5. Cita a ciegas

~Keira~

Al girarme, lo primero que veo es a un hombre de aproximadamente veintiseis años enfundado en un traje negro que se ciñe a su cuerpo, dándome una vista previa de los músculos que lo rellenan. El hombre es realmente atractivo, todo hay que decirlo.

—¿Señorita Adah Levine? — repite la pregunta con la misma voz grave que hace un momento me hizo temblar hasta los huesos.

— Adah, señor...— contesto percatándome que desconozco su identidad. Alargo mi mano en su dirección y sin hacer el amago de levantarme. El plan ya está en marcha, operación RCC (reventar cita a ciegas). A nadie le gustan las personas maleducadas. 

— Nael — se limita a responder ignorando mi mano y tomando asiento enfrente.

Vaya, ¿alguien en la sala sabe si a los maleducados les gustan las maleducadas? Lo digo para cambiar de estrategia. Me alegra comprobar que tampoco da la sensación de que él quiera estar aquí, será más fácil de lo que pensaba. Rio internamente.

Una voz neutra interrumpe nuestra presentación "agradable" y una vez el camarero nos ha tomado nota, comienzo con mi plan, no sin antes deleitarme con el bombón que tengo delante.

¿Qué pasa? Nadie engorda por mirar un dulce, ¿no? Y cómo no mirar al hombre, de pelo negro en ondas que caen por un lateral de su frente, ojos verdes claros y una barba de tres días que le da un toque rudo y sensual, que tengo enfrente.

Mirando en conjunto su cara, juraría que me recuerda a alguien y los engranajes de mi mente, empiezan a trabajar. Y en ese mismo momento, Jan viene a mi mente. Oh no no. Fush, fush fuera de mi cabeza. No puedo compararlo con él. No necesito distracciones en el plan y Jan, es mucha distracción. 

— ¿Qué piensas de la democracia? — pregunto continuando con el plan e intentando disipar mis pensamientos. Él solo me mira alzando las cejas confundido. Sí, lo sé, tema aburrido para una primera cita. 

— Sí, la de -mo -cra -cia — continúo hablándole despacio como si fuera un poco cortito — ya sabes, eso de votar cada cuatro años y hacernos creer que participamos activamente en la gestion del sistema — continúo hablando durante quince minutos — la anciana de mi aldea decía que los políticos — parando solo a tomar un trago de agua para hidratar la garganta y seguir aburriéndolo — ¿Sabes? — pregunto alzando un poco el tono para llamar su atención — definitivamente eres un aburrido.

— ¿Disculpa? — preguntando mirándome entre irritado y sorprendido.

— Yo aquí, tomándome la molestia de instruirte en las carencias del sistema actual, ¿y tú? — pregunto con exagerada indignación señalando sus manos — sin levantar la vista del móvil.

— Disculpa, era trabajo — explica guardando su teléfono en la chaqueta del traje. 

— Bien, ahora que tengo toda tu atención, una pregunta importante — Hago una pausa para crear intriga — ¿No serás de esos que investigan los antecedentes penales de sus citas, no?

— Emm...— habla un tanto descolocado — no.

— Mejor — respondo poniendo mi mejor sonrisa de psicópata. Sí, cuando me lo propongo puedo dar mucho miedo.

Tengo que aguantar la risa cuando su gesto de confusión y duda se mezclan en su cara. El momento se ve interrumpido por la llegada del camarero con nuestros primeros platos. Cosa que parece aliviar a Nael, quien ahora centra su atención en el plato de verdura a la plancha que empieza a degustar.

Después de disfrutar el rissotto de hongos y no dejar ni un solo grano de arroz en mi plato, procedo a huntar lo que queda de pan en esos restos de crema de rissotto que aún manchan el plato. Me resulta gracioso ver su expresión de sorpresa. Seguro que está acostumbrado a compartir mesa con personas que comen como pajaritos. Así son la mayoría de los ricos que he tenido la "suerte" de conocer.

