Confesiones a la Luna
Confesiones a la Luna
Por: EugeMD
Capítulo 1

20 de marzo de 2009

Querido diario,

Hoy es un día super, super feliz, como dice mamá. ¡Conocí a mi nueva familia! Tengo hermanastros ahora, Anya y Dan, que son hijos de mi nuevo papá (él no es mi papá de verdad, pero es muy bueno).

Mamá ya no está sola y eso me hace sentir feliz y calentita por dentro, como cuando tomo chocolate caliente. Mi nuevo papá es súper amable conmigo. ¡Me dio este diario para escribir sobre todo lo que hago en esta ciudad nueva! Es muy bonito y tiene muchas páginas para mis secretos y aventuras.

Estoy feliz por mamá. Ella sonríe mucho más ahora y eso me hace sonreír también. Ella dice que vamos a estar bien aquí y yo le creo.

¡Ups! Tengo que ir a ayudar a poner la mesa para la cena. Vamos a comer juntos como una familia de verdad. ¡Qué emoción!

Con cariño, Grace.

Grace

—Espero que la cena te haya gustado, Grace, —dijo la voz de mi padrastro, Rafe. Él era el nuevo esposo de mamá. Yo nunca conocí a mi papá de verdad, pero eso ya no me importa tanto. Mamá siempre ha estado conmigo, llevándome a todos lados y jugando conmigo. Como mejores amigas.

Un día, mientras estábamos sentadas en el sofá, mamá me dijo que había conocido a alguien muy especial. Me contó que él la quería mucho y también estaba emocionado por conocerme. Eso me hizo sentir importante y un poco nerviosa. Así que, después de unos días, mamá me llevó a conocer a Rafe.

Él era muy alto y tenía una sonrisa amable. La primera vez que me vio, se agachó para estar a mi altura y me regaló un oso de peluche. Desde entonces, siempre me ha hecho sentir como si realmente fuera parte de su familia. Mamá parece tan feliz cuando está con él, y eso me hace feliz a mí también.

A los pocos meses de conocer a Rafe, mamá y él se casaron. Fue una boda bonita, con flores y música. Lo más raro fue que se hicieron tatuajes iguales, como una mordida en el cuello. Yo no entendí mucho por qué, pero ellos dijeron que era un gesto de amor verdadero. Yo pensé que cuando encuentre a mi amor de verdad, no me voy a hacer un tatuaje así, ¡qué locura!

El día de la boda también conocí a Dan y Anya. Dan es el mayor, tiene 11 años, y Anya, que tiene 9, es un poquito más grande que yo. Dan es muy serio y siempre está leyendo o haciendo cosas de grandes, pero cuando habla conmigo se ríe y me hace sentir bien. Es como el hermano mayor que siempre quise.

Pero Anya es diferente. Desde el primer día, ella me mira de una forma rara, como si no quisiera que estuviera aquí. Siempre está susurrando cosas que no entiendo, pero sé que no son bonitas. Una vez, la escuché decir algo feo sobre mí. Eso me hizo sentir triste, pero no le dije a mamá. No quiero que ella se preocupe por eso ahora que es tan feliz con Rafe.

—Estaba muy rica la comida, muchas gracias, Rafe, —le dije, sonriendo tanto que casi me dolían las mejillas. 

Mañana iba a ser un día grande, mi primer día en la nueva escuela. La verdad es que estaba súper emocionada, pero también un poquito nerviosa. No conocía a nadie allí y, aunque Dan y Anya ya iban a esa escuela, no quería molestarlos pidiéndoles que estuvieran conmigo todo el tiempo. Además, Anya ya me había dicho muy claramente que no quería juntarse conmigo en la escuela, lo que me había hecho sentir un poco sola y triste.

