—¿Consecuencias…? —recalcó Cassandra, su voz temblando de indignación. Era inútil intentar hacer entrar en razón a ese hombre. Era evidente que utilizaba a las niñas como herramientas para atormentarla, para despojarla de su capacidad de razonamiento y su calma, sumergiéndola en un abismo de enojo y desesperación, y… ¡¡El muy maldito, lo estaba logrando!! Cassandra cerró sus manos en puños, apretando con fuerza sus temblorosos dedos, mientras la furia se reflejaba en su delicado rostro. Su flequillo, como siempre, ocultaba la cicatriz que marcaba su piel. Las palabras de ellos dos cesaron en el salón, una habitación de decoraciones blancas y crema, donde el ambiente fresco y relajante se sentía irónicamente opresivo. Angelo, con una mirada llena de indiferencia, dirigió su atención al encargado de seguridad que permanecía en el interior. En un instante, el hombre comprendió el gesto de su señor. Él asintió y salió del lugar, dejando a Cassandra sola con su exesposo. Clack~
Un feroz y profundo beso que había repetido tantas veces últimamente, que Cassandra había perdido la cuenta. Un hombre al que le había suplicado amor durante más de una década; los pocos besos que él le había dado en el pasado antes de ingresar a prisión, los podía contar con los dedos de una sola mano. Ahora, ¿era su deseo de destruirla tan profundo que la obligaba a besarlo?, como si le susurrara cruelmente: "Besa al hombre que te arruinó la vida, que te despojó de todo y te tiene a sus pies como una zorra barata." Al cruzar ese pensamiento en su mente, Cassandra se distanció, su corazón latía con furia y dolor. Angelo sin bajarla, caminó, y en un momento… PLOF~ La dejó caer sin piedad dentro del jacuzzi. —¡¡¡MALDITO SALVAJE!!! —gritó Cassandra, emergiendo del agua, tosiendo al tragar un poco. —¿Dónde divagaba tu mente, mujer? Concéntrate únicamente en mí —exigió ese imponente hombre con arrogancia, su ceño fruncido mientras se sumergía junto a ella. —¡AAH! —exclamó Cassa
¡Cassandra, solo quería de regreso a sus bebés!, no tenerlas era su agonía más asfixiante. ¿Por qué Angelo se había vuelto tan maldito con ella?… ¡Se suponía era un hombre muy inteligente! ¿Tan ciegamente creía en sí mismo y que ella era la culpable? ¿O era su ego y orgullo los que no le permitían aceptar su inocencia probada en la ley? Cassandra llevó sus manos a su rostro, y las lágrimas comenzaron a fluir, amargas y desgarradoras. Sabía que él la quería hacer sentir miserable, y lo lograba con una maestría impecable. «Puedo hacerlo de esta manera y a mí no me afectará. Pero a ti sí.» Ella estaba convencida que bajo ese pensamiento, ese demonio jugó con ella tomándola con la ternura que jamás lo hizo… Aunque claro, una falsa. ¡Cassandra limpió sus lágrimas!, inhaló y exhaló, tratando de mantener la calma. "Marco ya debería haber contactado a Harold… Sé que pronto volveré a estar en contacto con ellos…" "No puedo… No puedo dejarme llevar por los juegos de Ang
Ese día en horas de la noche. Madeline, nerviosa pero decidida, esperaba la llegada de su esposo. Caminando de un lado a otro en el vestíbulo, su mirada gris se clavaba en la puerta principal de vez en cuando. Escuchó unos pasos y vio al mayordomo con su porte impecable y educado acercarse a la puerta, señal de que su señor estaba por llegar. Cuando ese CEO ingresó, acompañado de su amigo Antonio, la tensión inundó el salón. La mirada fría de Angelo la atravesó como una daga. —¡Angelo, mi amor!~ —exclamó Madeline, su voz temblando ligeramente—. Necesito hablar contigo. Es urgente. Él la miró con aburrimiento, como si cada palabra que esa mujer castaña pronunciara, fuera un irritante zumbido. —¿Qué quieres, Madeline? —preguntó con un tono cortante. —Es sobre María —se atrevió a decir—. Tu niñera principal. Tuvo un accidente y se lastimó el tobillo. Está incapacitada —soltó toda la información de golpe. Antonio esbozó una pequeña sonrisita y volvió a ver a Angelo. —V
