Los muslos de Cassandra caían sobre los hombros de Angelo, sintiéndose atrapada y libre al mismo tiempo… El rostro de él, perdiéndose entre sus piernas. Dudó por un instante, dudó en tocar a ese hombre… Pero finalmente sus manos se aferraron a la cabellera de ese apuesto italiano. Reclinando su cabeza, la mirada de ella se perdía en el techo blanco de la habitación, a la vez que mordía levemente su labio inferior tragándose sus gemidos. "¡Ah! ¡Maldición! ¡Qué… Se siente tan caliente…! ¡Tan bien…!" Pensó ella, sintiendo la lengua de ese hombre que se paseaba en su intimidad como si fuese un delicioso caramelo relleno, que saborearía hasta sacarle su "dulce jugo interior". Las manos de esa rubia, se entrelazaron en el cabello del señor Fiorentino, tirando ligeramente, mientras sus caderas se movían de manera involuntaria, buscando más de él; ella tensando su mandíbula, pero involuntariamente dejando salir algunos gemidos de ves en cuando… La habitación estaba bañada en una l
—¿Cómo te hiciste eso? Ante la pregunta de ese hombre, Cassandra frunció ligeramente el ceño. —¿Es… Es momento para algo así…? —su voz temblorosa mientras ese hombre la sostenía entre sus fuertes brazos. Angelo exhaló. Eligiendo no hacer un interrogatorio en ese momento, aún así, no se detuvo, hasta quedar satisfecho. ……… ✧✧✧ Dos días más tarde. ✧✧✧ —Aquí está la información solicitada, jefe —dijo el hombre, extendiendo una USB al CEO Fiorentino. Aquella mañana, en la imponente mansión de Angelo Fiorentino, el aire estaba impregnado de tensión. Revisó los archivos en el interior de la USB, y lo que encontró lo hizo fruncir el ceño. Una lista apareció ante él: mujeres de la misma prisión donde Cassandra había sido recluida. —¿Todas estas fueron las que la agredieron? —preguntó ese CEO con frialdad, su voz cortante como el hielo, revelando una ligera sorpresa apenas contenida. —Sí, señor Fiorentino. Recuerde, usted fue quien se encargó de que ella pasara "una mala
El empleado del señor Fiorentino comenzó a alejarse. Cassandra, sorprendida, contemplaba al hombre desvanecerse en la distancia, pero su mente estaba atrapada en un torbellino de pensamientos. "¡Llegó! Por poco creí que no se atrevería a acercarse a mí, pero… ¡Viene de parte de Marco!" La mujer rubia, llena de ilusión, sintió cómo su corazón latía con fuerza, mientras sus ojos dorados volvían a enfocarse en las hermosas gemelas que nadaban con gracia. "Tengo que seguir adelante… Sin importar nada más… Por ellas y por mí…" Pensó, inhalando profundamente, como si el aire pudiera darle la fuerza que necesitaba. —Señorita Spencer, ¿cuánto tiempo más durará la clase de las gemelas? —preguntó Cassandra, acercándose a la piscina, su voz temblando con la emoción de su misión. —Media hora más en el agua, dividida en dos partes. Durante los descansos, tendrán clases con videos y otra de práctica en seco, en total una hora. ¿Por qué, señorita Brenaman? —respondió la instructora co
Cassandra sonrió amablemente a Harold, agradecida por el cumplido. Se puso de pie y se acercó al hombre de ojos avellana, deteniéndose a escasos pasos de él. Al levantar la mirada, sus ojos se encontraron con los de él. —Sin embargo, sé que usted está en una importante reunión y yo también debo ir con las gemelas, así que… —dijo Cassandra, sintiéndose un poco incómoda por tener que apresurar a ese hombre. Fue en ese instante que notó que el traje de Harold estaba empapado, pero optó por no mencionarlo, respetando su situación. —Tiene razón. El tiempo es crucial, seré breve —dijo Harold, sacando un teléfono móvil del bolsillo de su pantalón y entregándoselo junto con un pequeño frasco que contenía pastillas—. Marco la llamará y le explicará todo: su plan, los movimientos, cómo lo ejecutará. Esté pendiente esta noche. Si no responde a la primera llamada, él la volverá a llamar mañana y así sucesivamente para organizar todo. No se trata de actuar hoy mismo… ya lo entenderá. Cas
