Ruego, Barbara

Un estanque iluminado por la luna, rodeado por paredes cubiertas de enredaderas verdes, yacía detrás de esa puerta de espejo.

Había una mesa de cristal con dos sillones y un cubo de champán y copas. De hecho, tengo la impresión de que vi los mismos cubos al lado de la cama y también en la bañera de hidromasaje.

Creo que si viviera otra vida después de esta, tal vez no conocería un lugar tan perfecto para el sexo como este.

Héctor todavía me tenía en sus brazos.

- ¿Te gustó? – me preguntó dulcemente.

- Sí... Es todo hermoso.

- Reservé pensando en ti... En nosotros.

- Gracias. - Acaricié la parte de atrás de su cuello, sintiendo ya mi cuerpo estremecerse con la simple mirada de él y la posibilidad de lo que vendría después. - Yo... pensé que después de estar encerrado en el ascensor parte 3... Ya no me buscarías.

- ¿Por qué no te buscaría más, Bárbara?

- Porque... Ya habíamos tenido sexo.

Sonrió, mostrando su perfecta dentadura y entrecerró los ojos:

- Quiero más... Más... Mucho más.

Su
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