—¡¿Solo ahí hay cámaras?! —preguntó Cassandra molesta. En sus brazos, Clara, que aunque se había calmado, seguía aferrada a ella. En el salón de seguridad de la mansión, Antonio revisaba los vídeos cuidadosamente con el personal. —Es el hogar de Angelo, por supuesto que no hay cámaras en todas partes. Solo las zonas más públicas y en sectores donde se reciben invitados —le respondió ese hombre fríamente. —¡Ahí está, señor Rossi! —habló uno de los hombres que trabajaba para el señor Fiorentino. Antonio vio las cámaras que daban al jardín Este, uno que estaba completamente ambientado para el recreo de las gemelas, lo que significaba que… ¡Iba a ser muy díficil encontrarla si se había escondido ahí! —¡Daré el aviso!, comenzarán a buscarla, quédate cuidando de Clara —dijo Antonio saliendo de la habitación. Pero Cassandra en ese momento, haciendo un esfuerzo para cargar a Clara con un solo brazo, detuvo con su brazo libre a ese hombre. —¡Yo me haré cargo!, Cristal está enoj
El viento soplaba con fuerza, llevando consigo las hojas del gran roble. Angelo, con el corazón latiendo con fuerza, llegó rápidamente al lugar de los gritos. La escena que se presentó ante él era una mezcla de caos y desesperación. Cristal estaba a punto de caer de la casita del árbol, su pequeña figura temblando de miedo. Cassandra, con una determinación feroz, se había lanzado a sujetar a la niña, pero su pie resbaló y quedaron en una posición incómoda y peligrosa. —¡TENGO MIEDOOOO! —lloraba la niña. —¡Agárrate fuerte, Cristal! —gritó Cassandra, mientras sus manos se aferraban con fuerza a la niña rubia. Angelo, se precipitó hacia ellas, comenzando a subir algunos escalones, hasta quedar cerca de cristal. —¡Suéltala Cassandra, ya la tengo! —exclamó él, y ella hizo tal como indicó ese hombre, que en cuestión de segundos cargó en sus brazos a la gemela, bajando con ella del árbol. La niña, asustada, lo miró con sus grandes ojos azules, mientras Cassandra, al descender…
Angelo ignoró por completo la petición de esa rubia, agachándose frente a Cassandra, apoyó la pantorrilla de ella en su rodilla y acercando sus manos, comenzó a limpiar la herida lentamente. ¡Un golpe de nostalgia impactó a Cassandra! Odiaba que él actuará desinteresado, sin saber que sus acciones sorpresivas, la molestaban mucho, principalmente porque ella no quería confundirse más. ¡Tenía claro sus objetivos!, y sentía que él solo la estaba manipulando y engañando. "Quiere confundirme… Él quiere herirme y hacerme vivir un infierno, llevarme a mi muerte… Por eso… Es así… Para después echarme frívolamente de su mansión…" Pensó ella, su corazón latiendo aceleradamente. Mientras comenzaba a desinfectar la herida, Angelo que veía analítico a esa mujer, notó un raspón en la mano izquierda de Cassandra, que llegaba hasta debajo del brazalete plateado que él pensaba, le había obsequiado Marco. —Quítate ese brazalete —le ordenó—. Necesito desinfectar esa herida. Cassandra notó
—Creo que no me escuchaste bien —recalcó Angelo, a la vez que la encimaba sobre la silla—. Dije "luces", no que "eres"… ¡Cassandra se sorprendió, dándose cuenta que él tenía razón! Ella se ruborizó, su mirada dorada como la miel, se desvió hacia un costado. —¿Quiere decir que… Crees que soy bella? —¿Bella?, no, no creo que lo seas. —¿Eh? —la mujer rubia frunció el ceño en ese momento. Pero antes de que pudiera responder odiosa en su defensa, él se le adelantó, hablando: —Eres preciosa. ¡Cassandra se quedó en shock! ¡Volviendo a verlo de inmediato! ¡¿Estaba loco ese hombre?! ¡¿Acaso estaba ebrio o drogado que hablaba de esa manera?! —No necesito que tú lo digas, para sentirme bien conmigo misma… —recalcó Cassandra en un intento torpe de ocultar su sorpresa— No caeré en tu juego —añadió. Ambos hicieron contacto visual en ese instante. La cercanía de sus rostros, mezclando sus respiraciones. Había algo en la mirada de esa mujer, un destello que lo incitaba a cruza
