El restaurante "Paradise Corner", se veía impresionante en un edificio de cristal y acero. Su diseño moderno resaltando con glamour; las luces suaves en el exterior parecían invitar a los clientes a disfrutar de una experiencia única. Cassandra se detuvo en la entrada, sintiendo una mezcla de nervios y sorpresa. Las mesas lucían hermosos manteles blancos, decoradas con flores tropicales y velas que titilaban, añadiendo calidez a la noche. A través de los cristales, la vista del océano se extendía, con las olas brillando bajo las luces artificiales, en la distancia, hermosos botes, yates y demás. Era el lugar que había imaginado mostrar a sus hijas, pero… ¡nunca le dijo a Angelo que ese era el sitio del que le habló a las gemelas! Ahora, al ver que ese CEO había elegido ese lugar, su estómago se revolvió de emoción y desconfianza. —¿Cómo sabes que este es el lugar al que quería traer a las niñas? —susurró Cassandra, con voz ligeramente temblorosa. Las pequeñas gemelas, lle
✧✧✧ Dos días después. ✧✧✧ Esa soleada mañana en la mansión Fiorentino. Un automóvil de último modelo se detuvo frente a la mansión, del reluciente vehículo de un rojo intenso, bajó Madeline. La hermosa mujer de cabello café, corto hasta el largo de su cuello. Llevaba un hermoso pantalón ajustado blanco con una elegante blusa cola de pato color fucsia. Apenas Madeline Fiorentino cruzó el umbral de la mansión, Robert, el mayordomo ya estaba ahí, esperando su ingreso. —Señora, el señor Fiorentino la espera en su oficina, venga conmigo —dijo el hombre caminando delante de ella. —¿Y esa manera de tratarme, Robert? ¿Ahora seré tratada como una invitada y no como la señora Fiorentino que soy? —le preguntó ella llena de altivez, a la vez que fruncía el ceño. —Mis disculpas señora. Son órdenes de mi señor —respondió fríamente ese hombre de mediana edad. —¡Jum! —hizo ella un gesto de molestia— ¿Y donde están las gemelas? —Siguiendo su agenda del día. —Oh~ imagino que esa zorra
¡CLAAAANK! Un fuerte sonido se produjo cuando la bandeja que llevaba en sus manos Cassandra, cayó al suelo, el budín en ella esparciéndose por la alfombra del pasillo; esto al Madeline acercarse por detrás y agarrarla con fuerza de su cabello rubio. —¡AAAAY! —gritó Cassandra ante el dolor que sintió—. ¡Qué diablos! ¡Suéltame! Rápidamente la mujer rubia se giró, en un movimiento aprendido en prisión, se liberó del agarre de Madeline, dándole un puñetazo en el estómago. —¡AAY M@LDITA! —gritó Madeline al caer sentada en el pasillo, agarrándose su estómago adolorido— ¡¿Qué demonios te sucede m@ldita loca desquiciada?! —¿Madeline? —se sorprendió Cassandra al ver que la persona que la agarró del cabello, era la esposa de su exesposo— ¿Qué haces aquí? —¿Qué no es obvio? ¡ES EL HOGAR DE MI MARIDO! —alzó la voz la mujer castaña, mostrando con arrogancia el anillo en su mano, a la vez que se ponía de pie—. Que tú seas una zorra que lo vive seduciendo, no quiere decir que yo no sea
Tap~ tap~ Los pasos de las gemelas alejándose a toda prisa, resonaron en la elegante oficina del CEO Fiorentino. Antonio Rossi volvió a ver a su amigo. —¡Angelo! ¡Tus hijas! —habló ese hombre, intentando hacer que ese CEO reaccione. Angelo clavó una amenazante mirada en Cassandra. La mujer se puso pálida de inmediato. —¡No es lo que parece! ¡No las traje conmigo y no lo hice a propósito! —exclamó esa rubia en su defensa. —¿No? ¡Dejaste las puertas abiertas a propósito! —la culpó ese hombre. —¡NO! ¡¿Vas a hacerlo de nuevo, Angelo?! ¿Vas a culparme por todo lo que sale mal en tu vida? ¿Juzgarme sin pruebas? —gritó Cassandra retrocediendo de inmediato. —Iré a buscar a las gemelas, Angelo —habló en la distancia Antonio, aunque fue más un intento de irse de la oficina y dejar que ese CEO, se ocupe de sus asuntos con su exesposa. Clack~ Una vez la puerta fue cerrada, y esa expareja quedó a solas en la oficina. El señor Fiorentino se puso de pie de inmediato, acercándose
