Ya era entrada la noche cuando Elisa comenzó a sentir que los tragos que le robaba a Emanuel comenzaron a golpearle la cabeza, veía borroso y a sentir el clásico mareo.
Dejó la última copa en la mesa con todo el contenido, no se quería emborrachar, tenía muchas cosas en las que pensar como para andar por ahí creyendo que era la mejor bailarina.
Hacía rato que no veía a Emanuel, así que dio con la mirada un repaso a todo el salón y lo encontró en el fondo, estaba sostenido del hombro del maestro de ceremonias, parecía muy ebrio.
Con el paso más firme que fue capaz de disimular atravesó toda la pista de baile, chocando con algunas parejas que se contoneaban al ritmo de una canción de salsa que Elisa no logró reconocer y cuando llegó tuvo que sostenerse del brazo del hermano mayor de Emanuel que estaba con ellos, el hombre tenía las mejillas rojas y el cabello suelto le llegaba casi hasta la cintura.
—Mira nada más —dijo agarrando a Elisa por la cadera —La princesita también está borracha, parece que sí tiene más en común con mi hermano de lo que pensaba — Elisa intentó no vomitar, a cada segundo que pasaba se sentía más ebria.
—Ya me quiero ir —dijo, Emanuel sostenía una copa que se resbaló de su mano y se rompió.
—Este idiota ya no puede más —dijo el maestro de obra a Alexei. Elisa trató de recordar su nombre, pero no pudo, tal vez ni se lo habían dicho.
—Agradece que esté de pie, Noel —respondió Alexei—, ha bebido mucho —luego se dirigió a Elisa que trató de mirarlo a la cara, pero perdió el equilibrio —¿Del uno al diez qué tan borracha estás? —le preguntó y Elisa se quedó pensando.
—Ya me quiero ir —le suplicó y el hombre sonrió.
—Supongo que eso es un diez, vamos niñita, los llevaré a casa.
Todo lo que pasó de ahí en adelante, Elisa lo recordó por fragmentos: escaleras, ascensor, calle. Cuando la empujaron al asiento trasero del auto se golpeó la cabeza, luego durmió un rato y despertó cuando Alexei la cargaba a través de unas escaleras oscuras.
Al llegar a casa Alexei tuvo que ayudar a Enmanuel llevándolo de un hombro, el borracho no colaboraba, así que con mucho esfuerzo lo tiró sobre el colchón, luego fue el turno de buscar a la flamante novia.
—Pesas más de lo que aparentas , niñita —le dijo Alexei y Elisa no logró contestar, Alexei a ella si la cargó, así que el umbral de la habitación en su noche de boda la cruzó en brazos de su cuñado, pensó Elisa con gracia, luego sintió que la dejaron caer en una cómoda y mullida cama, junto a un cuerpo grande y cálido.
Los novios causaban risa, eran dos borrachos bien vestidos, Alexei sacó su teléfono celular y enfocó la cámara.
—No hagas eso —dijo paloma entrando a la habitación cuando vio las intenciones de su hermano mayor, Elisa los escuchaba discutiendo y se hubiera quejado, pero el sueño la reclamaba.
Noel se unió a los hermanos que peleaban por tomar o no fotografías.
—Se ven muy sexis, ¿no? —dijo Noel — vamos Paloma, deja que tengamos una foto, — Elisa no escuchó nada más, poco después se hizo un silencio y una oscuridad pesada, y cuando Elisa abrió los ojos ya no había nadie, estaba oscuro y tenía frío, e instintivamente se apretó contra el cuerpo cálido que tenía al lado.
Cuando despertó, lo primero que sintió aparte de las náuseas fue el anillo en su dedo, nunca había usado ninguna clase de joyería, no le gustaba, así que la sensación del metal contra su piel se sintió extraña, ajena; un estorbo incómodo, como un tumor.
Estaba en una habitación amplia, de colores grises y con algunos cuadros colgados en las paredes. Se sentó en la cama, estaba sola, las sábanas blancas completamente revueltas y un par de almohadas era lo único en ella.
