CAPÍTULO 3

Ángela balbuceó algunas malas palabras mientras termina de fregar el último plato, sintió como el hombre encargado de aquel pequeño restaurante donde ella trabajaba como limpieza y también como mesera pasó por su espalda tocando su trasero, Ángela se volteó con un plato en la mano. 

—¡Si me vuelve a poner la mano en el trasero juro que le parto este plato en la cara, maldito viejo verde! Me oyó se lo parto! —al gritar aquello llamo la atención de tres cocineras y dos hombres más que estaban en la cocina, algunas de ellas sonrieron por lo bajo cantando Victoria, Ángela había sido la única que le había dado su boche por ponerle la mano en el cuerpo sin su consentimiento, estaba acostumbrado hacerlo, pero nunca se imaginó que se encontraría con una mujer como ella, rebelde y boca sucia.

—¡No te he hecho nada! Solo pasé por ahí —Dijo señalado el lugar, pero las otras chicas sabían que Ángela no estaba mintiendo así que todo lo que él dijera pasaría como si nunca lo dijo. 

—Sí, pero hay mucho espacio sabe; no tiene que tumbarse encima de mí —Ángela se volteó poniendo el plato en la mesa, termino de fregar y se fue al baño para terminar de ponerse la ropa que la volvía mesera. No era mucho lo que pagaba el dueño del restaurante, pero no importando si pagaba poco aunque sea un dolor lo necesitaba para darle de comer a sus hermanas, no tanto a su madre; aquella mujer solo se interesaba en buscar dinero para jugar cartas y fumar, pero sus hermanas entre doce y quince años necesitaban aquel dinero no solo para comer también para que no dejaran de ir a la escuela. 

—Me dijeron que le diste su rapa polvo al viejo ese —Llegó Adalia una de las meseras, esta siempre llegaba a las ocho de la mañana mientras que ella y dos más debían venir a las siete esto era por ser de limpieza aunque Ángela había elegido tener los dos empleos para que le rindiera el dinero.

—Claro que sí, tú sabes Adalia que él es muy fresco y atrevido, la próxima vez que se me pegue le voy a romper la cara, lo juro —Pasaron al frente del restaurante y empezaron a recibir las órdenes.

—No puedes dejar que se aproveche de ti, está muy acostumbrado a eso, lo hizo con una chica que hasta tuvo que irse del trabajo porque no la dejaba en paz. 

—Y piensa que lo va a hacer conmigo, está equivocado yo no le cojo esa a nadie —Ángela paso las escrituras a las que estaban del otro lado de la cocina para que empezaran a preparar los pedidos. Al cabo de dos minutos tomo el primer pedido para entregarlo, fue a la mesa indicada y le entregó a la pareja a la mujer una ensalada verde y al hombre unas tostadas con mermelada, aún era temprano en la mañana la gente siempre venía a desayunar a este local a pesar de todo la comida que se cocinaba era muy deliciosa. 

—¿Y qué vas a hacer el fin de semana? —Preguntó Adalia después de entregar su pedido. Volvió con algunos escritos y lo pasó a las cocineras.

—No lo sé mija, ya sabes; lavarle la ropa a mis hermanas limpiar la casa. 

—Darleni tiene quince años ya debería aprender.

—Ella lo hace Andalia, pero los fines de semana yo lo hago para que ella pueda hacer su tarea y salir con sus amigas.

—Pero, tú también debes salir al fin y al cabo eres la mayor, acaso no intentarás al menos buscarte un novio.

—No lo sé.

—Oye, te iré a buscar esta noche; no es fin de semana, pero es una discoteca que todos los días van gente de todos lados.

—No lo sé, no me gusta dejar que mis hermanas duerman sola, tú sabes que mi madre apenas amanece en esa casa.

—Mírame Ángela, te iré a buscar a las nueve, prepárate y no vas a amanecer saldremos temprano —La pelinegra le guiño un ojo y se fue a llevar otro pedido.

—Hey ricitos ve a llevar este plato —Habló una de la cocinera, Ángela tomó el plato y lo llevo hasta la mesa que tocaba.

Así duró hasta que dieron las seis de la tarde, antes de irse debían fregar los trastes; por suerte, solo los platos; los calderos se lo dejaban a los hombres, ya que era un trabajo algo pesado, ya eran las seis y media y Ángela aún no terminaba de fregar las últimas losas que les quedaban, Adalia como solo era mesera salió a la misma seis. Quizás era injusto pero no, porque Ángela al tener como quien dice dos empleos en uno ganaba algo más que ella, pero poco a poco se iba arrepintiendo no tenía la duda de que su se quedaba sola ese señor se intentaría propasar con ella. 

—¿Quieres ayuda? —Preguntó Kevin, uno de los meseros.

—No hombre, ¿Por qué no te has ido?

—Ángela, te estoy viendo hace rato, piensas que te voy a dejar sola con ese gusano. Anda que te ayudo. 

