Minutos más tarde. Cuando Marco llegó a la primera planta del hotel. —¡Señor! ¡Es urgente! —gritó uno de los guardaespaldas que escoltaban a Cassandra. Marco se detuvo en seco, la sorpresa marcando su rostro. No necesitó que el hombre dijera más; ya sabía lo que iba a escuchar. —¡La señorita Brenaman ha huido por los baños! ¡Se escapó sola! Los ojos de Marco se abrieron de par en par, llenos de incredulidad. ¡Eso definitivamente NO lo esperaba! ………….. En la ciudad, Cassandra corría desesperada por las calles. Su vestido de novia, arrastrándose y mal colocado, la hacía ver vulnerable. Descalza, sucia, sudorosa y agotada, estaba huyendo de los hombres de Marco. Un grupo de hombres vestidos de negro la vio salir del callejón por donde había escapado de los baños femeninos. No podía creer que su plan de huida estuviera tan cerca de fracasar. La policía no era una opción; no sabía cuánta influencia tenía Marco sobre ellos. La rubia siguió corriendo, su corazón lat
—¡¿Cómo puedes ser tan cruel conmigo?! ¡No soy tu maldito juguete, Angelo! —gritó Cassandra, nuevamente forcejeando. El vehículo oscuro polarizado, seguía su rumbo. Cassandra ni siquiera prestaba atención a su alrededor, su mente llena de ira contenida, incómoda, entre los brazos de ese italiano y sentada en su regazo. Angelo por supuesto, ignoró sus quejas, su penetrante mirada azul, analizando cuidadosamente el cuerpo de esa mujer rubia. Observó el anillo de compromiso en su dedo anular izquierdo, también vio el collar de oro con la rosa, alrededor de su cuello, y ese molesto brazalete que jamás se quitó de la muñeca. Aún así… No les dio atención, al menos en ese momento. —Es una lencería muy sensual la que traes puesta —susurró él, su rostro entre el cuello y hombro izquierdo de Cassandra. Sus dedos tocando la liga del muslo izquierdo. ¡Cassandra sintió un escalofrío recorrerle todo el cuerpo! —¡No me toques….! —pidió, su voz ligeramente temblorosa. —No lo hago… No c
"Todo lo que hice… Fue amarte…" "De lo único que fuí culpable… Es de querer hacerte feliz…" "Una buena amiga, compañera de vida, mujer y madre de tus hijos…" Pensaba Cassandra, llorando desconsolada, a la vez que el vehículo avanzaba. Un silencio tenso reinaba en el interior, Angelo ni siquiera se atrevía a mirarla. Sus ojos azules en dirección a la ventanilla, viendo cómo salían de la ciudad. "Dices que… ¿Crees en mi inocencia? ¿Así de fácil? ¿De la nada? ¡¿Por qué eres tan despiadado?!" "¿Y mis cuatro años perdidos en prisión?, todo el infierno que viví ahí dentro…" "¿Quién me va a devolver el tiempo perdido con mis hijas? ¿Quién me devolverá el tiempo que no disfruté a mi papá? ¿Y mi mamá? ¡Lo perdí todo por tu culpa en ese tiempo! ¡Me lo QUITASTE TODO, Angelo!" Pensaba la mujer rubia. Hasta que de tanto llorar, sus lágrimas cesaron y su garganta dolía. Recostada al espaldar del sillón en el vehículo, sus ojos dorados veían el cambiante paisaje. Hasta que finalme
—¿Que es "su madre…"? ¿Ella fue la que les dijo eso? —preguntó Antonio Rossi a las gemelas, asegurándolas en sus asientos dentro del avión. —Sí. Papá siempre dice que mamá está ocupada, viajando por el mundo. Pero mamá mintió, mamá es Cassi y quería darnos una sorpresa en nuestro cumpleaños —exclamó Cristal, rebosante de emoción y haciendo gestos adorables con sus manitas. —¡Mamá nos mostró fotos de ella y papá, cuando estábamos en la villa de tío Marco! —agregó Clara, con una dulce y tímida sonrisa—. ¡Vimos a papi de pequeñito! —juntó sus manitas—. ¡Papi se veía tan tierno! Mamá se parece a Cristal y a mí. Las gemelas se miraron, llenas de alegría, y continuaron hablando entre ellas sobre las fotografías, completamente ajenas a Antonio. "¿De verdad esa mujer pensaba escapar para siempre con Marco? Sus acciones son tan contradictorias. Decirles que es su madre, pero no aprovechó para desacreditar a Angelo frente a ellas…" "Si hubiera hecho eso… tendría que pagar un alto precio.
