4. Esta me la cobro

~Keira~

Lunes. El día que todo vuelve ha empezar. ¿Qué, pesimista yo ? En mi defensa diré que no soy una persona negativa, aunque últimamente lo parezca, pero es que mi queridísima amiga, mi amiga del alma, my sister...¡Se ha pasado todo el fin de semana suplicándome que vaya a la cita a ciegas que los abuelos le preparen y me haga pasar por ella! Como escuche otra vez "cita a ciegas", reviento algo. 

Inhalo y exhalo intentando disipar el dolor de cabeza que me produce la actitud de Adah y tras refrescarme el rostro, salgo del lavabo para empezar a trabajar. 

— Capuchino con caramelo — me susurra por detrás erizando mi piel — te he visto entrar con cara de amargada y...

— Querías endulzar mi día — le respondo a Jan girando la silla y señalándolo con los dedos índice mientras chasqueo la lengua. 

— ¿Qué tal el fin de semana? — pregunta sonriendo mientras me abraza. Sí, Jan es muy cariñoso y tiene tendencia a abrazarme y yo me dejo, porque sorpresivamente, su toque no me desagrada.

Y su aroma a romero, me encanta...ejem

— Keira por favor, vuelve — suplica Jan moviendo su mano delante de mis ojos.

— Perdón — me disculpo avergonzada — extraño — digo poniendo una mueca de frustración.

— ¿Otra de las crisis de tu amiga? — pregunta él. 

— Peor que las otras, esta no es laboral — le explico — pero no quiero hablar de ello — aviso dando un sorbo al capuchino — como escuche algo más, me revienta la cabeza.

— Vale, vale — dice levantando las manos en señal de rendición — En media hora tenemos reunión de proyectos.

— Por fin — me alegro terminando el café y comenzando a preparar lo que necesitaré para la reunión, sin olvidarme mi diario de ideas.

— ¿Te gusta demasiado el trabajo, verdad? — me pregunta divertido — me recuerdas a mi hermano.

— Creo que ahora mismo centrarme en un proyecto me distraerá lo suficiente, pero sí, me encanta. — le respondo con una sonrisa —¿Tienes hermano?

— Sí, dos — me responde — en eso te pareces al mayor.

— No sé si es un cumplido o me estás insultado — entrecierro los ojos ganándome una carcajada.

— Dejar de coquetear que tenemos una reunión — suelta de repente el espíritu de la alegría.

— Vamos cerecita — dice Jan dando toques con su dedo contra mi mejilla. 

Leches, eso solo hace que mis mejillas ardan más. 

La reunión dura dos intensas horas, donde el jefe de proyectos nos explica en qué consiste el nuevo proyecto. Tenemos que crear una campaña para un nuevo concepto que lanzará la Bodega Huxley Family Winery.

— ¿La bodega es de la familia del jefe? — le susurro a Jan. Él asiente. Sí, ya sé que suena a pregunta estúpida, pero más bien era una especie de pregunta retórica. El apellido Huxley no es muy común en este país, aun así, no conozco mucha información de la familia. 

La verdad que desconozco todo acerca de esta familia, suelo mantenerme bastante al margen de los chismes. Yo únicamente vengo a trabajar. Y teniendo en cuenta que nuestro querido jefe, el dueño de este imperio, no baja a los suburbios laborales. El siempre se mantiene en lo alto de su torre, parece que no somos lo suficiente dignos.

Continúo escuchando la explicación del concepto y plasma un par de ideas que se me ocurren sobre la marcha en mi diario de ideas.

— No deberías hacer dibujitos mientras el señor Roller explica — me susurra Malva mirándome mal. ¿Y a esta ahora que le pasa?

— Que tú no seas capaz de hacer dos cosas a la vez, no significa que los demás no podamos — antes de que me pueda contestar y no queriendo una llamada de atención por parte del señor Roller, me apresuro — preocúpate tú de seguir la reunión atentamente.

Para finalizar la reunión, nos comunican que esta semana nos llevarán a la bodega para una degustación. Según el dueño, algo necesario para entender el concepto. 

Vaya, ya me cae bien. Comida gratis, pienso y una sonrisa se forma en mi cara.

