Lily enarcó las cejas con sorpresa. En primer lugar, se dio cuenta de que era el nombre de una chica, pero esa no era la parte más importante. El problema principal era que vio a Alexander fruncir las cejas.

Con un toque en la pantalla, rechazó la llamada.

Antes de que pudiera volver a poner la mano en el volante, su teléfono volvió a sonar. Solo el tono de llamada ya era suficiente para hacer que alguien se pusiera nervioso.

Suspirando, puso una mano junto a la ventanilla y extendió la otra para rechazar la llamada, pero Lily se lo impidió. “Contesta. Puede que sea urgente”.

“Puedo irme si te resulta más cómodo”. Mientras lo decía, se desabrochó el cinturón de seguridad.

“No es necesario”. Alexander tiró de ella. Cogió el teléfono y contestó: “¿Qué pasa?”.

“Bua, bua, bua, bua...”.

Se oyeron sollozos al otro lado de la línea, lo que asustó a Lily. Ella quedó perpleja, preguntándose si estaba alucinando.

Alexander se quedó sin palabras. También lucía un poco impaciente. “Vuelve