3. Eres fácil de enamorar

Capítulo 3

George, aunque se mantiene distante, puede ver a la familia sin problema, notando que a medida que avanza la conversación, empiezan a comportarse de forma más familiar, por lo que se va hasta ellos para interrumpir la conversación, hay demasiadas personas en el lugar y no es prudente.

—Buenas noches, espero que estén pasando una velada agradable, ahora sí me disculpan, me llevo a mi esposa.

Chris se siente tentado a decirle unas cuantas cosas, pero recuerda el porqué de todo esto y se controla.

—Hacía tiempo que no te veía controlar tus emociones como lo has hecho en este momento —Laura se aprovecha y se burla de él, para luego dirigir la mirada nuevamente a dónde está su hija en el centro de la pista bailando con su esposo.

—¿Les gustó tu nuevo cambio de look? —le pregunta pegándola más a su cuerpo.

—Quedaron bastante sorprendidos, además de que a la primera no me reconocieron, es que ni yo misma me reconozco al verme en el espejo.

—Si me permites decirlo, te ves más hermosa ahora —le dice al oído, jugando con sus sentidos.

—¿Acaso está coqueteando conmigo señor Damon? —trata de sonar natural, pero sus sentidos la traicionan.

—Eres mi esposa, lo tengo permitido.

Es la primera vez que Aimara se siente a gusto en una reunión de esas, las veces que acompañaba a su padre terminaba yéndose antes de tiempo porque no aguantaba el aburrimiento, pero con George es diferente.

El carro estaciona frente a la casa pasada la medianoche, Aimara se ha quitado sus zapatos y George se da cuenta de ello.

—Permíteme cargarte y llevarte adentro para que no tengas que volver a colocarte los zapatos ni caminar descalza —se ofrece quitándole los zapatos de la mano.

—Eres todo un caballero, además de guapo, por lo que me causa curiosidad de por qué continuas soltero —acaricia su cabello mientras la lleva a dentro.

—Es una larga historia que quizás te cuente algún día.

Sube las escaleras llevándola a cuesta, dejándola frente a su habitación, aunque lo que más quiere es llevarla hasta la cama y ser él quien le quite la ropa.

—Que tengas dulces sueños.

George se aprovecha esos segundos en los que Aimara se queda hipnotizada con su mirada y le roba un beso, dirigiéndose a su habitación, dejándole allí de pie tocando sus labios.

A la mañana siguiente, se va a primera hora a su oficina, desde donde se contacta con Chris.

—¿A qué se debe tu llamada a estas horas de la mañana? —contesta Chris con curiosidad.

—Me he tomado la tarea de evaluar tu situación en este momento y ahora que sacaré provecho de esto, no me conviene que tu empresa acabe mal, podría dañar mi reputación si llega a ser de conocimiento público.

—Disculpa si mi empresa te deja muy mal parado, no ha sido esa mi intención —responde fingiendo estar apenado.

—Te ofrezco mi ayuda si quieres, sabes que este tipo de batalla solo se gana con buenos aliados.

—¿Acaso tú eres un buen aliado?

—Solo hay un modo de saberlo, volvamos a reunirnos en el mismo lugar y conversemos al respecto.

En casa Aimara se siente que está en una prisión, lo único que hace es estudiar ruso, practicar la gramática e incluso practicar un nuevo acento, algo que ya la tiene cansada.

Extraña estar rodeada de su familia y de sus amigos, por lo que para evitar caer en una pequeña depresión, decide utilizar su tiempo libre para recorrer el lugar que se ve bastante grande, empezando por la casa.

—Disculpe señora Damon ¿A dónde va? —la detiene la ama de llaves siendo gruñona con ella.

—No tengo por qué darles explicaciones —le responde de la misma forma—, como usted bien ha dicho, soy la señora de esta casa ¿algún problema?

—Es solo que al señor no le gusta que nadie esté caminando por estos lados de la casa, es una zona privada, él le podrá explicar cuando llegue.

La ama de llave se queda en medio de su camino impidiéndole el paso. Resopla y se da media vuelta dirigiéndose al jardín, pero se queda hipnotizada al ver el hermoso jardín lleno de flores, por lo que decide sentarse en uno de los bancos dispuestos, contemplando el hermoso paisaje.

George ya ha terminado la reunión con Chris cuando recibe una llamada de la casa.

—Señor, he sido informado que su esposa ha estado merodeando por la casa, por poco y llega a la zona privada —le informa el jefe de seguridad.

—No la culpo, está todo el día encerrada en casa, con el único que suele tener más interacción es con su profesor, hay que hacer algo para que ella tenga con que entretenerse.

—¿Desea que haga algo más?

—Solo cuida que no se adentra el bosque ni vaya hacia el lago.

George cuelga la llamada y le escribe un breve mensaje a Chris preguntándole por los pasatiempos favoritos de Aimara, quizás haya algo que pueda hacer en casa para ella, que la ayude a sentirse a gusto.

Al revisar su agenda y ver que no tiene nada más que hacer, se dirige a su casa, ahora tiene un motivo para regresar temprano.

Aimara escucha un carro llegar, por lo que se va adentro para saber de quién se trata, ya que es temprano todavía para que sea George, pero para su sorpresa es él quien viene entrando con un ramo de flores y una caja de chocolates.

—No sé si este tipo de detalles te guste, pero al menos espero que te levante un poco el ánimo, imagino que estar aquí, lejos de tu familia, no debe ser nada fácil.

—Al menos lo intentaste y eso es bueno —recibe las flores y los chocolates con una sonrisa en sus labios.

George desliza la mirada por su cuerpo. Ella lleva un vestido corto, rojo y con transparencias que no deja nada a la imaginación, haciendo que se sienta en un aprieto.

—No me veas de esa forma que no soy ningún aperitivo —lo regaña sintiéndose desnuda.

—Entonces no deberías de vestir de esa forma, pareciera que no sabes el efecto que eres capaz de tener en un hombre —le reprocha molesto, necesitando una ducha urgente.

—Más bien pienso que has pasado mucho tiempo sin estar con una mujer y tan solo tienes hambre —levanta la ceja hacia él.

—En eso tienes razón, si tú estás dispuesta, podemos hacer de esto algo más divertido, al fin y al cabo somos esposos —le propone, esperando que ella acepte o al menos dude.

—No gracias, ese tipo de acuerdos “amigos con beneficio” no siempre terminan bien —niega sin atreverse a llegar tan lejos.

—¿Acaso eres fácil de enamorar?

—No soy fácil, pero tampoco de hierro, aunque puede que el que termine enamorado aquí seas tú y no yo.

—No soy ese tipo de hombre, te doy mi palabra de que no va a pasar, así que, ¿qué dices? ¿le sacamos provecho a esto?

Se acerca ella con sigilo, con esa mirada seductora y su sonrisa de medio lado, al tenerla cerca, pasa su mano izquierda por su cintura pegándola a su cuerpo mientras que con su mano derecha desliza suavemente la yema de sus dedos por sus hombros desnudos siguiendo por su espalda.

—¿Que dices? —no deja de mirarla a los ojos, esperando ansioso por una respuesta afirmativa.

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