La imagen de Leonardo con su hijo y Esperanza, juntos como una familia feliz, se grabó a fuego en su corazón. Y aunque intentaba alejar esos pensamientos de su mente, no se iban y no podía evitar sentir una punzada de dolor en lo más profundo de su ser.Gabrielle se preguntaba una y otra vez cómo había podido confundir los sentimientos de Leonardo hacia ella, como pudo enamorarse de un hombre tan vil y despreciable y lo peor de todo, es que ella no había podido borrarlo de su vida. Pero de algo estaba muy segura, no iba a permitir que esos sentimientos la dominaran. Había regresado con un objetivo claro en mente: vengarse de todos aquellos que le habían hecho daño en el pasado y no iba a desistir hasta cumplir esa promesa.Horacio la observó con detenimiento, no le pasaba desapercibido las diferentes emociones que pasaban por su rostro. Finalmente, no pudo resistir más su curiosidad y preguntó:—¿Todo bien? Parece que la información que había en esa carpeta, te ha perturbado ¿Qué in
Después de que regresaron de la fiesta donde Leonardo fue galardonado, Esperanza se retiró a su habitación. Ella se recostó en su cama, sintiendo el frescor de las sábanas sobre su piel. Cerró los ojos y dejó que su mente divagara, recordando la fiesta en la que Leonardo fue galardonado como el mejor empresario del año. La música, el glamour y las sonrisas falsas de la gente. Todo había sido una farsa, una ilusión que se desvanecería pronto. Tomó su celular y buscó la foto que había tomado con Leonardo y Emiliano. Observó la imagen con una sonrisa maliciosa en los labios, sintiendo el poder que tenía sobre la familia Aristizábal. Sabía que todos pensaban que el pequeño Emiliano era hijo suyo, y eso le daba una satisfacción perversa.De repente, el sonido de un mensaje en su celular interrumpió sus pensamientos. Era Leonardo, que le pedía que lo esperara en el jardín trasero de la mansión. Esperanza se levantó de la cama con rapidez, sintiendo la adrenalina correr por sus venas. Se arr
—¿Papá, es malo que yo te llame papá? — preguntó Emiliano con la voz temblorosa. Leonardo lo miró con ternura y le acarició el cabello con suavidad. —No, chiquitín, no es malo. Tú eres mi hijo y yo soy tu papá— respondió con seguridad en su voz.Emiliano frunció el ceño y lo miró con curiosidad.—Pero Esperanza me dijo que, si la obedecía en todo, ella sería mi mamá. ¿Eso es verdad, papá? — preguntó con cierta angustia. Leonardo sintió un nudo en la garganta al escuchar las palabras de su hijo. ¿Cómo había permitido que Esperanza manipulara de esa manera a su hijo? Se prometió a sí mismo que no volvería a permitir que eso sucediera.—No, hijo, Esperanza, no es tu mamá, no, tampoco lo será— explicó Leonardo. —Ella es una amiga muy cercana, pero no tiene ningún derecho a decirte esas cosas.Emiliano asintió con tristeza y se aferró a su padre con fuerza.—No me gusta Esperanza, papá. No quiero que sea mi mamá—confesó con lágrimas en los ojos.Leonardo lo abrazó con fuerza y le susurró p
Gabrielle yacía en la camilla de hospital, con su cuerpo inmóvil y la mente en un estado de confusión. Todo en el lugar era lúgubre y tétrico, como si la muerte estuviera acechando en cada esquina. El doctor que atendía el parto estaba a su lado, entregándole a su hijo y colocándolo en su pecho. Ella sonrió y lo abrazó con fuerza, sabiendo que algo malo estaba a punto de suceder.De repente, el abuelo de Gabrielle apareció en la habitación. Intentaba arrebatarle al bebé que lloraba desconsolado en sus brazos. Juan del Pino repetía una y otra vez que ella nunca sería una buena madre, que él no lo permitiría. La tensión en la habitación era palpable, como si la oscuridad se estuviera tragando todo lo que estaba a su alrededor.De repente, el niño que tenía en brazos se convirtió en el hijo ilegítimo de Leonardo. Gabrielle gritó y luchó por su hijo, pero todo parecía estar perdido. Se despertó con el corazón agitado y lágrimas en los ojos, su cuerpo temblando de miedo. Esta pesadilla la