—No tienes que preocuparte por nuestras hijas. Están bien. Antonio probablemente ya viene con ellas. Marco no planeaba que te quedaras con ellas otra vez… Lo sé, porque lo conozco, aunque me grites que soy un monstruo por odiarlo y querer hacerle daño. Tras decir eso, él guardó silencio, esperando una respuesta de Cassandra, un gesto, un movimiento… ¡Lo que sea! Pero solo recibió indiferencia y un frío silencio. Angelo exhaló, su mirada azul fija en el techo. —No te separaré de las gemelas… Lo prometo. Aunque creas que mi palabra no vale. En ese momento, unos sollozos apenas audibles llenaron el aire, como si ella intentara ocultar que lloraba una vez más. Las comisuras de los labios del CEO se curvaron en una pequeña sonrisa. Observó a la mujer a su lado, dándole la espalda, mostrando una figura hermosa y seductora. "Ella es tan hermosa", pensó fugazmente. Quiso tocarla, pero sabía que eso podría terminar muy mal. Así que se quedó en silencio, simplemente a su lado. Los min
Cassandra entró al comedor luciendo un vestido blanco casual de tirantes, falda volada y corta hasta sus rodillas; ella se encontró con su exesposo que ya estaba ahí, esperándola. Se acercó a una de las sillas, pero antes de que pudiera sentarse, una mujer se acercó para servirle la cena. —¡No!, no es necesario —interrumpió Cassandra, con un tono firme—. No tengo apetito, así que solo tomaré un té y… —Sirvele, va a comer —ordenó Angelo, su voz grave y autoritaria, ignorando la negativa de Cassandra. Sus ojos dorados se clavaron con rabia en él, mientras la mujer se marchaba, dejándolos solos en un ambiente pesado de tensión. —Adelante, come —dijo él, haciendo un gesto con una mano mientras levantaba su copa de vino, sus fríos ojos azules fijos en ella. —Te dije que no tengo hambre. No comeré —replicó ella, desafiándolo. —Cassandra. Llevas a mi hijo en tu vientre —subrayó Angelo, con una severidad que dejaba claro su propósito—. No permitiré que su salud esté en riesgo por
El CEO Fiorentino asintió levemente, su mirada fría. —La droga me dejó inconsciente, y la atrapé en su mentira, haciéndome creer que tuvimos sexo. Firmó por su propio bien —explicó brevemente, su voz cargada de indignación hacia Madeline, con solo recordar ese tortuoso día. —¿Entonces ya no vive contigo? —preguntó la mujer en un susurro, sus ojos fijos en su ex, buscando respuestas en su rostro. Angelo se quedó paralizado, la realidad golpeándolo con fuerza. ¡La tenía cautiva en su mansión! No iba a dejarla ir hasta hundir a Marco. —Por el momento, vive conmigo… —susurró, dándose cuenta al instante de lo terrible que sonaba esa afirmación. —¡JA! ¡Ya lo decía yo! ¡Mentiroso! ¡Marco tenía razón! —exclamó Cassandra, dirigiéndose a la salida—. ¡Solo buscas manipularme y convertirte en mi carcelero! Ella abrió la puerta para escapar, pero él la empujó de nuevo, cerrándola con un golpe que resonó en el salón comedor. —¡Déjame ir! ¡Quiero descansar! —exigió Cassandra, su
✧✧✧ Cuatro años atrás. ✧✧ —¡POR FAVOR!… ¡AYÚDENME! ¡AYUDEN A MIS BEBÉS! La enfermería en esa prisión de Miami era un lugar frío y desolado. Sin embargo, ese día en particular, estaba sumergido en un ambiente tenso. Cassandra Brenaman, con su gran barriga de embarazo, se retorcía en la camilla, el dolor la atravesaba como cuchillas afiladas por todo su delgado y frágil cuerpo. —¡AAAAAH, DIOS! ¡¡AAAY!! —gritaba con su rostro rojo, el sudor presente recorriendo su cuerpo tembloroso. La angustia se adueñaba de ella, mientras las contracciones la sacudían, cada una más intensa que la anterior. —¡¡¡SOCORRO!!! De repente, la puerta se abrió y un grupo de médicos, vestidos con batas blancas y con un aire de autoridad, entraron en la enfermería. No eran del personal de la prisión; venían de parte del temido y respetado, señor Fiorentino. Sin tiempo que perder, comenzaron a preparar el equipo mientras Cassandra, con el rostro empapado en sudor y lágrimas, se aferraba a las sá