Sobre los animales

Héctor tomó el teléfono de mi mano. Me quedé quieto. No sé si tenía más fuerzas para luchar contra todo lo que estaba pasando. Se sentía como una pesadilla interminable.

Retiré el teléfono de las manos de Héctor, sin escuchar lo que había dicho ni dejar que terminara:

- ¡Es mentira, Daniel! No eres su padre. Os presenté a ti ya Salma y lo recuerdo muy bien. Trabajaban en el mismo lugar, pero solo se conocían de vista. Y Salma estaba embarazada cuando viniste por primera vez a nuestro apartamento.

- Tuve sexo con ella antes, Babi. Una noche salió de Babilonia tan borracha que ni siquiera podía recordar su propio nombre. A ella no le importaban mucho los condones. Me gustaba que me follaran de todos modos...

- ¡Mentiroso! - le grité - ¿Qué quieres ahora? ¿Dinero? ¿Activos? ¿Para ti, Anya y Breno?

- Tengo ADN a mano, Babi. Y si has leído los diarios, sabrás que Salma tuvo sexo conmigo, como ella lo menciona.

- ¿Por qué no habrías dicho eso antes, si fuera verdad? ¿Por qué justo ahora?

-
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