—Está bien —dijo Angelo finalmente, su voz gruesa con una fría calma. Madeline sintió una oleada de satisfacción, aunque sabía que Angelo no estaba realmente convencido. Ella había logrado que él se hiciera el interesado, y eso le daba la oportunidad de observar a la asistente de cerca, esperando el momento perfecto para que cometiera un error… ¡Y ALEJARLA DE SUS VIDAS! "No te dejaré avanzar en tus planes. M*****a exconvicta, después de todo… A mí me eligió como su esposa. Es mío… ¡No me lo vas a robar!" Pensó Madeline llena de altivez. …………. ✧✧✧ La mañana del día siguiente. ✧✧✧ El sol brillaba intensamente sobre la propiedad Fiorentino, y Cassandra se despertó con el corazón lleno de ilusión. El mayordomo le había informado durante la noche, que se ocuparía de las niñas hasta que la niñera principal, María, se recupere. ¡Estaría bastante cerca de Cristal y Clara! Una sonrisa brilló en el rostro de esa madre, que cada paso para acercarse a sus bebés era un tesoro que v
—¿Mujer? ¿Habla de la nueva niñera principal? —preguntó confundida la profesora—. El mayordomo me informó del cambio, creí que no habría problemas… —¡Los hay! ¡Has bien tu trabajo o hablaré con mi marido para que te despida! —la regañó Madeline, desquitando su ira en esa artista— ¡Ve tras ellas y no dejes que esa mujer se involucre de más con las niñas! —añadió Madeline, antes de irse furiosa. En su mente, maldiciendo, deseando que llegue el día de deshacerse de Cassandra. ……… Mientras tanto. Cassandra respiró hondo, encontrando a las gemelas, las tomó de las manitas, viéndolas, les sonrió dulcemente. —¿Listas para intentarlo de nuevo? —preguntó, tratando de recuperar la alegría del momento. —Pero mamá arruinó todo mi lienzo… —hizo un puchero, Cristal. —Volveremos a hacer uno nuevo, y será cien veces mejor que el anterior~ —le dijo Cassandra con delicadeza, agachada a la altura de Cristal. La gemela mayor asintió, y, aunque su rostro aún mostraba signos de frustración, pe
—El "poderoso CEO Fiorentino", no tenía que venir él mismo a dejar mensajes~ —sonrió desafiante esa mujer rubia, hablándole con sarcasmo a ese hombre. Angelo, con su porte altivo y su mirada gélida, avanzó más hacia Cassandra, que permanecía sentada en la silla, desafiándolo con una sonrisa. Había encendido la chispa de un fuego peligroso, pero cansada de ser pisoteada, no podía resistirse a burlarse de la altivez de ese hombre, que no siempre fue así. —Tú —resonó la voz de ese CEO, profunda y cortante, mientras se inclinaba hacia la mujer rubia—. No tienes idea de con quién estás jugando, mujer. Cassandra, levantó la vista. Su corazón latía desenfrenado, pero no mostraría debilidad. ¡Ya la tenía harta! —¿Qué vas a hacer? ¿Asustarme? ¿Golpearme? —su tono era directo, sin titubear, casi provocador. La ironía en su sonrisa solo avivó la furia de Angelo Fiorentino. Sin previo aviso, la mano de ese CEO, la agarró del brazo con brutalidad, levantándola de la silla con una f
Cassandra, se acercó a esa mesa, ella misma sentándose sobre la misma, comenzó a quitarse el chaleco dejándolo caer, seguidamente soltó botón a botón de su blusa blanca tres cuartas. Sus ojos dorados viendo a ese CEO, casi como una invitación a perderse en las delicias de su sensual cuerpo rebosante de femineidad. —Ven, puedes tener mi cuerpo cuando te plazca, así lo estipula nuestro contrato… pero no será para siempre —dijo con firmeza, el desafío claro en su voz. Angelo la observó con seriedad, su mirada fría se centró en ella. ¿Qué tan tonto pensaba ella, que él era, para caer en su trampa? En cada oportunidad se lo hacía difícil y ahora, ¿ella tranquilamente se le ofrecía en bandeja de plata? Sin embargo, ese italiano estaba muy seguro de sus sentimientos de odio por esa mujer. —Una esposa normal, una enamorada, se habría quejado cuando supo de mi infidelidad —él hizo un comentario que dejó helada a Cassandra, recordándole el pasado—. Pero tú, mujer, lo tomaste como