El CEO Fiorentino, se volvió hacia esa mujer, su mirada afilada como una daga. Con un movimiento rápido, la agarró de la boca, obligándola a callar. Se inclinó, su aliento contra el rostro de Cassandra, impregnado de desprecio, y susurró: —¿Crees que puedes meterte?, te recuerdo, la educación de estas niñas recae totalmente en mis manos —los finos ojos azules de ese hombre, sin darle oportunidad a Cassandra de reaccionar—. Y una cosa más, no me hables así delante de mis hijas. Recuerda tu lugar, porque para ellas, no eres más que una empleada que le está faltando el respeto a su amado padre. Cassandra sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor… La rabia y la indignación se apoderaron de esa mujer, a la vez que Angelo, la soltaba. Las lágrimas brotaron de los ojos de Clara, y Cristal se quedó paralizada al ver a su padre tratar así a la segunda niñera. De inmediato, Cristal tomó la mano de Clara, y se fue de ahí enojada. —¡Basta, Angelo! ¡¿Estás loco?! ¿Cómo se te
Esa tarde noche. Cuando el sol comenzaba a ocultarse, junto al mayordomo, la niñera principal y algunos otros del servicio en la mansión. Cassandra veía a sus hijas subir a esa limusina junto a Madeline. Su mirada tornándose levemente borrosa por sus lágrimas que querían emerger, y ella tuvo que limpiar rápida y disimuladamente. Veía que iban otros automóviles negros escoltando la limusina. Dándose cuenta del exceso de seguridad a ellas y que Marco tenía razón… ¡No iba a ser sencillo sacarlas de ahí! …………. ✧✧✧ Al día siguiente. ✧✧✧ Cassandra despertó temprano como se había vuelto su costumbre desde que estuvo en prisión. Al bajar al salón comedor de los empleados, se encontró con una escena que llamó poderosamente su atención… ¡¡NO HABÍA ABSOLUTAMENTE NADIE!! Sus ojos se pasearon por los alrededores. Hasta que escuchó el sonido de la puerta, Cassandra volvió a ver de inmediato en esa dirección, era María. —¿Dónde están todos? —le preguntó Cassandra confundida—. Pensé
Cassandra ingresó a la cocina apresuradamente. ¡CLANK! La puerta resonando con fuerza tras de ella. Al mismo tiempo que se acercaba a un lavamanos, limpiando la sangre en su mano y tomando una servilleta de tela, la cubrió. —¿No sale ni ve a nadie este día…? —susurró en el rotundo silencio de la espaciosa cocina, su mirada perdida en la distancia, su corazón latiendo aceleradamente. Fue imposible no recordarlo. ………. ✧✧✧ Cuatro años y ocho meses atrás. En la mansión Brenaman. ✧✧✧ —¡¿Aún no le has dicho nada?! ¡Pero cariño, están casados, no puedes ocultarle a tu marido que estás embarazada! —regañó la señora Emma Brenaman a su hija, Cassandra. Ambas mujeres esa noche, tomando un té y comiendo algunos bocadillos, en la sala de estar. —Lo sé… —susurró Cassandra, a la vez que sostenía la taza de té en sus manos, viendo el líquido dorado, con una expresión cabizbaja. No se animaba… Simplemente no podía decirle a su madre que su matrimonio, NO ERA como todos creían, no
La habitación era un caos absoluto.Tragos vacíos y vidrios rotos esparcidos por el suelo como fragmentos de su alma destrozada.En el centro del desorden, Angelo se encontraba sentado en un sofá individual de su habitación.Su mirada perdida en una mesa cubierta de documentos arrugados y fotografías. La luz tenue de las lámparas, proyectando sombras sobre su rostro, que se mantenía inmutable, aunque en su interior cientos de sentimientos conflictivos que lo consumían. Antonio Rossi, entró, su figura contrastando con la oscuridad que envolvía a Angelo.Con una expresión pacífica, se acercó hacia su amigo. —Es mucho licor para ti solo~ —sonrió con un gesto de despreocupación, sentándose en el sofá largo del otro extremo de la mesita—. ¿Por qué no salimos un rato? Sabes que mi esposa ensaya para su próximo concierto de ópera. Podrías disfrutarlo, te encanta la música clásica.Angelo clavó su fría mirada azul en ese hombre también de nacionalidad Italiana, así es, Antonio Rossi, el d