Alguien le había quitado el vestido de novia, y aparte de la ropa interior, tenía una camisa grande de botones, era la camisa de Emanuel, de eso estaba segura, recordaba su olor. De repente le dio miedo, ¿acaso habían estado juntos?
¿Cómo había llegado allí? Trató de recordar, pero solo le llegaron fragmentos. Todo lo acontecido el día anterior parecía una pesadilla, un sueño malogrado y por pedazos que no lograba juntar o encajar. Se miró el dedo donde el anillo de plata brillaba, tenía una decoración de oro.
Miró una puerta entre abierta y Elisa corrió hasta ella, vio con placer que era el baño y dejó todo el contenido de su estómago en el inodoro, no era mucho, a decir verdad, pero dejó hasta la última gota.
Se sentó en el suelo y recostó la espalda en las frías baldosas, el baño era blanco impoluto, con una pared corrediza de cristal que dividía la ducha y un enorme espejo empotrado sobre un lavamanos amplio con unas cuantos objetos de aseo, nada más.
Elisa pensó que Emanuel era muy simplón para ser rico, cualquiera pensaría que encontraría cosméticos y toda clase de fragancias, solo tenía lo básico y necesario. Se lavó la cara y salió de nuevo a la habitación, su maleta estaba tirada de cualquier manera junto a la cama, pero no tenía ganas de cambiarse, tenía náuseas y dolor de cabeza, y solo se le antojaba un vaso de limonada.
Salió de la habitación caminando despacio, había un corredor que conducía a unas escaleras, y cuando las bajó llegó hasta una enorme sala, casi vacía, solo había un mueble para una persona frente a un televisor de unas cien pulgadas; era enorme, no había nada más, los colores grises predominaban y había una ventana tan grande como una pared que daba a la calle, igual que en la habitación. Era un lugar hermoso, un departamento enorme y lujoso, aunque un poco vacío.
La cocina estaba junto a la sala separadas únicamente por una barra americana con un par de sillas altas. Dentro de la cocina, todos los electrodomésticos eran de última generación, y cuando Elisa vio la hora en el microondas, casi le dio un infarto, era la una de la tarde, ¿En serio había dormido tanto?
Se acercó a buscar un vaso para tomar agua, esperaba que Emanuel no se enojara porque anduviera agarrando sus cosas, pero tenía la lengua pegada al paladar. Cuando pasó por la barra vio un periódico y una nota, y en el periódico creyó ver un rostro familiar. Se detuvo en seco y agarró el papel, estaba escrito con una letra a mano y cursiva muy linda:
“Te dije que funcionaría”
El rostro familiar que Elisa había visto en el periódico efectivamente era el suyo, y cuando fue consciente de eso el susto le arrebató todos los síntomas de la resaca que tenía encima.
Estaba en primera plana, había una foto de ella con su vestido de novia, se veía rara, como si no fuera ella. Leyó el encabezado.
“¿Quién es la misteriosa y atractiva joven que le ha robado el corazón a Emanuel Alcántara, el empresario más importante de Latinoamérica y el, hasta ayer, soltero más codiciado?”
Con manos temblorosas, Elisa abrió el periódico y llegó hasta la página donde había todo un artículo sobre su boda, y una foto de ella y Emanuel bailaban muy juntos en medio de la pista.
“Poco se ha sabido sobre el compromiso del joven empresario Emanuel Alcántara con su hasta ahora desconocida novia, la boda surgió de repente y solo los medios de comunicación más exclusivos fueron llamados a la ceremonia.
Desde el año pasado, cuando el nombre del empresario se hizo conocido por su gran fortuna, y su atlético cuerpo y cincelado rostro rodaron por las redes haciendo temblar el corazón de cada internauta, ha estado en boca de todos, convirtiéndose por la revista: “corazones alegres” en el soltero más codiciado del año.
