“Si quieres solucionarlo tú misma, no tengo problema con eso. Si te sientes molesta y no quieres lidiar con ello, también puedo ayudarte a resolverlo”. Él tiró la toalla a un lado, le tomó la mano y se arrodilló frente a ella antes de decirle suavemente: “Tienes que saber que, decidas lo que decidas, respetaré tu opinión”.

De repente, Lily se sintió muy conmovida y le entraron ganas de llorar. Puso sus brazos alrededor de su cuello mientras hacía un puchero. “¡Cariño, eres el mejor!”.

Lo decía desde el fondo de su corazón, ya que se sentía afortunada de tenerlo en su vida.

Alexander tembló como si no oyera con claridad. “¿Qué dijiste? ¿Podrías repetirlo?”.

“¡Eres el mejor!”, susurró Lily mientras se enterraba en sus hombros.

“¡Esa parte no, la anterior! ¡Dilo otra vez!”. Él se apartó un poco y la miró a los ojos.

Después de haber estado casados durante tanto tiempo, ella nunca cambió la forma de dirigirse a él. Siempre lo llamaba por su nombre, y de vez en cuando le d