—¡¿Solo ahí hay cámaras?! —preguntó Cassandra molesta. En sus brazos, Clara, que aunque se había calmado, seguía aferrada a ella. En el salón de seguridad de la mansión, Antonio revisaba los vídeos cuidadosamente con el personal. —Es el hogar de Angelo, por supuesto que no hay cámaras en todas partes. Solo las zonas más públicas y en sectores donde se reciben invitados —le respondió ese hombre fríamente. —¡Ahí está, señor Rossi! —habló uno de los hombres que trabajaba para el señor Fiorentino. Antonio vio las cámaras que daban al jardín Este, uno que estaba completamente ambientado para el recreo de las gemelas, lo que significaba que… ¡Iba a ser muy díficil encontrarla si se había escondido ahí! —¡Daré el aviso!, comenzarán a buscarla, quédate cuidando de Clara —dijo Antonio saliendo de la habitación. Pero Cassandra en ese momento, haciendo un esfuerzo para cargar a Clara con un solo brazo, detuvo con su brazo libre a ese hombre. —¡Yo me haré cargo!, Cristal está enoj
El viento soplaba con fuerza, llevando consigo las hojas del gran roble. Angelo, con el corazón latiendo con fuerza, llegó rápidamente al lugar de los gritos. La escena que se presentó ante él era una mezcla de caos y desesperación. Cristal estaba a punto de caer de la casita del árbol, su pequeña figura temblando de miedo. Cassandra, con una determinación feroz, se había lanzado a sujetar a la niña, pero su pie resbaló y quedaron en una posición incómoda y peligrosa. —¡TENGO MIEDOOOO! —lloraba la niña. —¡Agárrate fuerte, Cristal! —gritó Cassandra, mientras sus manos se aferraban con fuerza a la niña rubia. Angelo, se precipitó hacia ellas, comenzando a subir algunos escalones, hasta quedar cerca de cristal. —¡Suéltala Cassandra, ya la tengo! —exclamó él, y ella hizo tal como indicó ese hombre, que en cuestión de segundos cargó en sus brazos a la gemela, bajando con ella del árbol. La niña, asustada, lo miró con sus grandes ojos azules, mientras Cassandra, al descender…
Angelo ignoró por completo la petición de esa rubia, agachándose frente a Cassandra, apoyó la pantorrilla de ella en su rodilla y acercando sus manos, comenzó a limpiar la herida lentamente. ¡Un golpe de nostalgia impactó a Cassandra! Odiaba que él actuará desinteresado, sin saber que sus acciones sorpresivas, la molestaban mucho, principalmente porque ella no quería confundirse más. ¡Tenía claro sus objetivos!, y sentía que él solo la estaba manipulando y engañando. "Quiere confundirme… Él quiere herirme y hacerme vivir un infierno, llevarme a mi muerte… Por eso… Es así… Para después echarme frívolamente de su mansión…" Pensó ella, su corazón latiendo aceleradamente. Mientras comenzaba a desinfectar la herida, Angelo que veía analítico a esa mujer, notó un raspón en la mano izquierda de Cassandra, que llegaba hasta debajo del brazalete plateado que él pensaba, le había obsequiado Marco. —Quítate ese brazalete —le ordenó—. Necesito desinfectar esa herida. Cassandra notó
—Creo que no me escuchaste bien —recalcó Angelo, a la vez que la encimaba sobre la silla—. Dije "luces", no que "eres"… ¡Cassandra se sorprendió, dándose cuenta que él tenía razón! Ella se ruborizó, su mirada dorada como la miel, se desvió hacia un costado. —¿Quiere decir que… Crees que soy bella? —¿Bella?, no, no creo que lo seas. —¿Eh? —la mujer rubia frunció el ceño en ese momento. Pero antes de que pudiera responder odiosa en su defensa, él se le adelantó, hablando: —Eres preciosa. ¡Cassandra se quedó en shock! ¡Volviendo a verlo de inmediato! ¡¿Estaba loco ese hombre?! ¡¿Acaso estaba ebrio o drogado que hablaba de esa manera?! —No necesito que tú lo digas, para sentirme bien conmigo misma… —recalcó Cassandra en un intento torpe de ocultar su sorpresa— No caeré en tu juego —añadió. Ambos hicieron contacto visual en ese instante. La cercanía de sus rostros, mezclando sus respiraciones. Había algo en la mirada de esa mujer, un destello que lo incitaba a cruza