Una sonrisa se dibuja en mi rostro, viendo cómo el camarero deja frente a mí una buena ración de cochinillo al horno acompañada de un puré de patata. Devoro mi plato contestando con monosílabos a las escasas preguntas que Nael me hace. Las típicas chorradas de las primeras citas. Al igual que con el primer plato, limpio este segundo con pan, acabando así con la segunda cesta. 

— Si comieras la mitad de lo que has comido hoy, perderías algunos kilos y tendrías un cuerpo perfecto — me dice de repente limpiando la comisura de sus labios con la servilleta.

¿En serio acaba de decir eso? No ha dicho eso, ¿verdad? ¿Y se supone que tengo que ofenderme? ¡Ja! Ofende quien puede, no quien quiere y tú amigo, estás muy lejos de poder. 

— Disculpe, camarero — digo formando una sonrisa cínica en mi boca, demostrándole lo absolutamente nada que me importa su comentario — ¿Podría traerme una porción de tarta tres chocolates y una degustación de helados?

— Enseguida, señorita — dice girándose con una sonrisa y sin preguntarle a Nael si quiere algo.

El hombre que tengo enfrente, alza las cejas y niega con la cabeza. Sí, cariño, por ahí mismo me paso tus opiniones estéticas sobre mi persona. Como siga haciendo ese gesto de levantar las cejas, puede que llegue el día que no las pueda volver a bajar. Intento no reirme de esa imagen que ha creado mi mente. Sería gracioso con esa cara de amargado que tiene. Me rio sola.

— Bueno, entonces Adah — rompe él el silencio, sacándome de mis divertidos pensamientos — ¿Qué buscas en un hombre? 

— ¿Disculpa? — pregunto un poco descolocada. ¿A qué viene esa pregunta? ¿Es algún tipo de test de alguna revista para mujeres? 

— Se supone que la cita a ciegas es para conocernos mejor — empieza a explicarme como si estuviera hablando con una niña — nuestros abuelos así lo acordaron, ¿no?

Bueno, en realidad no. Fue mi amiga la que tendría que estar aquí, pero ¿sabes qué? Ella me engañó haciéndome creer que esto era una disculpa y heme aquí, aguantando a un estirado por el tema de la hermandad y tal.

Después de desahogarme internamente conmigo misma, me centro y continúo con el plan RCC. 

— Ah, eso — le digo dejando claro lo mucho que me importa esta cita — Bueno, es complicado. En mi caso, he follado con tantos sementales — continúo disfrutando de su expresión y lamiendo mi labio superior — que he llegado a la conclusión que no existe un solo hombre capaz de satisfacerme.

Dejo de hablar viendo como el pobre se atraganta con el vino y decido darle un respiro antes de continuar. Sé que a los hombres no les gustan las mujeres que disfrutan tanto de su sexualidad y mucho menos las que hablan de ello libremente. ¿Irónico, verdad? Si un hombre lo hace, lo idolatran; si lo hace una mujer, la ponen de vuelta y media. Muy coherente todo. 

— Por ello, soy más de tríos, cuartetos...ya sabes — pongo la guinda al pastel guiñándole un ojo de forma coqueta y centrándome en degustar los postres que el camarero acaba de traer. Aprovecho el helado para jugar, metiendo la cuchara de forma sensual en mi boca sin dejar de mirarle fijamente.

— Eso no sería un problema — me responde él sereno y serio ¿¡Qué!? — tengo dos hermanos y compartir no sería un problema. Las relaciones poliamorosas no son un impedimento para nuestra familia — sentencia con una sonrisa lujuriosa.

Ahora soy yo la que lagrimea intentando no ahogarme con el trozo de tarta que se ha atorado en mi garganta, al escuchar esa confesión. ¿Relaciones poliamorosas? ¿Como los abuelos? Voy a matar a Adah. Disimulando lo mejor posible lo nerviosa que acaba de ponerme su aclaración, le regalo mi mejor expresión coqueta recuperando la compostura.