Pero no importa, porque mamá también estaba emocionada por mi primer día. Ella dijo que me acompañaría hasta la puerta y estaría ahí cuando saliera. Eso me hacía sentir un poco más valiente. En mi cabeza, ya me imaginaba haciendo nuevos amigos y contándoles a mamá y Rafe todas las aventuras del día. Quizás, hasta podría contarles a Dan y Anya, si ellos querían escuchar.

Al día siguiente, la mañana estaba llena de ajetreo. Mamá nos llevó a los tres a la escuela. Rafe tenía que trabajar, así que ella insistió en llevarnos a todos. Recuerdo que, mientras salía de mi habitación, escuché a Anya discutiendo con su papá. No quería que mamá nos llevara a todos juntos. Pero al final, ella fue castigada por discutir tanto y tuvo que venir con nosotros en el auto.

El camino a la escuela estuvo lleno de silencio. Anya se sentó en el asiento de atrás, mirando por la ventana y sin decir una palabra. Dan estaba en su mundo, con sus auriculares puestos. Y yo estaba allí, en el medio, emocionada y un poco nerviosa, mirando hacia la nueva escuela.

Cuando llegamos, la escuela me pareció enorme. Era como un castillo gigante lleno de niños. Había chicos y chicas de todas las edades corriendo, jugando y riendo por todos lados. Algunos jugaban al fútbol en el patio, otros saltaban la cuerda y algunos simplemente charlaban en grupos.

Mamá me tomó de la mano y me acompañó hasta la entrada. Me dio un beso en la frente y me dijo que todo iba a estar bien, que haría nuevos amigos enseguida. Miré hacia atrás justo antes de entrar y la vi allí, sonriendo y saludando.

Respiré hondo, ajusté mi mochila sobre los hombros y me dirigí hacia mi primera aventura en la nueva escuela.

Cuando cruzamos las puertas de la escuela, Anya me dejó plantada. Se giró hacia mí, sus ojos llenos de algo que parecía desprecio, y simplemente se alejó sin decir una palabra. Sentí algo apretándose en mi pecho y, antes de que pudiera evitarlo, mis ojos se llenaron de lágrimas. Mordí fuerte mi labio inferior, tratando con todas mis fuerzas de no llorar delante de todos los niños de la escuela.

Fue entonces cuando Dan, mi hermanastro, se acercó a mí. Se arrodilló frente a mí y, con un gesto muy tierno, limpió con cuidado las lágrimas que ya se habían deslizado por mis mejillas.

—No llores, peque, —me dijo con una voz llena de cariño. —Yo te acompaño, ¿quieres?

Asentí con la cabeza, incapaz de hablar por un momento.

—Eso me gustaría, sí, —logré decir al final, esbozando una pequeña sonrisa.

—Eso es, una niña tan bonita no puede estar triste, —dijo Dan, devolviéndome la sonrisa. Se levantó, tomó mi mano con suavidad y juntos caminamos hacia mi salón.

Llegué al aula con mi corazón latiendo rápido de la emoción y un poco de nervios. La maestra, con una sonrisa amable, me pidió que me presentara a la clase. Miré a todos esos rostros curiosos y reuní mi valentía.

—Hola, mi nombre es Grace y tengo 7 años, mi mamá se casó con Rafe y ahora vivimos en esta ciudad. Espero que nos llevemos bien, —dije tratando de sonar lo más segura posible. La maestra me asignó un asiento al lado de un chico rubio con ojos marrones.

Mientras caminaba hacia mi lugar, escuché algunos murmullos que me confundieron. Algunos niños susurraban algo sobre un ‘Beta’ y mencionaban a Dan y Anya. No entendía bien de qué hablaban, pero decidí que lo mejor era ignorarlo.

Me senté en mi silla y antes de que pudiera sacar mis libros, el chico rubio a mi lado se giró hacia mí.

—Hola, me llamo Max, ¿podemos ser amigos si quieres?, —me dijo con una sonrisa tan grande y sincera que me hizo sentir mucho mejor.

