Nathaniel la abrazó por detrás y se apresuró a disculparse: “No te enojes, Mel. ¡Todo es mi culpa! No debí enojarme y gritarte. Tú me importas, no solo el bebé. Los dos son igual de importantes”. Él le besó la nuca mientras se explicaba.

“¿Por qué no miras esto si no me crees?”. Nathaniel sacó una cajita de terciopelo. Había planeado pedirle matrimonio de manera más formal, pero eso ya no importaba, ya que su sonrisa era lo más importante.

Melanie miró la caja mientras se abría ante sus ojos. Dentro había un gran anillo de diamantes deslumbrante que cautivó su corazón; sus lágrimas se detuvieron de inmediato. Se quedó mirando fijamente el anillo mientras Nathaniel caminaba delante de ella y se arrodillaba.

“Sé que has sufrido mucho estando a mi lado todos estos años, Mel. También sé que trabajas duro para ayudarme. Ha sido difícil para ti. Por eso, me gustaría pedirte que me des la oportunidad de cuidar de ti y de nuestro bebé. ¡Déjame mimarte toda la vida y darte felicidad! ¿Quiere