Levantó su teléfono de forma desconcertada y tuvo la intención de llamar a su madre. Sin embargo, cuando estaba a punto de pulsar el botón de marcar, recordó su advertencia severa: ‘¡No me llames!’.

Efectivamente, Eloise era una mujer ocupada. ¿Cómo iba a tener tiempo para contestar a sus llamadas? Incluso si contestara, era inútil, ya que no podía hacer nada para ayudarlo. Tras una breve pausa, salió de la interfaz de llamadas, abrió un mensajero de texto y escribió: [Perdí. Lo siento y adiós].

“Señor Hall...”. Su secretaria lo estaba esperando en la puerta, con una caja en sus manos.

Nathaniel le indicó que se marchara con un ligero gesto de la mano. “Vete. ¡Deberías irte!”.

Se obligó a levantarse, se acercó a las ventanas del piso al techo y miró al exterior. La ciudad aún tenía mucha vida, prosperidad y una belleza resplandeciente, pero nada de eso le pertenecía.

Recordaba vagamente la primera vez que se instaló en su oficina. Acababa de fundar la compañía, pero las ventas d