Una fresca noche, la brisa ingresando por las puertas del balcón abiertas. Cassandra se acercó y las cerró. Suspiró al ver que terminó de ordenar todo en la habitación de las gemelas, dejando algunas cosas listas para el día siguiente. La mujer rubia se dirigió al anexo en la amplia habitación, donde se ubicaban las camas. Las dos pequeñas niñas profundamente dormidas. Cassandra se sentó en el borde de la cama de Clara. El verlas tranquilas, sus pequeños cuerpecitos envueltos en pijamas coloridas. Tan diferentes y a la vez tan idénticas. Cassandra no pudo evitar recordar el día que las sostuvo por primera vez. Ese fugaz momento de felicidad, antes de que Angelo llegara por ellas. Su mano derecha se posó suavemente sobre su vientre. ¿Realmente podría estar embarazada? La sola idea, la hacía… ¿Feliz? "Sé que no vine con estas intenciones y no es que lo haya planeado… Quizá fue un descuido, quizá cometí un error…" Pensó ella a la vez que se acercaba a besar la frent
—¿Irte con las gemelas? ¿A dónde, Angelo? —le preguntó de inmediato Cassandra. La mirada dorada, de esa mujer rubia, viéndolo con inquietud. —Florencia. Recibí una llamada familiar —dijo él fríamente. Por la expresión de Angelo, Cassandra supo que su exesposo no mentía, aún más… ¡Algo había pasado! —Pero no… No puedes irte así con las niñas… —expresó ella titubeante— ¿Qué pasará conmigo…? Soy la "niñera". —Anoche dejaste claro que estás "cansada y harta", quédate aquí y toma unos días libres. Por supuesto… Sin salir de la propiedad —dijo él, dirigiéndose a la salida del cuarto de baño. ¡Cassandra estiró su mano y en ese instante, lo detuvo de la muñeca! —¡NO! ¡NO PUEDES IRTE CON MIS HIJAS A ITALIA! Él volvió a verla hacia abajo con desdén. Cassandra se puso nerviosa. Sin saber cómo persuadirlo. ¡Sentía que sus planes se iban a estropear! ¡TENÍA QUE HACER ALGO! —¡¡LLÉVAME CONTIGO!! ¡Soy la que las está cuidando, así que…! —¿Estás loca? —la interrumpió Angelo, s
—¿Excusa? —alzó una ceja ese CEO, negando con su cabeza a la vez que se levantaba de su asiento, viendo retador a Antonio— ¡Sé perfectamente lo que hago!, tengo absolutamente TODO bajo control. —¡Pues no parece, Angelo!, te he estado viendo últimamente, analizando tu comportamiento con esa mujer… ¡ES UNA CRIMINAL! ¡Es la asesina que quieres destruir! ¡M@ldita sea! ¡Mira la cicatriz en tu abdomen! ¡ESTUVISTE AL BORDE DE LA MUERTE! Angelo se sorprendió. Pocas veces había visto en su vida, a Antonio tan furioso. —¿Recuerdas el día del juicio? ¿Recuerdas cuánto duró tu recuperación? ¿Recuerdas las lágrimas de tu familia al verte en ese estado?… —Antonio suspiró, alejándose del escritorio, fue por una copa de Whisky. Angelo se quedó viendo a su amigo ir al anexo de la oficina. —Toma —se acercó Antonio nuevamente, con una copa de Whisky para Angelo y otra para él—. Para soportar tu actitud necesito un trago. Podrías sacar a cualquiera de quicio. Angelo probó un sorbo de la b
✧✧✧ Cuatro años atrás. ✧✧ —¡POR FAVOR!… ¡AYÚDENME! ¡AYUDEN A MIS BEBÉS! La enfermería en esa prisión de Miami era un lugar frío y desolado. Sin embargo, ese día en particular, estaba sumergido en un ambiente tenso. Cassandra Brenaman, con su gran barriga de embarazo, se retorcía en la camilla, el dolor la atravesaba como cuchillas afiladas por todo su delgado y frágil cuerpo. —¡AAAAAH, DIOS! ¡¡AAAY!! —gritaba con su rostro rojo, el sudor presente recorriendo su cuerpo tembloroso. La angustia se adueñaba de ella, mientras las contracciones la sacudían, cada una más intensa que la anterior. —¡¡¡SOCORRO!!! De repente, la puerta se abrió y un grupo de médicos, vestidos con batas blancas y con un aire de autoridad, entraron en la enfermería. No eran del personal de la prisión; venían de parte del temido y respetado, señor Fiorentino. Sin tiempo que perder, comenzaron a preparar el equipo mientras Cassandra, con el rostro empapado en sudor y lágrimas, se aferraba a las sá
