Las bragas blancas (II)

- Y pronto encontraste una manera de curar los agravios en la rubia de la polla en el medio. - me reí, con desdén. – “Te demostraré que voy a cambiar, Bárbara y lo verás en mis actitudes”. Pensé que estas palabras eran sinceras y dignas de confianza.

- Y pensé que te gustaba mi invitación a cocinar en mi casa.

- ¿De verdad crees que no fui porque simplemente no quería? ¿No se te pasó por la cabeza que algo podía haber pasado?

- Al principio sí... Luego realmente pensé que... Me estabas despidiendo. Porque siento que puedo esperar cualquier cosa de ti...

Negué con la cabeza, confundido:

- Ni siquiera sé si vale la pena contarlo, Héctor. Sinceramente, no le veo futuro a esta relación. Ni siquiera hemos empezado y mira cómo está. Como dije, he sufrido demasiado y no quiero seguir con algo que ya salió mal de antemano.

- No pensé que fueras tan pesimista.

- Pero te imaginaba travieso y descalificado. Y eso no cambiaría.

Se acercó a mí y sacó sus bragas blancas de su bolsillo, colocándolas
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