Las polémicas del hombre comenzaron cuando se revelaron las fotos íntimas de él besándose con una chica en una popular discoteca de la ciudad de Medellín. Que uno de los empresarios más importantes del país se viera en tremendo Show sacudió por completo los noticieros y las revistas de chisme de todo el continente, pero de eso ya hace un año, y no se había vuelto a saber del misterioso hombre hasta el día de ayer, cuando en las redes sociales explotaron con imágenes de su boda, pero entonces, ¿Quién es la misteriosa joven esposa del heredero del imperio Alcántara-Adrigal?”
Había una fotografía de ella, donde se veía bien su rostro en una definición que la asustó.
“Nos hemos tomado el tiempo de leer los comentarios sobre la misteriosa chica en las redes sociales, donde se compartieron miles de opiniones como las siguientes:
—Es tan terriblemente guapa que no parece real.
—Esa si está a la altura de Emanuel.
—Yo creo que Emanuel la importó de otro país, porque parece una princesa.
—Llevalo a la luna por mí.
La redes no se hicieron esperar exaltando la belleza de la joven, pero no se sabe más allá de eso sobre la peculiar pareja, por el momento, se sabe que su celebración se convertirá en la boda del año, y ellos como pareja provocarán más de un suspiro. ¿Qué pasará con esta interesante historia?” Elisa dejó el periódico sobre la barra y se quedó mirando un rato por la ventana.
—miércoles.
Elisa había estado sola todo el día en el departamento, deambulando por todos los rincones y visitando las demás habitaciones que estaban completamente vacías, excepto por un enorme cuarto lleno de máquinas para hacer ejercicio, ¿de qué otra forma Emanuel tendría ese cuerpazo? Si no hubiera sido por el malestar que tenía, le hubiera gustado hacer un par de sentadillas.Por más que buscó, no pudo hallar una cama extra, ni siquiera un mueble en el que pudiera pasar la noche, ¿Tendría que dormir con él? Claro que sí, eran esposos…de mentiras.Después de darse una ducha y comprobar que había miles de combinaciones para que saliera el agua, se puso la ropa más bonita que encontró en su maleta, luego se dispuso a organizar el lugar. La habitación principal estaba llena de ropa de Emanuel tirada por todas partes, y tardó med
Elisa despertó de un sobre salto y por un momento no reconoció donde estaba. Se sentó en el mueble con los ojos aún entrecerrados por el sueño y el corazón le palpitó con fuerza. Miró alrededor y cuando todo volvió a su mente dejó escapar el aliento, casi se había puesto a gritar.Se miró el cuerpo, estaba cubierta con una cobija gruesa y muy suave que la mantenía calentita, también había una almohada en el sillón donde había reposado su cabeza. Cuan do se fue a dormir esas cosas no estaban ahí, ¿Las habría traído Emanuel?Escuchó un golpe que venía del segundo piso, uno igual la había sacado del sueño extraño que estaba teniendo. Bajó del mueble y caminó despacio hacia el origen de los ruidos, subiendo las escaleras tratando de hacer el menor ruido posible. Cuando llegó
En el ascensor Elisa trató de guardar la calma, la conversación con aquel hombre le había dejado los nervios de punta y el corazón acelerado, la idea de encontrar a Emanuel con su secretaria en el armario le dio un terrible mal genio; Se supone que estaban casados, y aunque fuera una farsa, ella haría respetar su imagen. No podía andar por ahí y que todos la miraran con lástima porque su esposo se acostara con la secretaria.Noel la miraba con los ojos abiertos a través del espejo del ascensor.—Muy lindo tu hermano —le dijo ella y él se encogió de hombros.—Lamentablemente no se puede escoger la familia —dijo él seco —es un idiota que hace lo que sea por incomodar a los demás, sobre todo a Emanuel, y tu siendo tu esposa…—Me dijo que estaba con su secretaria en el armario —le interrumpió y Noel soltó un
