Las horas pasaron y sin darse cuenta era casi la media noche, Izan dormía en el sofá. Samantha apaga el computador y sus ojos se fijan en la pila de documentos que ha revisado y firmado, entre ellos los pagos extras de algunos trabajadores de confianza que se ocupan cuando no logra llegar. No puede creer como Felipe podía con todo, piensa que tal vez exagera, pero es muy difícil, son muchas sucursales.Se pone de pie y recoge sus cosas, se coloca sus zapatillas y deteniéndose un momento observa su vientre en el inmenso ventanal que da vista a la ciudad, una lágrima se desliza por su mejilla y le pide perdón a su criatura, que aguante un poco más.Izan abre sus ojos y siente una opresión en su pequeño pecho.—Esperaste que me quedara dormido para no ir a ver a mi padre ¿Verdad? — le riña y se sienta en el sofá restregándose sus ojos.Samantha sonríe levemente y se pone en cuclillas, apartando su cabello de su frente y deja un beso en su pequeña nariz.—No amor, solo dejé descansar al p
Felipe en ese momento dejó su corazón y él poco de cordura que podía tener, sus piernas se sentían adormecidas por el tiempo que tenía sin caminar. Al salir, Sergio lo detiene y le pide que vea a Samantha que entrará a cirugía. Al llegar y verla con su rostro pálido, y esa máscara de oxígeno, le es inevitable contener sus lágrimas, muerde sus labios y pasa su mano por su cabello dejando un suave beso, sintiendo como su corazón se quiebra mucho más. Un doctor se acerca.—Sr. Ribeiro… Sé que no está listo para esto, pero necesito saber a quién salvar si llegara a ver a una complicación; la bebe tiene sus pulmones casi madurados, sin embargo, es prematura solamente un sesenta por ciento que sobreviva y la madre ha perdido mucha sangre está muy débil y puede observar que la sangre administrada no logra retenerla— el doctor le habla y Felipe permanece en silencio con sus ojos llenos de lágrimas viendo cómo se llevan a la mujer que ama con toda su alma, que ha sufrido lo inimaginable a su
Felipe llega a la sala de espera y Joseph y Sergio no dudan en darle un fuerte abrazo. Con sus ojos a punto de desbordarse le pregunta a su amigo. —Dime que están vivos… —Feli… —¡Maldición, yo lo dejé con vida, por ellos, por mí, por…! Grita golpeando la puerta que está a un lado de él. —Están vivos, sin embargo, Izan está en coma y la bebe…— Felipe no escucha lo demás y camina a pasos rápidos a cuidados intensivos y golpea el vidrio con fuerza al ver su hijo entubado y con todas esas máquinas en su pequeño cuerpo. Fabián al verlo pasar llega a su lado dándole apoyo. Felipe se desmorona cayendo de rodillas. —Hermano, sigue creyendo en el señor…—musita con voz gélida provocando que su hermano se quiebre y no logré pronunciar ninguna palabra. Fabián se pone en cuclillas y coloca su mano en su hombro cerrando sus ojos, es la primera vez que lo intenta ha tenido meses en una guerra entre la carne y el espíritu. —Señor, estamos aquí delante de ti, pidiéndote una segunda oportun
Los días se volvieron semanas, Anna se hizo cargo de la empresa. Samantha no rechino, ya no tenía cabeza que no fuera para sus hijos y Felipe, un Felipe no podía esperar, su estado cada vez era más delicado. Samantha se mantenía fuerte delante de él, su hijo no despertaba y Felipe debía irse para el nuevo tratamiento, se despidió de su familia con el corazón en mil pedazos, lo que más quería era ver a su hijo despertar, pero una última batalla le esperaba.Samanta esa noche se aferraba a su pequeña Maia, que se mantenía en su pecho. Su bebe había logrado sobrevivir, sollozaba bajito y le deseaba toda la fuerza del mundo a su amor.“No te rindas y regresa, aquí estaremos, amor. Te amo, sé que lo lograras” — tecleo antes de dejar a su beba en la incubadora.Fabián, que no se ha despegado ni un segundo de al lado de ellos, la acompaña a ver a Izan, su cerebro no logra reaccionar. Samantha, con su pecho oprimido por no poder hacer nada, acaricia su pequeño mentón y peina con sus dedos alg