—Lo sabía… —susurró Cassandra, con voz temblorosa, liberándose con una fuerza inesperada del agarre de Madeline. En ese instante, un silencio tenso se apoderó del pasillo, solo interrumpido por las palabras de la mujer rubia. —Sabía que nunca te importaron mis hijas. Engañaste a Angelo muy bien ya que… Confió en ti hasta que decidiste darles una sustancia para enfermarles… Algo que solo una m@ldita monstruosa haría —el rostro de Cassandra se tornó rojo de ira. Pero no era la única que estaba al borde de la explosión; la calma de Madeline también se desvanecía rápidamente. —¿Y qué harías en mi lugar? Él me buscó con un propósito claro. Se casó conmigo para cumplir sus objetivos, pero ya no quiero que sea así. Amo a Angelo, pero conquistarlo con esas niñas merodeando y tú metiéndote en su cama… sería complicado —Madeline se cruzó de brazos, desafiando a Cassandra, esperando que entendiera y accediera a "negociar". Cassandra suspiró, negando lentamente con la cabeza. —¿De verdad c
"¿Y ahora… Qué hago…?" Pensó Cassandra, que apenas logrando mantenerse en pie, se dirigió a la cama, donde se sentó. "Se ha pasado el mes… Pero no por demasiado tiempo, aunque me he descuidado, no hay nada seguro. Debería esperar un poco y luego hacerme la prueba y…" Los pensamientos de la mujer rubia se vieron interrumpidos cuando reaccionó a ese "pequeño problemita". —¿Cómo consigo la prueba?, no hay nadie aquí a quien… ¡Eso! ¡Marco debe tener algún infiltrado!, esta noche hablaré con él… Toc~ toc~ Cassandra abrió sus ojos de par en par sorprendida, cuando escuchó el sonido de la puerta. ¡Ella de inmediato se puso de pie y se acercó a abrir! Clack~ La figura del mayordomo frente a ella, la hizo ponerse pálida. —Sabe por qué estoy aquí, ¿no es así, señorita Brenaman? —frunció el ceño Robert, indignado por el descuido de Cassandra—. El señor Fiorentino será informado de su abandono a las gemelas durante las clases de natación. "¡MIS BEBÉS! ¡DIOS, ME DISTRAJE MÁS DE LA CUENT
Una fresca noche, la brisa ingresando por las puertas del balcón abiertas. Cassandra se acercó y las cerró. Suspiró al ver que terminó de ordenar todo en la habitación de las gemelas, dejando algunas cosas listas para el día siguiente. La mujer rubia se dirigió al anexo en la amplia habitación, donde se ubicaban las camas. Las dos pequeñas niñas profundamente dormidas. Cassandra se sentó en el borde de la cama de Clara. El verlas tranquilas, sus pequeños cuerpecitos envueltos en pijamas coloridas. Tan diferentes y a la vez tan idénticas. Cassandra no pudo evitar recordar el día que las sostuvo por primera vez. Ese fugaz momento de felicidad, antes de que Angelo llegara por ellas. Su mano derecha se posó suavemente sobre su vientre. ¿Realmente podría estar embarazada? La sola idea, la hacía… ¿Feliz? "Sé que no vine con estas intenciones y no es que lo haya planeado… Quizá fue un descuido, quizá cometí un error…" Pensó ella a la vez que se acercaba a besar la frent
—¿Irte con las gemelas? ¿A dónde, Angelo? —le preguntó de inmediato Cassandra. La mirada dorada, de esa mujer rubia, viéndolo con inquietud. —Florencia. Recibí una llamada familiar —dijo él fríamente. Por la expresión de Angelo, Cassandra supo que su exesposo no mentía, aún más… ¡Algo había pasado! —Pero no… No puedes irte así con las niñas… —expresó ella titubeante— ¿Qué pasará conmigo…? Soy la "niñera". —Anoche dejaste claro que estás "cansada y harta", quédate aquí y toma unos días libres. Por supuesto… Sin salir de la propiedad —dijo él, dirigiéndose a la salida del cuarto de baño. ¡Cassandra estiró su mano y en ese instante, lo detuvo de la muñeca! —¡NO! ¡NO PUEDES IRTE CON MIS HIJAS A ITALIA! Él volvió a verla hacia abajo con desdén. Cassandra se puso nerviosa. Sin saber cómo persuadirlo. ¡Sentía que sus planes se iban a estropear! ¡TENÍA QUE HACER ALGO! —¡¡LLÉVAME CONTIGO!! ¡Soy la que las está cuidando, así que…! —¿Estás loca? —la interrumpió Angelo, s