuando Elisa se acercaba a agradecer él se limitaba a fruncir el entrecejo como única respuesta. Cada día Elisa lo notaba más y más estresado, a veces golpeaba el teclado del computador con todos los dejos a la vez o simplemente se quedaba mirando un punto fijo en la pantalla. Elisa había dejado de lado el intento de hablarle, ya que se enojaba si lo distraía, así que solo se limitaba a sentarse frente a él mientras comía lo que sea que le trajera. No hablaba, pero era compañía, ya estaba comenzando a hartarse de estar sola todo el día, y aunque tuviera que aguantar los silenciosos ataques de estrés de Emanuel, eso era algo. Visitaba a su madre cada
Elisa no lograba comprender del todo la situación; Paloma se veía como una chica fuerte, segura de sí misma y aventurera, siempre la recordaba eufórica y extrovertida, pero no se atrevió a decir nada al respecto, la depresión podía estar siempre ahí, en lo profundo y bien camuflada.Emanuel había insistido en que se quedara, pero Elisa lo vio tan alterado y asustado que ni siquiera le pidió permiso, solo se vistió y salió corriendo tras él.En la vía, aceleró todo lo que su auto le permitió, era entrada ya la noche y las calles estaban prácticamente vacías.—Tranquilizate —le dijo Elisa cuando casi se lleva a un vagabundo por delante —ella está a salvo en el hospital ve despacio —como respuesta Emanuel golpeó el volante con rabia un par de veces.—Maldito, es un maldito, sé q