Los muslos de Cassandra caían sobre los hombros de Angelo, sintiéndose atrapada y libre al mismo tiempo… El rostro de él, perdiéndose entre sus piernas. Dudó por un instante, dudó en tocar a ese hombre… Pero finalmente sus manos se aferraron a la cabellera de ese apuesto italiano. Reclinando su cabeza, la mirada de ella se perdía en el techo blanco de la habitación, a la vez que mordía levemente su labio inferior tragándose sus gemidos. "¡Ah! ¡Maldición! ¡Qué… Se siente tan caliente…! ¡Tan bien…!" Pensó ella, sintiendo la lengua de ese hombre que se paseaba en su intimidad como si fuese un delicioso caramelo relleno, que saborearía hasta sacarle su "dulce jugo interior". Las manos de esa rubia, se entrelazaron en el cabello del señor Fiorentino, tirando ligeramente, mientras sus caderas se movían de manera involuntaria, buscando más de él; ella tensando su mandíbula, pero involuntariamente dejando salir algunos gemidos de ves en cuando… La habitación estaba bañada en una l
—¿Cómo te hiciste eso? Ante la pregunta de ese hombre, Cassandra frunció ligeramente el ceño. —¿Es… Es momento para algo así…? —su voz temblorosa mientras ese hombre la sostenía entre sus fuertes brazos. Angelo exhaló. Eligiendo no hacer un interrogatorio en ese momento, aún así, no se detuvo, hasta quedar satisfecho. ……… ✧✧✧ Dos días más tarde. ✧✧✧ —Aquí está la información solicitada, jefe —dijo el hombre, extendiendo una USB al CEO Fiorentino. Aquella mañana, en la imponente mansión de Angelo Fiorentino, el aire estaba impregnado de tensión. Revisó los archivos en el interior de la USB, y lo que encontró lo hizo fruncir el ceño. Una lista apareció ante él: mujeres de la misma prisión donde Cassandra había sido recluida. —¿Todas estas fueron las que la agredieron? —preguntó ese CEO con frialdad, su voz cortante como el hielo, revelando una ligera sorpresa apenas contenida. —Sí, señor Fiorentino. Recuerde, usted fue quien se encargó de que ella pasara "una mala
El empleado del señor Fiorentino comenzó a alejarse. Cassandra, sorprendida, contemplaba al hombre desvanecerse en la distancia, pero su mente estaba atrapada en un torbellino de pensamientos. "¡Llegó! Por poco creí que no se atrevería a acercarse a mí, pero… ¡Viene de parte de Marco!" La mujer rubia, llena de ilusión, sintió cómo su corazón latía con fuerza, mientras sus ojos dorados volvían a enfocarse en las hermosas gemelas que nadaban con gracia. "Tengo que seguir adelante… Sin importar nada más… Por ellas y por mí…" Pensó, inhalando profundamente, como si el aire pudiera darle la fuerza que necesitaba. —Señorita Spencer, ¿cuánto tiempo más durará la clase de las gemelas? —preguntó Cassandra, acercándose a la piscina, su voz temblando con la emoción de su misión. —Media hora más en el agua, dividida en dos partes. Durante los descansos, tendrán clases con videos y otra de práctica en seco, en total una hora. ¿Por qué, señorita Brenaman? —respondió la instructora co
Cassandra sonrió amablemente a Harold, agradecida por el cumplido. Se puso de pie y se acercó al hombre de ojos avellana, deteniéndose a escasos pasos de él. Al levantar la mirada, sus ojos se encontraron con los de él. —Sin embargo, sé que usted está en una importante reunión y yo también debo ir con las gemelas, así que… —dijo Cassandra, sintiéndose un poco incómoda por tener que apresurar a ese hombre. Fue en ese instante que notó que el traje de Harold estaba empapado, pero optó por no mencionarlo, respetando su situación. —Tiene razón. El tiempo es crucial, seré breve —dijo Harold, sacando un teléfono móvil del bolsillo de su pantalón y entregándoselo junto con un pequeño frasco que contenía pastillas—. Marco la llamará y le explicará todo: su plan, los movimientos, cómo lo ejecutará. Esté pendiente esta noche. Si no responde a la primera llamada, él la volverá a llamar mañana y así sucesivamente para organizar todo. No se trata de actuar hoy mismo… ya lo entenderá. Cas