Augusto: Su respiración es entrecortada y su pecho sube y baja a una gran velocidad, poniendo sus redondas y exquisitas tetas en mi cara. Todo su cuerpo está rígido debajo de mí, y yo…creía que me gustaban las mujeres pequeñas de estatura justo hasta este momento. —Suélteme, por favor. Déjeme. Usted no quiere hacer esto.- patalea, intentando zafarse de mi agarre. —Ay, pero te equivocas conejita. Claro que sí deseo hacer esto.- susurro burlonamente, besando su cuello. —¡Eres un bruto, un animal!- chilla. Beso su mentón, y la olisqueo notando como su piel se pone de gallina. Todos sus vellos de elevan en tensión. —Tú también quieres, conejita. Sé que me tienes ganas. —No.¡Estás equivocado, suéltame! —Sientes curiosidad por mí. —No.- lloriquea. —Y yo también, siento curiosidad por ti. Satisfagamos nuestra curiosidad. —¡Estás loco!- protesta, forcejeando. Y cuando la repao bien, tiene el rostro inundado en lágrimas. La suelto.Y ella corre por su vida, espantada. Saliendo de la
Augusto: Por un momento ella parece contrariada, luego libera un bufido, eleva su mentón en forma desafiante y retadora. —¡Lo que haga con mi dinero no es de su invonvencia! - brama. - usted me contrató para trabajar, para que le cuide a su madre. ¡Mi vida privada a usted no le importa! Oh,estás equivocada, nena. Tu vida privada me importa, y me importa mucho. —No te lo permitiré. No permitiré que le des el sueldo que te pago al cabrón que te golpeaba después de emborracharse.- protestó. Ella palidece, y veo que le tiemblan los labios. —¡Usted no tiene ningún derecho a interferir en mi vida!- chilla. —Mientras trabajes para mí, tendré todos los derechos que se me den la gana. No soy hombre de esperar a que me den lo que creo que es correcto, por eso tomaré medidas. Me contemola ceñuda. —Voy a enviar tu dinero a una cuenta de banco, a la que tendrás acceso solo cuando acabe tu contrato. —¡Usted no puede hacer eso!- chilla, histérica. —Claro que puedo, y es más...ya lo hice.
Mariela: Mi hermana está tan feliz de que estemos viviendo juntas, que no tengo corazón para decirle que no debería estar aquí. Aprovecho que es temprano en la mañana, y salgo a buscar a mi patrón. Me lo encuentra sentado a la mesa del comedor, comiendo su desayuno como si nada. —¿Cuánto tiempo estará mi hermana aquí?- lo interrogo directamente. —Buen día, Señor Augusto. ¿Durmió bien? - parodia lo que él cree debí decirle. Ruedo los ojos. —Esto es importante. Diana está enferma y ... —Mariela, cálmense. Su hermana no está enferma. Su hermana estuvo enferma y ahora gracias a los cuidados médicos y al transplante se está recuperando. —Pero... Él me mira directamente a la cara, manteniendo una expresión seria en su rostro. —No hay nada de lo que deba preocuparse, la cocinera ya tiene sus órdenes. Sabemos que la chica necesita una dieta estricta y medicamentos en horarios fijos. El personal de la mansión se rotará por turnos para quedarse acompañando a mi madre mientras usted c
Augusto:—No es cierto. Por favor, ¡dinos que no es cierto!- llora Yudith desconsoladamente.Y no quisiera tener que hacer esto, realmente no.Ella fue...es, la única madre que he conocido. La única madre que tuve.Pero estoy aquí para romper todos los lazos, tanto con ella, como con los Farías.Ahora son los enemigos.—Siento decepcionarle, Señora. Pero es cierto. Fui quien bombardeó el nido de ratas dónde se reunía su hijo con otros cabecillas de la mafia.—¿Por que hiciste algo así?- susurra ella.—Oh, ¡pues por órdenes de los rusos!- brama Yunior.—¡Eso es mentira!- masculla Xavier. - Viktor Ivanov es mi aliado, jamás me traicionaron de esa manera.—Estas equivocado, padre. El ruso no es tu aliado, es tu amo y tú solo eres uno más de sus lamebotas.—¡Ya es suficientemente!- ladra el abogado, impaciente. - estoy aquí para resolver este problema legal, no para verme inmicuido en sus rimas familiares. ¿Señor Farías, que responde usted a las exigencias del Señor Cuéllar?Mariela:— Deb
