—¿Que es "su madre…"? ¿Ella fue la que les dijo eso? —preguntó Antonio Rossi a las gemelas, asegurándolas en sus asientos dentro del avión. —Sí. Papá siempre dice que mamá está ocupada, viajando por el mundo. Pero mamá mintió, mamá es Cassi y quería darnos una sorpresa en nuestro cumpleaños —exclamó Cristal, rebosante de emoción y haciendo gestos adorables con sus manitas. —¡Mamá nos mostró fotos de ella y papá, cuando estábamos en la villa de tío Marco! —agregó Clara, con una dulce y tímida sonrisa—. ¡Vimos a papi de pequeñito! —juntó sus manitas—. ¡Papi se veía tan tierno! Mamá se parece a Cristal y a mí. Las gemelas se miraron, llenas de alegría, y continuaron hablando entre ellas sobre las fotografías, completamente ajenas a Antonio. "¿De verdad esa mujer pensaba escapar para siempre con Marco? Sus acciones son tan contradictorias. Decirles que es su madre, pero no aprovechó para desacreditar a Angelo frente a ellas…" "Si hubiera hecho eso… tendría que pagar un alto precio.
—No tienes que preocuparte por nuestras hijas. Están bien. Antonio probablemente ya viene con ellas. Marco no planeaba que te quedaras con ellas otra vez… Lo sé, porque lo conozco, aunque me grites que soy un monstruo por odiarlo y querer hacerle daño. Tras decir eso, él guardó silencio, esperando una respuesta de Cassandra, un gesto, un movimiento… ¡Lo que sea! Pero solo recibió indiferencia y un frío silencio. Angelo exhaló, su mirada azul fija en el techo. —No te separaré de las gemelas… Lo prometo. Aunque creas que mi palabra no vale. En ese momento, unos sollozos apenas audibles llenaron el aire, como si ella intentara ocultar que lloraba una vez más. Las comisuras de los labios del CEO se curvaron en una pequeña sonrisa. Observó a la mujer a su lado, dándole la espalda, mostrando una figura hermosa y seductora. "Ella es tan hermosa", pensó fugazmente. Quiso tocarla, pero sabía que eso podría terminar muy mal. Así que se quedó en silencio, simplemente a su lado. Los min
Cassandra entró al comedor luciendo un vestido blanco casual de tirantes, falda volada y corta hasta sus rodillas; ella se encontró con su exesposo que ya estaba ahí, esperándola. Se acercó a una de las sillas, pero antes de que pudiera sentarse, una mujer se acercó para servirle la cena. —¡No!, no es necesario —interrumpió Cassandra, con un tono firme—. No tengo apetito, así que solo tomaré un té y… —Sirvele, va a comer —ordenó Angelo, su voz grave y autoritaria, ignorando la negativa de Cassandra. Sus ojos dorados se clavaron con rabia en él, mientras la mujer se marchaba, dejándolos solos en un ambiente pesado de tensión. —Adelante, come —dijo él, haciendo un gesto con una mano mientras levantaba su copa de vino, sus fríos ojos azules fijos en ella. —Te dije que no tengo hambre. No comeré —replicó ella, desafiándolo. —Cassandra. Llevas a mi hijo en tu vientre —subrayó Angelo, con una severidad que dejaba claro su propósito—. No permitiré que su salud esté en riesgo por
El CEO Fiorentino asintió levemente, su mirada fría. —La droga me dejó inconsciente, y la atrapé en su mentira, haciéndome creer que tuvimos sexo. Firmó por su propio bien —explicó brevemente, su voz cargada de indignación hacia Madeline, con solo recordar ese tortuoso día. —¿Entonces ya no vive contigo? —preguntó la mujer en un susurro, sus ojos fijos en su ex, buscando respuestas en su rostro. Angelo se quedó paralizado, la realidad golpeándolo con fuerza. ¡La tenía cautiva en su mansión! No iba a dejarla ir hasta hundir a Marco. —Por el momento, vive conmigo… —susurró, dándose cuenta al instante de lo terrible que sonaba esa afirmación. —¡JA! ¡Ya lo decía yo! ¡Mentiroso! ¡Marco tenía razón! —exclamó Cassandra, dirigiéndose a la salida—. ¡Solo buscas manipularme y convertirte en mi carcelero! Ella abrió la puerta para escapar, pero él la empujó de nuevo, cerrándola con un golpe que resonó en el salón comedor. —¡Déjame ir! ¡Quiero descansar! —exigió Cassandra, su vo
