4 de enero de 2019Querido diario,Me encuentro aquí, nuevamente, frente a ti, pero hoy las palabras pesan diferente. Me pregunto por qué continúo escribiéndote si siento que ya no hay nada por decir. Durante un tiempo, fuiste mi refugio, el espejo donde podía verme sin disfraz, recordándome quién soy en verdad. Pero ahora, esa claridad se ha tornado en duda, y me pregunto cuál es el sentido de seguir vertiendo pensamientos y sentimientos en estas páginas.Ha llegado un momento de reflexión, quizás de aceptación, donde debo admitir que mantener este diálogo silencioso ya no me sirve como antes. Tal vez es el crecimiento, o simplemente el cambio, el que me lleva a sentir que este hábito de escribirte se ha convertido en un eco de quien solía ser, y no de quien estoy siendo ahora.Así, con una mezcla de tristeza y resignación, siento que es momento de decir adiós a este acto de escribir. No porque desprecie lo que ha sido, sino porque reconozco que ya no me aporta lo que necesito. Es un
OwenCaminábamos por el bosque enemigo, un territorio que se había convertido en el escenario de nuestra desesperada misión tras meses de esfuerzos diplomáticos infructuosos por recuperar a Grace. La frustración hervía en mi interior, una furia contenida que luchaba por liberarse con cada paso que dábamos bajo la sombría cobertura de los árboles antiguos.Estaba furioso, no solo con los Necrolobos, sino con nosotros mismos, por no haber actuado con la inmediatez que la situación demandaba desde el principio.—Deberíamos haber venido en cuanto se la llevaron a su territorio y acabar con todos para tenerla de vuelta conmigo, —murmuraba para mis adentros, cada palabra como un eco de mi ira y desesperación.Los consejos de prudencia y racionalidad, ofrecidos por mis padres y la madre de Grace, ahora me parecían palabras vacías, un eco distante de precaución en un mar de urgencia.Inútil. Habíamos perdido tanto tiempo en debates y estrategias, esperando encontrar una solución pacífica que
OwenSin embargo, Grace no estaba paralizada por el shock como yo. En lugar de eso, aprovechó mi momentánea incapacidad para reaccionar, un testimonio de su astucia y habilidad para adaptarse rápidamente a la situación. Con un movimiento fluido y preciso, me derribó, invirtiendo nuestras posiciones con una facilidad desconcertante. De repente, me encontré en el suelo, mirando hacia arriba, mientras ella se ponía de pie, lista para atacar.El cambio en la dinámica fue tan abrupto como desconcertante. La sorpresa inicial dio paso rápidamente a una mezcla de admiración y preocupación. Grace, la misma que habíamos venido a rescatar, no solo se había defendido con éxito, sino que también había tomado la ofensiva, mostrando una destreza y una determinación que iban más allá de lo que cualquiera de nosotros había anticipado.Mientras me levantaba rápidamente, preparándome para enfrentar el ataque que sabía que estaba por venir, no pude evitar sentir un profundo respeto por Grace. A pesar de
GraceLlevamos a los prisioneros a un rincón secreto del bosque, un lugar envuelto en sombras y susurros de la naturaleza que solo nosotros cinco conocíamos. Ni mi padre ni sus hombres más leales habían pisado jamás este santuario oculto, descubierto en una de nuestras aventuras juveniles, en un día impetuoso en el que el deseo de explorar nos había llevado más allá de los límites conocidos.Quería información, sí, esa era la misión. Necesitaba conocer los movimientos y las debilidades de la manada de Crescent Moon para planificar nuestro próximo ataque. Sin embargo, había algo más, algo inesperado e inquietante. El chico alto y musculoso, cuya piel estaba marcada con tatuajes que contaban historias no dichas, había despertado una curiosidad ardiente dentro de mí. Cada línea de tinta sobre su piel parecía invocar una historia oculta, un misterio que se entrelazaba con la fuerza y la determinación que irradiaba.Jackson, por su parte, había actuado impulsado por una posesividad que no