Una vez que Horacio se marchó, Gabrielle se dirigió a su habitación y revisó su armario, donde buscó un vestido negro que sabía que le quedaba perfecto. Después de unos minutos, lo encontró y comenzó a vestirse lentamente, con movimientos mecánicos y sin prestar atención a los detalles. Una vez que terminó, se sentó en la cama y encendió la televisión. Las noticias estaban en todas partes: periódicos, revistas, programas de televisión y radio. Todos hablaban de Leonardo Aristizabal y su nuevo hijo, fruto de una relación con Esperanza. Fue cambiando de canal, hasta que lo dejó en uno que habitualmente veía. La presentadora hablaba sobre la vida amorosa de Leonardo, mientras mostraban fotografías de él y Esperanza en distintos lugares. Gaby no pudo evitar sentir una punzada de celos al verlos juntos, pero trató de ignorar ese sentimiento y enfocarse en su próximo objetivo. Una vez que salió de su departamento se dirigió al consorcio de los Aristizábal, allí se encontraría con Horacio
Horacio, sintiendo la tensión en el ambiente, decidió intervenir para aliviar la situación. Se dirigió a Leonardo y le dijo con una sonrisa: —Leonardo, felicidades por tu nueva asistente. Si no la hubieras contratado, yo mismo la hubiera llevado a mi empresa—, dijo con una sonrisa pícara. Gabrielle no pudo evitar sonreír a escondidas ante el comentario de su amigo, pero notó que Leonardo no pareció muy agradado por la manera en que Horacio hablaba de ella. —¿De qué querías hablarme? — preguntó Leonardo, tratando de cambiar de tema. Horacio miró a Gaby y esta le guiñó un ojo disimuladamente, indicándole que siguiera solo e improvisara. —Mi socia y yo queríamos tener una reunión contigo, para hablar sobre una posible inversión en nuestra empresa textil. —¿En qué consiste tu oferta?—preguntó Leonardo. Gaby los miraba de soslayo, mientras prepara los cafés. —Fabricamos ropa de alta calidad y tenemos una gran demanda. Hemos estado creciendo y necesitamos inversión para expandirnos—
Los celos por alguien que no te corresponde son como intentar hacer una tortilla sin huevosDespués que Esperanza se marchó, Gabrielle continuó simulando que estaba arreglando unos papeles, mientras seguía escuchando la conversación de Leonardo y Horacio, pero sin quitarle la mirada de encima al chiquillo que revoloteaba por la oficina.Emiliano la vio y se acercó a ella con pasos vacilantes, sosteniendo con fuerza un pequeño coche de juguete en su mano derecha. El niño tenía los ojos curiosos y brillantes, y parecía fascinado por la presencia de la nueva asistente de su padre.Gabrielle se mantuvo rígida en su lugar, sin saber cómo reaccionar ante la proximidad del niño. Podía sentir la angustia y la tristeza acumulándose en su pecho, mientras su mente se llenaba de recuerdos dolorosos de su propio hijo.Emiliano, sin embargo, no parecía notar la incomodidad de Gabrielle. Se detuvo frente a ella y le ofreció el coche de juguete con una sonrisa tímida en su rostro. Ella tomó el juguet
El voyerismo es el arte de ver sin ser visto, pero cuidado, ¡puedes terminar viendo algo que no querías!La intriga se adueñó de Esperanza. ¿Por qué carajos habrá vuelto Gabrielle después de tanto tiempo? ¿Qué coño estaba sucediendo en realidad? Sus interrogantes quedaron en pausa cuando el coche de Leonardo se detuvo frente al pórtico principal de la mansión. Con la mirada clavada en ellos, pudo ver cómo él ayudaba a Gabrielle a apearse del vehículo, al mismo tiempo que sostenía a Emiliano en brazos.Esperanza estaba que trinaba. Anhelaba salir de su habitación, bajar al estacionamiento y expulsar a esa arpía de una vez por todas, pero no podía, aunque no estaba dispuesta a que Gabrielle volviera a enredarse en sus asuntos, ya que sabía que esa perra solo traería consigo la desgracia y la decepción. ¡Maldita sea! Esperanza había construido una vida a su manera, a punta de sacrificios y esfuerzo, pero ahora esa sabandija de Gaby venía a joder todo lo que había logrado. ¡Qué fastidio!