Augusto:Yunior me mira, por encima del hombro de su madre, y bufa. Baja su arma con lentitud, y ella se la quita de las manos, con un movimiento rápido.—Esta vez te dejaré escapar Cuéllar, porque mi madre se interpone entre tú y yo. Pero cuando volvamos a encontrarnos, uno de nosotros morirá.- masculla.—Eso espero.- riposto, guardandome mi arma.Yencaminandome de nuevo hacia la salida.—¡Augusto, hijo! ¡Espera, Augusto!Ya casi llegaba a mi limo, cuando la escuché llamarme. Venía corriendo, bajando las escaleras con el rostro enrojecido por el esfuerzo y el apuro de querer alcanzarme.—Por favor...por favor...¡vete!- me implora.- regresa a Estados Unidos. Tú tenías una buena vida allá. No hagas esto, hijo. No enfrentes a tu hermano. Te lo imploro.—Lo siento mucho, Señora Farías. Pero ya ve que no tengo otra opción. No soy yo quien busca enfrentarlos, son su marido y su hijo los que interpones en mi camino.—¿Señora Farías?- chilla. - ¡esa no es forma de hablarle a tu madre, August
Mariela:—¿En serio? ¿Él te dijo eso?- susurra Diana, emocionada.- ¡ Le gustas, Mari!—No te hagas falsas iluciones, esto no es prueba de que le gusto. Un hombre como él debe estar acostumbrado a salir con modelos, y actices...yo sería solo una diversión.—¿Y qué?- chilla Diana.- ¿quien dice que si tienen una aventura, no la gozarás tú también?—¡Diana!- protesto.— ¿Qué?No me lo puedo creer. ¡Mi hermanita adolecente está intentando convencerme de tener una "aventura" con mi jefe!—No seas tonta, Mari. Si él está interesado...—No. Vine aquí a trabajar, no a comportarme como una puta barata.Diana rueda sus ojos.—Entonces, sé una puta cara, hermana.Augusto:Dentro de mí despacho, checo la información que me han enviado. Yudith no mintió.Sí fue realmente ella quien asesinó a mi padre.Me sirvo un trago de whisky.Realmente Alonso Farías no era ningún santo. Desde el principio fue evidente su rivalidad con Xavier.Rivalidad que los llevó a la guerra entre pandillas y a involucrar
Mariela:Pasan los días y no logro quitarme de la mente ni de la piel el recuerdo de sus besos.¡Ese hombre quiere volverme loca!Aunque, posiblemente no estoy engañando a nadie, loca estoy.Últimamente se la pasa siguiendome con la mirada, dedicándome sonrisas extañas o contemplándome con una intensidad y curiosidad que no me gustan.No puedo dejarme llevar por mis dudas. Sería demasiado peligroso para mí hacerlo.Me contemplo al espejo. Tomando notas de todas mis imperfecciones: mi cabello es un desastre, las ojeras ocupan casi toda mi cara, tengo el rostro inflamado de no dormir, a veces de insomnio y a veces a causa de las crisis de la Señora Clarisse. Estoy demasiado gorda y estoy demasiado vieja...para él.Es imposible que yo realmente le guste.Un hombre de su tipo solo sale con modelos, actrices, chicas bien...mujeres plásticas, hermosas, operadas, que parecen muñecas de labios inchados y tetas falsas. Yo no soy para nada ese tipo de mujer.Me recojo el cabello en mi usual
Mariela:Bajaba la escaleras, con intención al ir al comedor cuando los ví.Ellos conversaban por lo bajo, ella parecía nerviosa pero él le sonreía con una expresión de interés que me retorció el estómago.—¡¿Qué está pasando aquí?!- bramé, y ante mí interrupcion Diana saltó asustada.—Mary, que susto me has dado.¡ Por Dios!—Señor Cuéllar, alejese de mi hermana- mascullé.Diana se giró hacia mí, y caminó en mi dirección, acercándose.Augusto sin embargo, se quedó sentado en el exacto lugar en el que estaba. Contemplándome con el entrecejo fruncido.—Le agradecería que no moleste a mi hermana.- acusé.—Mary, él no me estaba molestando. Nosotros solo...—No te quiero cerca de él, Di. Ya te lo dije.—Pero Mary, yo solo...—Pero Mary, nada. Sube a tu habitación. Te llevaré la cena en un momento.—Pero, yo quiero cenar aquí, en el comedor.—¡Que subas te digo!Ella libera un gruñido, y se va. Escaleras arriba.—Señor Cuéllar, necesitamos hablar venga a su despacho.- mascullo, y el me sig