— Veo que te ha encantado la idea — me sobresalta Jan. 

— ¿Comida gratis? ¿Y a quién no? — le pregunto obvia.

— Eres única — afirma sonriendo mientras revuelve mi pelo — y veo que tienes algunas ideas — vuelve a afirmar señalando con su cabeza mi diario.

— Así es — le digo guardando el diario en el bolso.

— ¿Algún día me dejarás verlo? — Yo pregunto. 

— No creo — respondo — sabes que no se lo enseño a nadie — concluyo restándole importancia al asunto. No es personal.

— Algún día, me verás lo suficientemente "alguien", como para ser digno de verlo — no sé cómo entender eso y solo consigo ruborizarme. 

En el tiempo que nos queda antes de retirarnos a comer, transcribo a mi cuaderno de trabajo la información dada en la reunión. Después de comer, Jan y yo compararemos ambas y completaremos lo que falte.

La hora de comer ya había llegado y como habitualmente hago, había quedado con Adah para comer. Reconozco que por muy pesado que haya estado todo el fin de semana, no estoy enfadada con ella. Si no saca el monotema, tendremos la fiesta en paz.

— Hola Keira — me dice Adah sentándose apresurada.

— Tranquila, solo llevo dos minutos — le explico — No estoy enfadada — afirmo para que dejende analizarme.

- ¿No? — pregunta nerviosa — ¿Segura? Se que he sido una pesada y lo siento, pero entiéndelo...

— Segura — le corto, no quiero acabar discutiendo otra vez — Solo no saques más el tema, ¿vale?

— Vale, pero déjame compensarte — me responde sin mirarme a los ojos y un poco nerviosa.

— En serio Adah, estamos bien. No es necesario — intente convencerla.

— Venga, déjame — me suplica haciendo puchero — te prometo que nos lo pasaremos bien. Un cambio de look, una cena...¿Qué me dices? 

— Bueno, ya veremos. Me pasaré a la tarde por la empresa a hablar con Noah y te digo algo. 

Después de comer volvemos cada una a nuestro puesto de trabajo. Ella a dirigir una empresa de moda y yo a pasarme dos horas con Jan, que no me quejo, comparando información y dando forma a las primeras ideas. 

— Por fin acabamos — se alegra Jan estirándose. Jo - der, como se le marca la espalda...

— Sí — le doy la razón desviando la mirada antes de que me pille viéndolo — por fin.

- ¿Te vas? — pregunta al ver que recojo mis cosas.

— Sí, ¿necesitas algo?

— No, solo esperaba tomarme un café contigo — dice con cara de desilusión.

— Lo siento Jan, se quedó con Adah — le explico, no quiero que piense que no me apetece ese café — le tengo que ayudar con unas cosas de su empresa — especifico sin entrar en muchos detalles. 

— Entonces lo dejamos para otro día, no te preocupes — se despide de mi con un abrazo que aprovecho para aspirar su aroma. 

Entro en la compañía de moda que dirige Adah y tras saludar a la recepcionista, voy directa a la zona de taller, donde sé que encontraré a Noah. Y no me equivoco, nada más entrar ese rubio de ojos mar, me abraza como si fuera uno de esos corazones de peluche achuchables.

— Gracias. Adah me dijo que vendrías y no sabes la falta que me hace tu energía positiva en estos momentos — me explica Noah movimiendo sus manos por todo mi cuerpo como si yo estuviera haciendo reiki.

— Aquí estoy pequeño saltamontes — le respondo divertido abriendo mis brazos hacia los lados — y yo también tengo ganas de venir a tirarte de las orejas — le advierto consiguiendo que con sus se protege las orejas y negando con su cabeza de un paso atrás. 

— Enséñame eso que dices que no está listo para ver la luz — exijo refiriéndome a su colección.

Noah al ser uno de los modistos principales, tiene su propio espacio de trabajo. Al entrar, mis ojos se abren con sorpresa y no puedo evitar darle con la palma abierta sobre su nuca.

— Vaya, sí que está hueco — aludo riéndome al sonido producido por esa pequeña colleja.

