#50:
Augusto:

Aunque mi herida no es tan grave, y con las curas diarias marcha bien, mi madre insiste en tratarme como a un inválido. Se niega a permitirme salir de la cama y monta tales perretas si lo hago, que he decidido estarme tranquilo.

Por otro lado está ella.

La enfermera…

Desde que la contraté me siento raro.

Ella no es lo que uno llamaría una belleza despampanante, pero creo que tiene curvas en todos los lugares correctos. Y aunque no usa perfume, siempre huele bien.

No sé, su esencia es como algo que me recuerda a la calidez de una madre.

Y no me refiero a que huela como Yudith, no.

Es…difícil de explicar.

Y a la vez exasperante. Porque últimamente a una parte importante de mi anatomía le ha dado por reaccionar violentamente cuando tengo a Mariela cerca.

Mariela:

—¿Sucede algo, Señor?- le pregunto, porque está mirándome con una expresión muy extraña en su rostro.

—¿Eres rubia natural o te tiñes?- me interrogó, y yo arrugué el entrecejo.

—No comprendo. ¿Qué tiene eso
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