Sergio se traga lo que tiene adentro y mira a su hermana diciéndole todo con la mirada. Sale detrás de su hija, logra ver su vestido cuando cruza al final del pasillo y corre más rápido, todos los observan a la pequeña que llora mientras corre, cuando cruza en el pasillo un señor la tiene en brazos, lleva una túnica y un pequeño de ojos grises se mantiene a su lado.—Shh, pequeña Amira. Dime, ¿quién es el responsable de esas lágrimas y hoy mismo deja de respirar...? — susurra con su rostro endurecido mirando a Sergio.—Me entrega a mi hija, soy su padre. —Lo sé, quiero saber ¿quién la ha hecho llorar? — Sergio frunce sus cejas y le entregan a la pequeña y Alana se aferra al cuello de su padre partida en llanto—, Mi nombre es Akeem Rashid. Un coleccionista de muchas de sus pinturas.—Un placer, Sergio Gerber como ya debe saber. No quiero sonar descortés, pero no es el mejor momento para entablar una conversación. Sí me disculpa.El jeque supo de lo acontecido cuando llamó a la empre
Las semanas pasaban y cada una era una agonía para Samantha, al esperar su mensaje, solo podía releer el último que recibió. “Cosita, estoy orgulloso de ti. Los tengo presente a cada instante, por ti, por nuestros hijos, sigo luchando. Te amo, Sam” No pudo más que llorar y agradecer que seguía a su lado luchando, le contó que Izan había despertado y que poco a poco iba evolucionando positivamente, su pequeña Maia también crecía sanamente ganando dos kilos por semana.Izan se mantiene de espalda a su madre en una silla de ruedas, Samantha espera que llegue algún mensaje de parte de Felipe, casi es mediodía y no ha recibido nada, Joseph no responde sus mensajes tampoco.—Madre, podrías dejar de llorar. Mi padre está bien— le pide mientras sus ojos se pierden en el jardín de la clínica—, llévame a las terapias— con su dedo traza la cicatriz de su ceja que casi llega al párpado, su cabello crece rápidamente ocultando las marcas de la craneotomía—, si no camino antes que acabe el año, sá
Cada intervención era más agresiva. Sin embargo, su familia era su motivo de seguir y soportar cada dolor, cada descarga que activaban sus células sanas, lo mantenían firme, de diez pacientes solo quedan cuatro. Felipe fue uno de los últimos en ingresar a la lista, no era acto por su estado crítico, pero es quien ha dejado más asombrados a los especialistas, más de tres sesiones por semana y los otros no soportan ni dos. Joseph lo contempla mientras duerme; detalla al hombre que le dio una vida, que lo liberó del camino torcido, que estaba— sonríe solo al recordar que no es del todo, pero algo es algo—, no había momento que no deseara ser como Felipe; un hombre fuerte, imponente y sobre todo valiente. Muchas veces quiso largarse de su vida, pero una parte de él, sabía que ese gruñón amargado le tenía aprecio, Joseph tenía conocimientos de cosas que ni su mejor amigo estaba al tanto. Joseph era más que su amigo, era su hermano y estar en ese momento al lado de Felipe, lo demostraba. F
Los días pasaron y ese mensaje nunca llegó, días que se convertían en semanas, de semanas en un mes sin saber de su orangután, visitaba seguido a su hermano y lo veía tranquilo—“si pasara lo peor no estaría como si nada”—, pensaba Samantha, mantenía la fe y se aferraba a cualquier excusa que inventaba su afligida cabeza. Podía agarrar un avión e ir a buscar la respuesta a esa pregunta que le atormentaba y que temia—¿Sigue con vida? —pero no tenía valor, le faltaban fuerzas y permanecía esperando. Sin embargo, esa noche se derrumbó de rodillas sola en su casa, gritando al cielo, porque la vida era tan injusta, su amor, su orangután… ya no estaba en este mundo, se negaba a aceptarlo. Ese mensaje que esperaba cada semana era la muestra que seguía con vida, mensajes que no volvió a recibir, no podía llamar porque estaban fuera de servicio. En un último acto de desesperación busca en los documentos de Felipe y llama a la clínica, pregunta por Felipe y la respuesta fue: “No tenemos registr