—Me encantaría ser tu amiga, —respondí con una sonrisa igual de grande. Algo me decía que Max y yo íbamos a llevarnos muy bien. Tal vez este día no sería tan malo después de todo.

Durante el recreo, Max y yo fuimos juntos a la cafetería y nos sentamos con otros niños de nuestra clase. Me sentí tan feliz porque todos me trataban muy bien. Me reí mucho con sus chistes y juegos, y por un momento, olvidé cualquier preocupación que tenía.

Entonces, vi entrar a Anya con sus amigas. Me miró y torció los labios en una mueca antes de girarse y decirles algo a sus amigas en voz baja. Ellas también me miraron con una expresión que no me gustó. Pero decidí no prestarles atención; después de todo, yo estaba rodeada de mis nuevos amigos y eso era lo que importaba.

Poco después, Dan entró a la cafetería con un amigo suyo. Su amigo era sorprendentemente alto para su edad, con cabello muy oscuro y ojos claros que destacaban. Dan me saludó desde lejos y yo le devolví el saludo con una sonrisa. Por un segundo, su amigo también me miró, pero se quedó inmóvil, como si algo le hubiera llamado la atención en mí. Solo fueron unos segundos, pero me parecieron más largos. Luego, se giró rápidamente y se sentó en su mesa con Dan.

Me quedé pensando en ese momento extraño por un instante, pero luego volví a la conversación con Max y los demás. Aunque no podía dejar de preguntarme quién sería ese amigo de Dan y por qué me había mirado así.

—Me encanta tu cabello rojo, —me dijo una niña de la mesa, mirándome con ojos llenos de admiración. Su nombre era Kallie, y tenía una sonrisa amigable que me hizo sentir bienvenida.

—Gracias, mi mamá también lo tiene así, —le respondí con una sonrisa. Kallie y yo seguimos charlando sobre cosas de la escuela, nuestros dibujos animados favoritos y las mascotas que nos gustaría tener. Era agradable tener a alguien más con quien hablar y compartir cosas.

Cuando sonó el timbre de salida, Max y Kallie se ofrecieron a acompañarme hasta la entrada donde mamá me estaba esperando. Caminamos juntos, riendo y bromeando por el camino.

Al llegar a la entrada, vi a mamá de pie, esperándome. A su lado estaban Anya, Dan y el amigo de Dan, el chico alto con el pelo oscuro y los ojos claros. Todos estaban hablando animadamente. Me pregunté de qué estarían hablando, ya que parecían estar pasándola bien.

Me acerqué a ellos con Max y Kallie a cada lado. Mamá me vio y su rostro se iluminó con una gran sonrisa.

—¡Grace, cariño! ¿Cómo te fue en tu primer día? —me preguntó.

Antes de que pudiera responder, Anya me miró y luego a Max y Kallie, con una expresión que no supe interpretar. Dan me dio una sonrisa rápida y asintió hacia mí, mientras su amigo seguía observándome con curiosidad.

—Tengo dos nuevos mejores amigos, mamá, —exclamé, llena de alegría, mientras me despedía de Kallie y Max y subía al auto. Vi cómo Dan, Anya y el amigo de Dan también se acomodaban en el vehículo, dejándome el asiento delantero.

En ese momento, oí a Anya decirle al chico, de forma coqueta, algo que me pareció extraño para nuestra edad.

—Alfa, pronto será tu cumpleaños, ¿ya sabes qué quieres de regalo? —Su tono era juguetón, casi flirteando.

Él simplemente miró hacia adelante, sin responder. Me pareció un poco grosero, pero no dije nada. Mamá condujo el auto y estacionó a dos casas de la nuestra. El chico, que Anya había llamado 'Alfa', se bajó rápidamente.

—Muchas gracias, señora, —dijo educadamente antes de alejarse. Observé su partida, preguntándome sobre su extraño comportamiento y el nombre que Anya le había dicho.

Mamá arrancó el auto de nuevo y condujo el corto trayecto hasta nuestra casa.

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