- ¿No puede esperar para saciar su sed, señorita Novaes? La mujer ya sabía mi nombre. Esto no fue bueno.- No tengo sed... Necesito tomar un analgésico. - Expliqué.- Traiga agua para la candidata, señorita Macedo. – preguntó secamente Heitor Casanova.En poco tiempo, trajeron un vaso de agua en una bandeja, especialmente para mí. Abrí la bolsa y saqué dos pastillas más. Miré el reloj y no me había dado la cantidad de tiempo que necesitaría entre dosis, pero era imposible tomar más tiempo.Tomé ambas pastillas a la vez y unos sorbos de agua para bajar por mi garganta.La mujer reapareció.- Entonces no está bien... O no tomaría medicina. – habló Héctor en voz baja, volteándose hacia mí, sin volver a mirarme.- ¿Por que estas preocupado?- ¿Por qué no deberías?- Porque no te importa nada. ¿Quieres... desestabilizarme antes de la actuación?- ¿Es eso lo que piensas de mí? – ahora me miró directamente.- Sí. - Fui sincero, mirando de vuelta a la chica que trató de llamar la atención, pe
Intenté abrir los ojos, pero podía oler el buen olor que me envolvía por todos lados. Era él... No tenía dudas. Sabía que íbamos en un auto... Pero él no conducía, porque... Me sostenía en sus brazos... La mitad de mi cuerpo estaba sobre él y el resto en el asiento.¡Qué carajo! ¿Adónde me estaba llevando? ¿Casa?- ¿Cree que se puso rudo con ella, señor? Escuché la voz en el asiento delantero.- La señora Bongiove es fuerte. No te preocupes, Anon.Vale, Anon defendiéndome. Me gustó mucho desde el principio. Debería abrir los ojos y decirles que me dejaran donde estaba, que estaba solo. Solo necesitaba a Ben o Salma. Llamaría y todo estaría bien.Un gancho nuevo y fuerte me hizo gemir y retorcerme un poco. Sentí sus fuertes brazos envolverme tiernamente. Y mi corazón se aceleró. ¿Heitor Casanova tenía bondad dentro de él? ¿Y un poco de compasión? Mezclado con... Oh, mierda, no importa. No podía bajar la guardia. Yo solo era el candidato que se enfermó por su culpa, así que me llevó a c
- Primero te dirigiré a una habitación. Allí se quedará hasta que llegue el Ginecólogo y la atienda. Creo que cuando se entere de que es el señor Casanova quien está ordenando, vendrá en unos minutos. Puedes arreglar todo rápidamente, ¿no? le preguntó al otro médico.- Ya te avisé en el teléfono de emergencia, por mensaje de texto. – respondió el otro.- ¿Estoy muriendo? pregunté, sintiendo un nudo en la garganta mientras escuchaba su conversación.- No. – Hablaba en serio. - Pero hará todas las pruebas necesarias y solo será liberado cuando crea que todo está realmente bien contigo.- No puedo quedarme aquí... yo..."No tengo dinero para pagar, muchachos". Pero, ¿cómo decirles esto?La enfermera me trajo la silla de ruedas.- Siéntese, señora, por favor. - Trató de ayudarme.Le quité las manos. Estaba bien. No necesitaba ayuda. Fue solo un calambre, del tipo que solo desaparece con muchos analgésicos y bolsas de agua caliente y Ben y Salma. ¿Dónde estaban mis amigos? Pensé que me est
- Piensa en el lado positivo, Bárbara. Si no tuviera tus joyas, tendría que venderlas para pagar la cuenta ahora. Es decir, de una forma u otra, se habría deshecho de ellos para salir de uno de sus apuros.- ¿Piensas en devolvérmelos algún día? Volví la cabeza hacia él.- Sí... Lo mismo que piensas sobre devolverme mi blazer. – dijo serio.Volví la cabeza de nuevo, mirando al techo. Sentí que mi corazón se aceleraba. Bien, vendí su chaqueta. Entonces nunca volvería a ver las joyas de mi madre. A menos que... volviera a comprar la chaqueta. O tal vez le di la ropa que vestía, lo cual hice con el dinero. Había sido la noche en el Hazard.- Te devolveré la chaqueta. Dije, sin mirarlo.- ¿Cómo lo harías tú?- Entregando en tus manos. ¿De verdad crees que tomaría algo que no me pertenece?- No creo que lo haría. Tal vez... ¿Vender?- ¿Eso es lo que piensa de mí, señor Casanova? - Fingí estar molesto.- La chaqueta está conmigo, Bárbara.Volví a sentarme, confundido y atónito:- No puede...