✧✧✧ Al día siguiente. ✧✧✧ Cassandra se miró en el espejo, tratando de ignorar las marcas moradas en su cuello que aún ardían… Recuerdos de una noche bastante inusual en la que sintió nuevamente que ese desquiciado podría quitarle la vida. Ella se puso una camisa de cuello alto, en un intento vano de ocultar ese hecho de todos los empleados de la mansión. Sabía que hoy era el día en que Madeline regresaría de su viaje con las gemelas, y la tensión en el aire le erizaba la piel. ¡Ansiaba ver a las pequeñas de nuevo! Después de cuatro años sin verlas, y al comenzar a conocerlas… Su amor maternal crecía desmesurado por esas bellas gemelas. Más tarde, esa noche. Cuando finalmente Madeline ingresó con las gemelas, los hombres vestidos de oscuro tras ellas, llevaban las maletas. La niñera principal, esa mujer de rostro frío y demandante, se acercó a Cassandra, señalando hacia las maletas. —Llévalas al salón mientras yo me encargo de las niñas —le ordenó. Cassandra asinti
—¿Consecuencias…? —recalcó Cassandra, su voz temblando de indignación. Era inútil intentar hacer entrar en razón a ese hombre. Era evidente que utilizaba a las niñas como herramientas para atormentarla, para despojarla de su capacidad de razonamiento y su calma, sumergiéndola en un abismo de enojo y desesperación, y… ¡¡El muy maldito, lo estaba logrando!! Cassandra cerró sus manos en puños, apretando con fuerza sus temblorosos dedos, mientras la furia se reflejaba en su delicado rostro. Su flequillo, como siempre, ocultaba la cicatriz que marcaba su piel. Las palabras de ellos dos cesaron en el salón, una habitación de decoraciones blancas y crema, donde el ambiente fresco y relajante se sentía irónicamente opresivo. Angelo, con una mirada llena de indiferencia, dirigió su atención al encargado de seguridad que permanecía en el interior. En un instante, el hombre comprendió el gesto de su señor. Él asintió y salió del lugar, dejando a Cassandra sola con su exesposo. Clack~
Un feroz y profundo beso que había repetido tantas veces últimamente, que Cassandra había perdido la cuenta. Un hombre al que le había suplicado amor durante más de una década; los pocos besos que él le había dado en el pasado antes de ingresar a prisión, los podía contar con los dedos de una sola mano. Ahora, ¿era su deseo de destruirla tan profundo que la obligaba a besarlo?, como si le susurrara cruelmente: "Besa al hombre que te arruinó la vida, que te despojó de todo y te tiene a sus pies como una zorra barata." Al cruzar ese pensamiento en su mente, Cassandra se distanció, su corazón latía con furia y dolor. Angelo sin bajarla, caminó, y en un momento… PLOF~ La dejó caer sin piedad dentro del jacuzzi. —¡¡¡MALDITO SALVAJE!!! —gritó Cassandra, emergiendo del agua, tosiendo al tragar un poco. —¿Dónde divagaba tu mente, mujer? Concéntrate únicamente en mí —exigió ese imponente hombre con arrogancia, su ceño fruncido mientras se sumergía junto a ella. —¡AAH! —exclamó Cassa
¡Cassandra, solo quería de regreso a sus bebés!, no tenerlas era su agonía más asfixiante. ¿Por qué Angelo se había vuelto tan maldito con ella?… ¡Se suponía era un hombre muy inteligente! ¿Tan ciegamente creía en sí mismo y que ella era la culpable? ¿O era su ego y orgullo los que no le permitían aceptar su inocencia probada en la ley? Cassandra llevó sus manos a su rostro, y las lágrimas comenzaron a fluir, amargas y desgarradoras. Sabía que él la quería hacer sentir miserable, y lo lograba con una maestría impecable. «Puedo hacerlo de esta manera y a mí no me afectará. Pero a ti sí.» Ella estaba convencida que bajo ese pensamiento, ese demonio jugó con ella tomándola con la ternura que jamás lo hizo… Aunque claro, una falsa. ¡Cassandra limpió sus lágrimas!, inhaló y exhaló, tratando de mantener la calma. "Marco ya debería haber contactado a Harold… Sé que pronto volveré a estar en contacto con ellos…" "No puedo… No puedo dejarme llevar por los juegos de Ang