La habitación era un caos absoluto.Tragos vacíos y vidrios rotos esparcidos por el suelo como fragmentos de su alma destrozada.En el centro del desorden, Angelo se encontraba sentado en un sofá individual de su habitación.Su mirada perdida en una mesa cubierta de documentos arrugados y fotografías. La luz tenue de las lámparas, proyectando sombras sobre su rostro, que se mantenía inmutable, aunque en su interior cientos de sentimientos conflictivos que lo consumían. Antonio Rossi, entró, su figura contrastando con la oscuridad que envolvía a Angelo.Con una expresión pacífica, se acercó hacia su amigo. —Es mucho licor para ti solo~ —sonrió con un gesto de despreocupación, sentándose en el sofá largo del otro extremo de la mesita—. ¿Por qué no salimos un rato? Sabes que mi esposa ensaya para su próximo concierto de ópera. Podrías disfrutarlo, te encanta la música clásica.Angelo clavó su fría mirada azul en ese hombre también de nacionalidad Italiana, así es, Antonio Rossi, el d
✧✧✧ Al día siguiente. ✧✧✧ Cassandra se miró en el espejo, tratando de ignorar las marcas moradas en su cuello que aún ardían… Recuerdos de una noche bastante inusual en la que sintió nuevamente que ese desquiciado podría quitarle la vida. Ella se puso una camisa de cuello alto, en un intento vano de ocultar ese hecho de todos los empleados de la mansión. Sabía que hoy era el día en que Madeline regresaría de su viaje con las gemelas, y la tensión en el aire le erizaba la piel. ¡Ansiaba ver a las pequeñas de nuevo! Después de cuatro años sin verlas, y al comenzar a conocerlas… Su amor maternal crecía desmesurado por esas bellas gemelas. Más tarde, esa noche. Cuando finalmente Madeline ingresó con las gemelas, los hombres vestidos de oscuro tras ellas, llevaban las maletas. La niñera principal, esa mujer de rostro frío y demandante, se acercó a Cassandra, señalando hacia las maletas. —Llévalas al salón mientras yo me encargo de las niñas —le ordenó. Cassandra asinti
—¿Consecuencias…? —recalcó Cassandra, su voz temblando de indignación. Era inútil intentar hacer entrar en razón a ese hombre. Era evidente que utilizaba a las niñas como herramientas para atormentarla, para despojarla de su capacidad de razonamiento y su calma, sumergiéndola en un abismo de enojo y desesperación, y… ¡¡El muy maldito, lo estaba logrando!! Cassandra cerró sus manos en puños, apretando con fuerza sus temblorosos dedos, mientras la furia se reflejaba en su delicado rostro. Su flequillo, como siempre, ocultaba la cicatriz que marcaba su piel. Las palabras de ellos dos cesaron en el salón, una habitación de decoraciones blancas y crema, donde el ambiente fresco y relajante se sentía irónicamente opresivo. Angelo, con una mirada llena de indiferencia, dirigió su atención al encargado de seguridad que permanecía en el interior. En un instante, el hombre comprendió el gesto de su señor. Él asintió y salió del lugar, dejando a Cassandra sola con su exesposo. Clack~
Un feroz y profundo beso que había repetido tantas veces últimamente, que Cassandra había perdido la cuenta. Un hombre al que le había suplicado amor durante más de una década; los pocos besos que él le había dado en el pasado antes de ingresar a prisión, los podía contar con los dedos de una sola mano. Ahora, ¿era su deseo de destruirla tan profundo que la obligaba a besarlo?, como si le susurrara cruelmente: "Besa al hombre que te arruinó la vida, que te despojó de todo y te tiene a sus pies como una zorra barata." Al cruzar ese pensamiento en su mente, Cassandra se distanció, su corazón latía con furia y dolor. Angelo sin bajarla, caminó, y en un momento… PLOF~ La dejó caer sin piedad dentro del jacuzzi. —¡¡¡MALDITO SALVAJE!!! —gritó Cassandra, emergiendo del agua, tosiendo al tragar un poco. —¿Dónde divagaba tu mente, mujer? Concéntrate únicamente en mí —exigió ese imponente hombre con arrogancia, su ceño fruncido mientras se sumergía junto a ella. —¡AAH! —exclamó Cassa