✧✧✧ En la actualidad. ✧✧✧ —Cassandra Brenaman —se escuchó la voz de la guarda en la prisión. —Felicidades, niña, por fin has demostrado tu inocencia, aunque sólo un año antes. —se despidió la única amiga que había hecho en prisión. —Gracias —dijo agradecida, tomando la mano de esa mujer—. Gracias por cuidar siempre de mí, no sé cómo habría sobrevivido a este infierno sin ti. —Recuerda hacer pagar a ese maldito miserable, por cómo te jodió cuatro putos años. —¡Lo haré! ¡Recuperaré a mis gemelas! Te lo juro —exclamó Cassandra, con un brillo de determinación en sus ojos dorados. Las rejas se abrieron y de inmediato la escoltaron fuera de ese sector. Había llegado el día en que sería absuelta por los crímenes que la sentenciaron y que ella… ¡¡JAMÁS COMETIÓ!! …….. —Se ha comprobado que usted es inocente, señorita Brenaman. Felicidades, hoy ha recuperado su libertad —sonrió la encargada de la prisión, entregándole una caja con las pertenencias que le fueron de
Casandra abrió sus ojos lentamente, sintiéndose aturdida. Cuando intentó mover su cuerpo, se percató que estaba atada en esa incómoda silla, de inmediato observó sus alrededores mientras parpadeaba varias veces… ¡Quedó petrificada en ese instante! La oficina del CEO Angelo Fiorentino, lucía como si fuese un monumento a su ego: paredes cubiertas de cuadros brillantes que lo mostraban en ceremonias de premiación, su sonrisa arrogante se plasmaba de manera eterna en cada fotografía. Trofeos que relucían en estantes, títulos y diplomas que colgaban con orgullo. "No… No puedo quedarme aquí…" Pensó ella entrando en pánico. Miró por las ventanas, donde la noche ya se mostraba… ¡No había tiempo que perder!, con todas sus fuerzas, comenzó a forcejear contra las sogas que le ataban las muñecas y los tobillos. Un acto inútil, y ante sus bruscos movimientos… ¡PUM! ¡Cayó al suelo con todo y silla!, justo en ese instante, escuchó unos sonidos provenir de la distancia. ¡ALGUIEN
—¿Nada que decir? —la helada mirada que clavó ese CEO, la hizo sentir un escalofríos en todo su cuerpo. Cassandra, viéndolo hacia arriba, comenzó a temblar de rabia e indignación… ¡No podía sentir más humillación! —No he hecho nada de lo que me acusas… —continuó Casandra, intentando mantenerse firme, aunque su tembloroso cuerpo y su voz quebradiza la delataran—. ¡Has caído bajo si me juzgas así, Angelo! Pero Sí, cometí un error. ¡Lo único que hice mal fue enamorarme de ti! ¡AAAH! Las palabras de Cassandra se vieron abruptamente interrumpidas por su fuerte grito. PLAF~ ¡Ese hombre le dio una bofetada! —¿Crees que soy estúpido?, es claro que estás ligada a mi maldito primo. En ese momento, el CEO Fiorentino se inclinó hacia su exesposa, su mano agarrando con fuerza el mentón de Cassandra, obligándola a hacer contacto visual con él, sus alientos entrelazándose. Entonces, dijo en un susurro lleno de frialdad: —Justo ahora puedo hacer lo que se me antoje contigo, y no pue
Habían pasado tres días… ¡Tres malditos días de confinamiento! Soportando hambre y en absoluto aislamiento, nada más que una asfixiante soledad y el rotundo silencio que la hacía sentir prisionera. ¿Quién se creía ese hombre para tratarla peor que un animal? Cassandra Brenaman se encontraba en una habitación de la mansión, cuya única ventana daba al jardín del este. Desde allí, durante la mañana observaba una escena que le desgarraba el corazón: dos figuras, que a lo lejos parecían ser sus gemelas, reían y jugaban entre sí. "¡Lo hace a propósito! ¡Es claro que busca torturarme!" Pensaba la mujer rubia, sin embargo, su cuerpo pálido y tembloroso comenzaba a verse demacrado, sus grandes ojeras ante el insomnio que le impedía descansar, y el sonido de su estómago hambriento… Solo la hacían darse cuenta de la miseria en la que había caído. Ese tercer día, en la noche, la puerta se abrió de golpe. ¡CLANK! Dos guardias la agarraron por los brazos, arrastrándola fuera de la h