—No deja eso hombre, te vas a ensuciar las manos. 

—Entonces esperaré a que termines —El chico se sentó en una de las mesas y Ángela negó con la cabeza mientras sonreía, dos minutos más tardó en terminar de acomodar los trastes con ayuda de Kevin. 

—Muchas gracias Kevin, pero la próxima vez no tienes que quedarte allá tu esposa te necesita sabes que pronto dará a luz. 

—Lo sé, pero ella tiene compañía aquí estabas indefensa contra esa rata y ya vimos que se pasó contigo delante de nosotros que será sin nosotros. Es mejor que te cuides de ese buitre.

—A él que se cuide de mí, porque lo rajo.

—Wow, porque mejor no sacaste eso delante de él.

—Hey no. Tampoco quería que me votaran del trabajo. 

—No, nunca lo haría sabiendo que tú le puedes meter una demanda por acoso sexual.

—Ay por favor Kevin, perdóname, pero eres muy ingenuo. Quien te dijo a ti que la fiscalía hará algo por gente así. A ese juez solo hay que pagarle una buena racha para que te dé la libertad que quieras.

—En eso si tienes razón. País tercer mundista. Estamos jodidos.

—Muy jodidos; adiós nos vemos mañana —Ángela se despidió del chico montando el autobús que la llevaría a su barrio, no pudo sentarse en un asiendo porque este ya estaba repleto de gente, pero tampoco le había preocupado eso, su barrio quedaba a dos paradas. En la primera parada se bajó casi la mitad, pero volvió a entrar varias más, le dio tiempo de sentarse al lado de una señora hasta que llegó a su parada, pago el dinero al chófer y se bajó caminando entrando por una calle muy conocida. 

—Ay mamacita cuando he que me va a hacer caso —Le gritó un chico muy conocido por ella.

—Nunca —Respondió sacándole el dedo del medio, el hombre le tiró algunos besos mientras ella entraba en su callejón—. ¿Qué sucede? Vio algunas personas paradas al frente de su casa.

—Tu Darleni se rajó a golpes con la Camila —Le habló Teresa, la mujer que le quedaba al lado, de hecho compartían la casa lo que hacía normalmente un dueño para sacarle el provecho suficiente a su vivienda, a sabiendas de que cada persona que se dudaba en aquella casa no podía pagarse una más grande. 

¡—Otra vez! No me lo creo. 

—Vienen desde la escuela con ese pleito acaban de separarlas. Estaban pegadas como do cliché.

—Y la gente metiche se junta solo a ver, ¡Que tal si se me van todos de mi puerta y se van a hacer oficios a sus casas! —Grito lo último al entrar a la pieza, algunas personas se quitaron del frente, otras se fueron más lejos, pero aún no se habían ido a sus casas. 

—¿Qué fue lo que pasó otra vez Darleni? —Dijo entrando a la única habitación que tenía la pieza, camino hasta el camarote y vio a su hermana peinando el cabello, se imaginó que lo tenía muy desordenado.

—Ella sigue diciendo que yo le quité a Diego, yo no tengo que ver que él se haya enamorado de mí.

—Darleni si vez que eso no te conviene sal de ahí.

—Es ella la que no se da por vencido, él me dijo que ya no la quiere y ella sigue insistiendo.

—Ay Darleni y tú le crees —Ángela se quitó la blusa y la echo a la lavadora —. Los hombres son unos mentirosos todos sinvergüenzas tú tienes que guiarte por tu padre y todos los maridos que se ha buscado tu mamá.

—Diego no es igual, yo lo sé.

—¿Qué vas a saber tú? Pero claro estás enamorada de él, solo te voy a pedir que no te acuestes con él —Abrió la puerta para ir a la parte de atrás y se fue al baño, se bañó y al cabo de algunas horas se vistió, compro algunas tablas de chocolate y pan. Le sirvió un vaso a ambas chicas con dos panes y luego se sirvió ella.

—¿Ustedes saben que ha pasado con su madre? Tengo dos días que no la veo —Mojó el pan con el chocolate y lo comió.

—Vino esta mañana después que te fuiste, tomo dinero del puerquito.

—Pero que te dije Darleni.

—Ella dijo que te lo iba a pagar el quince cuando su marido cobre —Comento la otra niña.

—Ustedes le siguen creyendo a esa mujer, ay por favor. Darleni tú sabes que lo le puedes dar de ese dinero, es para tu graduación. 

—Sí, pero ella siguió insistiendo, pero le dije que la próxima vez te diga a ti.

—Sí por favor, ninguno de los dos las mantienen y tampoco tienen derecho de venir a quitarle lo poco que tienen. Dígale a ella que en vez de quitarle que les dé. Que les dé —Termino de beberse el chocolate dejando uno de los panes solos, Ángela suspiró mirando a sus hermanas levantó el pan y las tres soltaron una carcajada pensando lo mismo.

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