- No... Tomé tus datos del formulario que llenaste en la empresa, Bárbara. – dijo Héctor empujándome hacia el auto.- ¿Y así también enviaste a un delincuente a escribir en mi edificio?- Nada que declarar, señorita Bongiove. – se burló.- Anon 1, detén el auto. - Yo hablé.- No puedo, señora. Sólo obedezco al señor Casanova.Me recosté en el asiento, cerrando los ojos. Estaba cansado. Anon me entregó un paquete de comida. Todavía estaba caliente. Lo olí incluso antes de abrirlo.- No lo creo, Anon 1. Eres muy amable. – Lo abrí rápidamente.- Comida ordenada. Ya es la segunda vez que lo compra, ya que el primero se fue a la basura porque tardaste mucho en hacer los exámenes. – explicó Héctor.- ¿Puedo... comer en el coche? Pregunté con incertidumbre.- Sí. - El Confirmó.- No tiras comida a la basura. Incluso es un crimen cuando tanta gente no tiene suficiente para comer. - le dije, mientras disfrutaba del primer bocado.No hablamos durante el resto del viaje. Terminé la comida cuando
Se llevó la mano a la cara, confundido:- ¿Estás loca, Bárbara? Habló en un tono de voz alterado.- Yo... ¿Me perdí de algo? – preguntó Ben. – ¿Cuánto tiempo llevas en el ascensor?- Él... lo rompió. - Expliqué.- No... Llamé y vino.- Sí, lo hizo. - Confirmé.- Bárbara pudo haberla estropeado a propósito, solo para estar encerrada conmigo, aprovechándose de mi cuerpecito curado. Ella es una degenerada, con picos en la agresión.Lo miré y me advirtió:- Si me golpeas de nuevo, te llevaré por las escaleras... Y apuesto a que nunca olvidarás lo que voy a hacer contigo.- ¿Vas a hacer que me arresten de nuevo? ¿Echarme de mi propio edificio?- ¿Quieres averiguarlo? Él sonrió, con la comisura de sus labios.- Buenas noches, Casanova. - Salí del ascensor, tomando a Ben del brazo.- ¿No me vas a presentar a tu amigo? – se fue después de Ben.- Soy Ben. Su mejor amigo. Ben se detuvo, dándole su mano extendida.Héctor tomó la mano de Ben y la besó:- Es un placer, Ben.Bastardo... Tratando de
Salma se echó a reír:- Ve allí, amigo. No los dejes solos. Heitor Casanova está aquí para ti. No pretendas que no entiendes esto.Negué con la cabeza, confundido.- Está bien... Iré allí. Pero sigo pensando que deberías aparecer... ya que eres su empleado. No habría razón para esconderse. Pero no te obligaré. Si necesitas algo, solo llama.Fui a mi habitación y me quité la ropa ajustada que había pasado el día sobre mi cuerpo. Los jeans y una camiseta me hicieron sentir más cómoda. Estaba en mi casa… No tenía sentido pretender que yo era otra persona.Tan pronto como llegué a la sala de estar, Ben le estaba sirviendo café:- Babi, pensé que aparecerías en pijama. – bromeó.- No... Dice que no somos cercanos. – se rió Héctor.- Y no lo somos. – Me senté en el sillón, con las piernas en alto, mientras tomaba el café.- ¿Necesitas una cuchara, amigo? – preguntó Ben.- Dos por favor. - Lo miré.Me entregó tres, que junté, removiendo el café.- Por si acaso. - Ben parpadeó.- Usted es ext
Está bien, lo siento por él. Estaba claro que le había dado bien. Permaneció en la misma posición y yo me agaché, mirándolo a la cara:- Me disculpa. Por favor...Me agarró, me besó y terminó cayendo encima de mí en el suelo. Joder, di que no, finge que no quieres su boca caliente sobre la tuya, su lengua ya no es tan tranquila sino exigente... La mano recorriendo el costado de tu cuerpo, entrando en tus pantalones, llegando a tus bragas con facilidad.. Sus dedos sintiendo la intimidad empapada, anhelándolo...No, no quería detenerlo. Cuando me di cuenta, estaba tratando de abrirle los pantalones. Sí, yo, casi virgen, intentando tocar a un hombre al que acababa de dar un rodillazo.- Estás completamente loca, Bárbara. Me mordió el lóbulo de la oreja. - Te quiero mucho.Abrí mis piernas y él comenzó a frotarse contra mí. Ya podía sentir su polla endureciéndose bajo la tela de la ropa que nos separaba. Las manos de Héctor levantaron mis brazos y las manos quedaron inmovilizadas.El me m