Barbara del Norte

Me eché a reír y los dejé a los dos allí, intercambiando cumplidos y palabras de cariño. En el fondo, estaba seguro de que se gustaban, pero no querían admitirlo.

Me detuve, cruzándome de brazos y viendo la alegría que impregnaba nuestro hogar. Sí, ahora por fin teníamos un hogar, rodeados de amor, cariño y todo lo que nuestra hija necesitaba. No significaba que antes de conocer a Héctor no considerara un hogar donde viviera con Ben y Salma. La cosa es que no entendía por qué, pero ahora todo era diferente. El cariño que le tenía a Maria Lua era sencillamente inexplicable, como también lo era la necesidad de estar los tres juntos, todo el tiempo.

- ¿Pensando en cómo vas a sacar más provecho de mi hijastro?

Miré hacia un lado y vi a Celine, con una macabra sonrisa, parada a mi lado, también cruzada de brazos.

- No soy tú, "suegra".

- Odio la forma en que me llamas. No creo que sea divertido. Por cierto, no encuentro nada divertido en las cosas que dices.

- Y te odio. Así que el hecho d
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