— Ja, ja muy graciosa — me dice haciendo una mueca con su boca mientras se frota la nuca — Bueno, y ¿qué te parece? — pregunta nerviosa y quedando expectante a mi respuesta. 

Recorro con la mirada toda la habitación encontrándome una colección de faldas de dimensiones excesivamente exageradas, mangas abombadas, encajes y siluetas encorsetadas con materiales modernos. Los colores predominantes son leves matices de blanco mezclado con colores vivos. Cada vestido esta acompanado de una peluca peluca alta que emula a las que se usaban a finales del siglo XVIII. 

— Espectacular — sentecio mirándolo fijamente — muestra rebeldía, vitalidad y define a la perfección tu locura creativa.

Noah sonríe ante mis palabras y me regala otro de sus tiernos abrazos.

— Como no dejes de autocensurarte — le susurro en el oído aprovechando la cercanía que brinda su abrazo — te voy a patear — amenazo.

— Y yo la ayudaré en eso — interrumpe Adah entrando en el taller — ¿Vamos? — me pregunta dirigiendo su mirada a mí.

— No es necesario, Adah — vuelvo a insistir.

— ¿Ir a dónde? — pregunta Noah. 

— Vamos a hacerle un cambio de look completo a Keira — le explica Adah.

— ¿Vamos? — pregunta confundido Noah.

— Sí, tú me ayudarás. Así que marchando — ordena Adah sin dejar opción a contradecir.

¡Tres horas! Tres horas de tortura, entre pruébate esto, ahora aquello, los zapatos, el peinado, maquillaje... Tal vez para algunas personas eso les resulte una maravilla, pero en serio, para mí una pesadilla. 

Cuando ambos quedan satisfechos, Adah se despide de mí y quedamos directamente en el restaurante. Ella tiene que pasar por su casa para poder ducharse y preparar. Yo aprovecho para pasar por mi casa y dejar el bolso de trabajo para después ir directamente al restaurante. 

Al llegar al restaurante me sorprende lo lujoso que es, solo he estado en sitios así con la familia de Adah. Pregunto por la mesa de la señorita Adah Levine quien me avisó que estaba a su nombre y me volvio a sorprender cuando el señor que me ha atendido, me acompaña a un ascensor. Pulsa la segunda planta y tras despedirse educadamente, las puertas se cierran dejándome ver mi reflejo en ellas. 

¿No estaré demasiado arreglada? Es un lugar muy elegante, pero aún así...me digo a mí misma observando como el vestido blanco asimétrico se ajusta a mis curvas moldeando mi figura. Mi larga melena oscura cae en cascada haciendo resaltar más el color del vestido.

Mientras que espero a que llegue Adah, detallo el lugar. Reconozco que el atuendo seleccionado por Adah va acorde al lugar. Quince minutos después y aburrida de esperar, decido llamar a Adah quien suele ser extremadamente puntual.

— ¡Keira! — exclama ella soltando una risita nerviosa. ¿Y a esta qué le pasa?

— Adah, ¿te falta mucho para llegar? — pregunto impaciente. No me gusta esperar.

— Sí, o sea no...— dice nerviosa.

— ¿Sí o no? — vuelvo a preguntar con poca paciencia.

— No, estoy cerca, solo que...— guarda silencio durante unos segundos — hay mucho tráfico.

¿Mucho tráfico a estas horas? Si hace un rato estaba tranquila la carretera.

— Adah, ¿qué mierdas pasa? — pregunto con enfado controlando no alzar la voz, no quiero montar un espectáculo.

— Te vas a enfadar — lloriquea rendida.

— No dramatices y dime qué ocurre — exijo seriamente.

— ¿Recuerdas la cita a ciegas que los abuelos acordarían para mí? — pregunta soltando una risa nerviosa — ¡Tachán!

— ¿Me estás jodiendo, Adah?

—No, por favor amiga mía, te lo suplico, hazte pasar por mí y que no quiera volver a verme — pide.

— ¿Señorita Levine? — pregunta una voz grave que eriza mi piel.

— Escúchame bien, amiguita del alma, esta me la cobro — sentencio antes de colgar y girarme.

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