La sra. Perrone
- OK. - Asenti.
Me entregó el sobre:
- Su turno. Abrí el primero.
Respiré hondo y sentí una ansiedad indescriptible. Lentamente abrí el sello en papel adhesivo, que contenía el nombre del laboratorio. En el interior, una hoja A4, blanca, con letras pequeñas que llegaron a revolver mi mente.
Mis ojos fueron directos al resultado: 99.99% afirmativo. Por supuesto, ya estábamos casi seguros, pero el nuevo comunicado no nos dejaba dudas.
- ¿Y entonces? preguntó, jadeando.
- Sí... Somos hermanos, Sebastián. No hay dudas.
Él vino a mí. Me levanté de la silla y nos abrazamos. Ya no era un abrazo loco, como la primera vez. Era tierno y cariñoso, entre hermanos. Pasamos tal vez tres minutos sintiendo nuestros corazones latir con fuerza.
Mientras nos alejábamos, vi lágrimas en sus ojos.
- ¡No puedo creerlo, Sebastián!
- Me disculpa. Se secó las lágrimas.
- ¡Estás llorando por ser mi hermano! ¿Eso es bueno o malo? - Yo jugué.
- Te juro que si fuera negativo, te adoptaría. - Se rio.
- Eres tonto.