Después del casi beso que Emanuel pretendió intentar darle a Elisa, las cosas en la casa se habían puesto extrañamente tensas; Emanuel había dejado de gritarle, más bien, había dejado de hablarle. La ignoraba como si fuera un mueble más de la casa y ella no había hecho el menor intento por entablar conversación. Ya había pasado una semana desde el encuentro con los inversionistas y el ambiente se encontraba aparentemente en calma, pues nadie había dicho nada al respecto, tampoco es que Elisa saliera mucho de casa, y tampoco tenía el número telefónico de nadie para llamar y preguntar, pero por dentro los nervios comenzaban a jugarle una mala pasada. Una noche en la que Emanuel llegó más temprano de lo usual y se puso a trabajar en el mueble frente el enorme televisor que Elisa jamás había logrado encender, ella se sentó al lado en un silencio brutal, incluso no se atrevió a respirar demasiado fuerte para no alterar el volátil genio del hombre que explotaba con la más
La mujer entró al departamento hecha una furia, y casi arrolla con su cuerpo el menudo esqueleto de Elisa que se había quedado paralizada en la puerta. Cuando su madre entró, cerró despacio y le dio la cara, pero el periódico que traía la mujer en la mano se estrelló en su rostro.Elisa alcanzó a agarrarlo antes de que cayera al suelo y miró la página donde aparecía ella con el perfecto vestido de novia en primera plana.—¡Pensate que no me daría cuenta? —le gritó su madre y ella no supo que decir —rezaba todas las noches para que te fuera bien en tu supuesto trabajo, me levantaba temprano a seguir rezando porque era la oportunidad de tu vida —abrió las manos enseñando todo el lugar —pero veo que no necesitas ya ninguna plegaria.—Mamá dejame explicarte —le dijo ella pero la mujer la calló con un m
Cuando Elisa despertó aún seguía acostada entre el respaldo del sofá y la espalda de Emanuel., sus pies estaban enredados y ella lo había abrazado inconscientemente durante la noche, rodeando la espalda y con la palma puesta sobre el pecho. Intentó quitar la mano, pero el hombre la tenía sujeta por la muñeca.Levantó la cabeza y miró a la cocina, eran más de las nueve de la mañana.—Creo que alguien se va a enojar mucho —susurró —Emanuel —le dijo cerca del oído —despierta es tarde — el hombre movió el hombro y se apretó más contra el cuerpo de Elisa —Emanuel —le dijo ahora con más firmeza y él despertó de un sobre salto, levantó la cabeza, como si estuviera desubicado y luego, cuando la vio tras él, saltó hacia afuera y cayó de bruces al suelo golpeá
Elisa se tardó todo lo que pudo en el supermercado, compró panela y bastante arroz, y al final se quedó sentada un buen rato frente a un parque viendo como un perro corría tras una pelota.No quería llegar el departamento y encontrarse con la sorpresa de que el papá de Emanuel siguiera allí, la había hecho sentir tan terriblemente incómoda.—Qué hombre más desagradable —se dijo para sí misma.Cuando abrió la puerta del departamento todo estaba en silencio, un silencio sepulcral que le erizó la piel. Dejó las bolsas sobre el mesón de la cocina y caminó hasta el segundo piso. Se detuvo a medio camino para intentar escuchar algo, pero no oyó nada, así que terminó de subir y cuando llegó al cuarto abrió la puerta despacio.La tarde comenzaba a caer y todo el lugar andaba en una tiniebla brumosa y
Los hermanos Alcántara se habían retirado cerca de las cuatro de la tarde con la promesa de volver el siguiente domingo. Emanuel se había encerrado en el cuarto del gimnasio y llevaba varias horas allí.—¿Cómo es que no se cansa? —se preguntó Elisa en voz alta. Estaba sentada en el sillón de la habitación terminando los diseños.Había decido utilizar la misma tipografía que tenían los productos hacia años, dispuestos de la misma forma, pero con los colores que Emanuel había escogido, que estaban en la paleta de los fríos y el resultado le gustó bastante. Cuando Emanuel entró por la puerta estaba sudado y agitado, no traía puesta la camisa y los músculos del torso estaban hinchados y rojos.Elisa regresó la vista al iPad y fingió pulir algo, pero la vista se le hacía terriblemente tentadora, a