Grace—No, —dijo Roma con una firmeza que cortó el aire tenso de la cueva. En un movimiento rápido y decidido, lanzó la medicación lejos de mí. El frasco voló por el aire antes de caer y quebrarse contra el suelo de piedra, el líquido azul derramándose y tiñendo las grietas con su color. —¿Por qué ahora? —Su pregunta, cargada de sospecha y temor, resonó en el espacio confinado, elevando la tensión a niveles palpables.En un instante, la cueva se transformó en un hervidero de lealtades enfrentadas. Roma desenvainó su espada con una gracia peligrosa y apuntó a June, su postura desafiante y protectora. —No te atrevas a amenazar a mi compañera, —gruñó Alex, apuntando su propia espada hacia Roma, su lealtad a June clara y decidida.Mecánicamente, como movida por un instinto que no comprendía del todo, armé mi arco apuntando a Alex. Mi corazón latía con fuerza, una mezcla de confusión, miedo y una ira emergente que luchaba por encontrar una salida.—¿¡Qué mierda está pasando!? —grité, mi v
OwenGrace estaba parada frente a nosotros, su figura recortada contra el tenue resplandor que se filtraba desde la entrada de la cueva. La intensidad de su mirada, la firmeza con la que enfrentaba la situación, me dejaba sin aliento. No podía creer la magnitud de lo que estaba ocurriendo, cómo se habían desvelado verdades que cambiaban todo lo que creíamos saber.Cada fibra de mi ser clamaba por liberarme, por correr a través de la oscuridad y enfrentar al padre de Grace, aquel que había tejido una red de mentiras tan densa que nos había consumido a todos. La ira que bullía dentro de mí era una tormenta, feroz y despiadada, impulsada por la necesidad de proteger a Grace, de arrancarla de las garras de la manipulación y la traición.Las palabras de Kallie, pronunciadas con una mezcla de temor y esperanza, me tomaron por sorpresa, al igual que a todos en la cueva. —¿Entonces no nos matarán? —Su pregunta, tan cargada de vulnerabilidad, resonó en el espacio confinado, un eco de nuestras
OwenLa mirada de Grace me perforaba, intensa y cargada de emociones no expresadas. Estaba sentada en el borde de esa cama improvisada, una figura de resiliencia y fuerza en la penumbra del búnker. Mientras tanto, yo me encontraba apoyado contra la puerta con los brazos cruzados, mi postura un intento fallido de mantener una distancia emocional que mi corazón se negaba a reconocer.—Creo que ese es un baño, —dijo de repente, rompiendo el silencio entre nosotros. Con un leve movimiento de cabeza, indicó una puerta cercana a la cama, un detalle del entorno que hasta ese momento había pasado desapercibido para ambos.—Tal vez lo sea... —Respondí, mi voz teñida de una leve diversión ante la observación. La tensión que había marcado nuestra interacción comenzó a disiparse, reemplazada por un atisbo de la comodidad y la familiaridad que siempre habíamos compartido.Nos quedamos en silencio un momento más, contemplando la puerta que Grace había señalado.Lentamente, Grace se levantó y se dir
GraceOwen me había despertado varias veces durante el día, su tacto ligero y cuidadoso rompiendo la barrera del sueño. Cada contacto, aunque suave y lleno de cariño, encendía mi cuerpo con chispas que me llevaban a la locura.Era una locura dulce, nacida de la conexión profunda que compartíamos, una que iba más allá de la simple proximidad física. Era como si, con cada toque, se reafirmara la promesa silenciosa de estar siempre el uno para el otro, sin importar los desafíos que enfrentáramos.Varias horas después, sumidos en ese estado de semi consciencia que el agotamiento y la seguridad momentánea nos permitían, un golpe en la puerta cortó abruptamente la tranquilidad que nos envolvía.El sonido, seco y urgente, resonó en el pequeño espacio, trayendo consigo la cruda realidad de nuestra realidad.—Grace, tenemos que irnos. —La voz de Roma, firme y clara, atravesó la niebla de nuestra intimidad, trayéndonos de vuelta a la realidad con una claridad desgarradora.—Mierda, me quedaría