¡Cassandra, solo quería de regreso a sus bebés!, no tenerlas era su agonía más asfixiante. ¿Por qué Angelo se había vuelto tan maldito con ella?… ¡Se suponía era un hombre muy inteligente! ¿Tan ciegamente creía en sí mismo y que ella era la culpable? ¿O era su ego y orgullo los que no le permitían aceptar su inocencia probada en la ley? Cassandra llevó sus manos a su rostro, y las lágrimas comenzaron a fluir, amargas y desgarradoras. Sabía que él la quería hacer sentir miserable, y lo lograba con una maestría impecable. «Puedo hacerlo de esta manera y a mí no me afectará. Pero a ti sí.» Ella estaba convencida que bajo ese pensamiento, ese demonio jugó con ella tomándola con la ternura que jamás lo hizo… Aunque claro, una falsa. ¡Cassandra limpió sus lágrimas!, inhaló y exhaló, tratando de mantener la calma. "Marco ya debería haber contactado a Harold… Sé que pronto volveré a estar en contacto con ellos…" "No puedo… No puedo dejarme llevar por los juegos de Ang
Ese día en horas de la noche. Madeline, nerviosa pero decidida, esperaba la llegada de su esposo. Caminando de un lado a otro en el vestíbulo, su mirada gris se clavaba en la puerta principal de vez en cuando. Escuchó unos pasos y vio al mayordomo con su porte impecable y educado acercarse a la puerta, señal de que su señor estaba por llegar. Cuando ese CEO ingresó, acompañado de su amigo Antonio, la tensión inundó el salón. La mirada fría de Angelo la atravesó como una daga. —¡Angelo, mi amor!~ —exclamó Madeline, su voz temblando ligeramente—. Necesito hablar contigo. Es urgente. Él la miró con aburrimiento, como si cada palabra que esa mujer castaña pronunciara, fuera un irritante zumbido. —¿Qué quieres, Madeline? —preguntó con un tono cortante. —Es sobre María —se atrevió a decir—. Tu niñera principal. Tuvo un accidente y se lastimó el tobillo. Está incapacitada —soltó toda la información de golpe. Antonio esbozó una pequeña sonrisita y volvió a ver a Angelo. —V
—Está bien —dijo Angelo finalmente, su voz gruesa con una fría calma. Madeline sintió una oleada de satisfacción, aunque sabía que Angelo no estaba realmente convencido. Ella había logrado que él se hiciera el interesado, y eso le daba la oportunidad de observar a la asistente de cerca, esperando el momento perfecto para que cometiera un error… ¡Y ALEJARLA DE SUS VIDAS! "No te dejaré avanzar en tus planes. M*****a exconvicta, después de todo… A mí me eligió como su esposa. Es mío… ¡No me lo vas a robar!" Pensó Madeline llena de altivez. …………. ✧✧✧ La mañana del día siguiente. ✧✧✧ El sol brillaba intensamente sobre la propiedad Fiorentino, y Cassandra se despertó con el corazón lleno de ilusión. El mayordomo le había informado durante la noche, que se ocuparía de las niñas hasta que la niñera principal, María, se recupere. ¡Estaría bastante cerca de Cristal y Clara! Una sonrisa brilló en el rostro de esa madre, que cada paso para acercarse a sus bebés era un tesoro que v
—¿Mujer? ¿Habla de la nueva niñera principal? —preguntó confundida la profesora—. El mayordomo me informó del cambio, creí que no habría problemas… —¡Los hay! ¡Has bien tu trabajo o hablaré con mi marido para que te despida! —la regañó Madeline, desquitando su ira en esa artista— ¡Ve tras ellas y no dejes que esa mujer se involucre de más con las niñas! —añadió Madeline, antes de irse furiosa. En su mente, maldiciendo, deseando que llegue el día de deshacerse de Cassandra. ……… Mientras tanto. Cassandra respiró hondo, encontrando a las gemelas, las tomó de las manitas, viéndolas, les sonrió dulcemente. —¿Listas para intentarlo de nuevo? —preguntó, tratando de recuperar la alegría del momento. —Pero mamá arruinó todo mi lienzo… —hizo un puchero, Cristal. —Volveremos a hacer uno nuevo, y será cien veces mejor que el anterior~ —le dijo Cassandra con delicadeza, agachada a la altura de Cristal. La gemela mayor asintió, y, aunque su rostro aún mostraba signos de frustración, pe