— Mmmm...— gimo mordiendo entre mis dientes el labio inferior — es una oferta muy atractiva — y más si se parecen a ti, pienso — pero primero, debería probar el género — lo provoco simulando una garra y mauyando. 

Este tal Nael, es bueno, se ve. Pero yo soy mejor, no me va a ganar en mi terreno. 

— Hay un hotel aquí cerca — ¿Qué? Oh dios mío...¿y ahora qué le digo? — a no ser que fuera un farol — me provoca al ver que no respondo sonriendo ladino.

— ¡Claro, vamos! — le digo intentando mostrar entusiasmo, mientras recojo todo lo más rápido que puedo.

Cinco minutos después y tras un incómodo silencio en el que intento pensar cómo librarme de esta, entramos en el hotel Luxury Silver, uno de los mejores hoteles cinco estrellas de la ciudad y yo aún sigo pensando cómo m****a salgo de esta. Piensa Keira, piensa. Juro que voy a matar a Adah. En serio, no va a tener mundo para correr.

Nael le sonríe a la recepcionista mientras ésta le toma los datos y le entrega la tarjeta de entrada a la suite. Genial, encima coquetea con la mujer. No es que me importe, pero se supone que estamos en una cita a ciegas. Y vamos a...¡Mierda!

Se da la vuelta y sin quitar su intensa mirada de mis ojos, se va acercando lentamente a mí. Intento controlar la respiración y no dar un paso atrás, para que Nael no note el nerviosismo que me produce su cercanía y para cuando me doy cuenta lo tengo enfrente mío. Huele tan bien...

Perdida en su aroma a cítricos, no me doy cuenta que continúa acercándose. Su rostro cada vez está más cerca del mío, lo que me permite observar los matices verdes que forman sus iris y el aro en tono más oscuro que los rodea. Aunque nuestros cuerpos no se estén tocando, siento el intenso calor que emana el suyo y estoy segura que él también puede sentir el mío.

¿Me va a besar? ¡Dios! ¿ Qué hago? Esto esta fuera del plan. ¡Reacciona Keira!

— No te asustes si notas que mi dentadura se mueve — le susurro antes de que me bese, mordiéndome literalmente la lengua para no soltar la carcajada al notar como para su avance en seco. 

En serio, si esto no funciona, muero.

—¿Qué? — pregunta totalmente descentrado mirándome confuso. 

¡Sí! Creo que lo he traumado. Y antes de poder seguir disfrutando de mi victoria, una voz aguda interrumpe mi gozo y lo manda al pozo. 

— ¡Nael! — grita la pelirroja despampanante acercándose a él, quien sin haber girado la reconoce. Eso demuestra su mueca de desagrado y el suspiro que suelta antes de girarse y enfrentarla.

— Carla — le dice con pesar.

— ¿Carla? ¿¡En serio!? — le increpa la tal Carla cada vez más roja — ¡Me pusiste una orden de alejamiento!

— Y por lo que veo, ya ha caducado — le dice haciendo una mueca de fastidio.

— ¡Eres increíble! — le reprocha ella — ¡Te lo dí todo! 

Las pocas personas que pasan a estas horas por la recepción del hotel, se giran sin disimulo a ver el espectáculo. No los culpo, la pelirroja está gritando a pleno pulmón en mitad del hall de un hotel cinco estrellas, normal que miren.

Sin querer escuchar más de aquella pelea, aprovecho la poca atención de Nael sobre mi persona y sin querer ver qué ocurrirá cuando la vena que Nael tiene en el cuello acabe de explotar, huyo como si fuera la serpiente más escurridiza del mundo. 

Cuando al salir del hotel el frío de la noche me golpea, me permito soltar un gran suspiro. Intento disipar así el estrés que las "maravillosas" ideas de mi amiga me producen y decido ir a mi casa, porque como vaya a la de Adah...

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