Una sonrisa burlona se dibujó en los labios del señor Fiorentino, que, con las manos en la cintura, negó lentamente, dejando escapar un suspiro de molestia. —Acabas de escucharme decir que sé que Marco volverá a buscarte. ¿Me crees tan estúpido? —su fría mirada azul se clavó en su exesposa, y en un movimiento rápido, la agarró de la muñeca, acercándola a él con fuerza. —¡Lo sabía, Angelo! —gritó Cassandra, forcejeando—. Todo lo que quieres es… —Haz silencio, no he terminado de hablar —la interrumpió él, con una voz que cortaba como un cuchillo—. Prometí no alejar a las niñas. Ya has estado con ellas lo suficiente, imagino que les dijiste que eres su madre y me dejaste como un vil villano ante sus ojos. —¡DEBÍ HACERLO! —respondió Cassandra, poniéndose de puntillas, acercando su rostro al de ese italiano, su mirada ardía de furia—. ¡Debí aprovechar la situación! Pero no soy un MALDITO MONSTRUO como tú. Angelo la arrinconó contra la puerta, un instante de silencio pesado se hizo en
Su mano se aferró con fuerza al cabello de ese hombre, tirando con desesperación, tratando de alejarlo, pero fue en vano. Ni siquiera eso logró que sus labios se separaran de los de ella. Cassandra sentía la humedad de sus oscuros mechones entrelazándose en sus dedos. Él sostenía su muñeca con firmeza, y su mano se cerró en un puño tenso. En ese momento, sus ojos se encontraron, y en la profundidad de esa mirada azul como el océano, vislumbró un destello de pasión. Ella movió la cabeza, alejándose un poco para tomar aire. En ese instante, sus cálidos alientos se mezclaban en una mínima distancia, pero, solo unos segundos después, él la besó de nuevo, al mismo momento que le liberaba su otra muñeca. —Mmm~ —ella produjo un gemido ahogado, su cuerpo contra la puerta, sintiendo el roce de ese cuerpo masculino que la presionaba, la atrevida pierna de él provocando un cosquilleo en su feminidad. Ella no quería tocarlo… Se negaba a hacerlo… Pero él la sorprendió al alzarla de repente
La mujer rubia avanzó nuevamente hacia ese hombre, sus manos aferrándose a su camisa negra, él la observó, sabía que planeaba algo, pero… Tampoco quería frenar su impulso. —Ven~ —susurró ella al ponerse de puntillas, viéndolo de cerca mientras se aferraba con firmeza de su camisa, como si lo estuviera retando a un juego tentador y ardiente. Sus manos soltaron a ese hombre, que sintió una sensación electrizante recorrerle todo el cuerpo. Volvió a verla, ella ahora dirigiéndose hacia una de las sillas del salón comedor, sacándola, le indicó sutilmente con el dedo que se siente. ¡Definitivamente algo tramaba!, pero él, moría por saber de qué se trataba… ¿Qué podría salir mal?, sabía que entre los dos, él era más astuto. El CEO se sentó en la silla, Cassandra aún detrás de él de pie; ella se inclinó, susurrando a su oído izquierdo: —Debió estar desesperado por recuperarme, si unos simples besos le tienen así de excitado, señor Fiorentino~ —las manos de Cassandra se posaron sobr
Cassandra desobedeció a la negativa del italiano. Sus manos de inmediato volvieron a acercar la camisa negra a sus ojos, como si lo estuvieran retando. Angelo frunció el ceño. —No lo harás, Cassandra. ¿Crees que soy tonto?, vas a irte, probablemente vas a intentar escapar. —¿Crees que soy tonta, Angelo? —le respondió ella, con un ligero temblor en sus palabras—. Debes de tener toda la propiedad rodeada con un exceso de seguridad. Además, ¿voy a escapar, cuando ya me quité absolutamente toda la ropa? —dijo ella, inclinándose hacia él a propósito, buscando que sienta el roce de sus pechos en su espalda. Efectivamente, ese CEO sintió la cálida y suave piel de la mujer, sus pezones rozando su espalda y una ola de deseo le recorrió, sintiéndose como un volcán a punto de hacer erupción. Él no dijo más nada. Tampoco se movió, ella entendió eso como un "sigue con tu juego"… Una sensación victoriosa la invadió, y terminó atando la camisa alrededor de los ojos del hombre. ¡La sensa