Mientras tanto en la residencia de Don Vitale...Carlo observó la escena con un aire de satisfacción. Había esperado ese momento. Sabía que el reencuentro sería un arma de doble filo, pero él estaba listo para aprovechar cualquier debilidad para sacar provecho.—Bueno, bueno… qué conmovedor —dijo con falsa dulzura—. La madre y el hijo reunidos después de tantos años. Aunque, claro… hay muchas cosas que aún no saben el uno del otro, ¿verdad?... Quizás necesiten hablar a solas...Gianna sintió la amenaza oculta en sus palabras, y se giró para enfrentarlo.—Claro que debo hablar con mi hijo, Carlo. Descuida, nada tiene que ver contigo. Si no te molesta, iremos al jardín —espetó con dureza.Carlo se encogió de hombros con una sonrisa maliciosa.—¿Por qué debería tener cuidado? Gianna, querida… tú y yo sabemos que nada tengo que ver con tu desaparición, así que no comprendo lo que quieres decir.Blake, aún con la mirada fija en su madre, finalmente habló. Su voz era un eco de dolor y rabia
Gianna sintió como si el peso del mundo se deslizara de sus hombros cuando escuchó esas palabras. Un destello de esperanza se encendió en su corazón, pero también el temor de que, incluso con la oportunidad de hablar, no podría sanar las heridas que había causado. Sin embargo, tenía que intentarlo, tenía que darle a Blake la verdad, la única verdad que él merecía conocer.Tomó aire profundamente y comenzó a hablar, sus palabras llenas de dolor y de una sinceridad que hacía tiempo que no había expresado.—Blake, todo comenzó mucho antes de lo que imaginas… Cuando te dejé, no fue por decisión propia. Había fuerzas mucho más grandes, peligrosas, que no podía controlar. No era solo mi vida la que estaba en riesgo, sino la tuya también. Tú sabes bien como era tu padre —dijo evitando involucrar a Carlo— Él no quería que estuviéramos juntos, que tuviéramos contacto, eso lo sabes bien. Para protegerte, tuve que desaparecer. No fue una decisión fácil, pero creí que era lo mejor para ti. Pensé
Maddie sintió un nudo en el estómago, la angustia la carcomía. Cada minuto que pasaba parecía eterno. Los ecos de sus pensamientos se mezclaban con el sonido del viento que golpeaba suavemente el cristal del ventanal. Se acercó una vez más, observando la carretera vacía que se extendía más allá del jardín, sin señales de Blake.El silencio de la sala era denso, cargado de una tensión que Maddie no lograba disipar. Se pasó una mano por el cabello, intentando calmarse. “¿Qué estará pasando?”, pensó, mientras un sinfín de dudas y suposiciones se apoderaban de su mente.El reloj seguía avanzando mientras la incertidumbre y el miedo aumentaban con cada segundo. De pronto, escuchó que los hombres que cuidaban el lugar comenzaron a movilizarse hacia el gran portón de hierro.El corazón de Maddie comenzó a latir con fuerza apenas se asomó a la ventana. El auto de Blake entró a toda marcha, derrapando ligeramente al frenar de golpe. Maddie sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Algo no es
Los últimos días que Milton Friedman había pasado, habían sido el mismo infierno. No sólo había recibido una terrible paliza por parte de Henry y sus hombres, sino que también, todo aquel escandalo desatado en el hospital lo había llevado a presentar su renuncia de manera indeclinable a su puesto.Pero había algo peor; había perdido algo más importante que su trabajo: a su amada Mary. El no saber nada de ella prácticamente le habían quitado las ganas de todo, sumiéndolo en la más completa oscuridad.Miles de preguntas rondaban en su cabeza.¿Por qué Mary había hecho lo que hizo?¿Qué la unía a Rose Stanton o a Blake Townsend como para pergeñar aquel plan de escape?¿Quién era ella realmente?Deseaba con todas sus fuerzas que su raciocinio primara sobre sus sentimientos, pero eso parecía una tarea casi imposible porque se había enamorado como nunca. Esa mujer había llegado para romper su estructurada vida y se negaba a dejarla ir.Ava tenía razón; él la amaba, a tal punto que no le imp
Dos días después...El conde de Lancaster, George y Edith escuchaban atentamente mientras Maddie y Blake relataban los recientes acontecimientos. La madre de Maddie se removía en su asiento, luchando contra el impulso de interrumpir con preguntas, pero su tío la miraba de reojo, dejándole en claro que debía esperar.Cuando Blake terminó de hablar, el silencio en la sala se volvió espeso. Fue el conde quien, finalmente, lo rompió con una leve sonrisa.—De modo que tu madre está viva —dijo, inclinando la cabeza con aprobación—. Pues me alegro mucho por ti, muchacho. Eso es, sin duda, una gran noticia.Blake asintió con discreción. No esperaba una reacción cálida por parte del conde, pero al menos su tono no llevaba juicio. Sin embargo, Edith no tardó en expresar su preocupación.—Bueno, no niego que esto sea una buena noticia para Blake... pero, tío, ¿te has puesto a pensar en lo que dirán nuestros amigos cuando esto se sepa? —preguntó, alarmada—. ¿Qué pensarán de nosotros?La mandíbula
— Señor Stanton —le avisó su secretaria, dejándole unos documentos sobre el escritorio al abogado—. Aquí le dejo los papeles que me pidió del caso Russell. Ah, afuera hay un hombre esperando hablar con usted.Patrick dejó de leer y la miró con extrañeza.— ¿A esta hora? —miró su reloj—. Es tarde, dile si puede venir mañana. No tengo ganas de recibir a nadie, dale una cita, por favor.La mujer se encogió de hombros.— Es que ya se lo he dicho, pero insiste en verlo. Me dice que debe entregarle algo en mano y no se irá de aquí sin hacerlo.Patrick suspiró hondo, con resignación.— ¿Te ha dicho su nombre al menos?Ella frunció el ceño.— Oh, espere que le pregunto—se asomó a la puerta—¿Cómo me ha dicho que se llama, señor?Del otro lado, se escuchó una grave y atronadora voz.— John White.Apenas oyó la voz del otro hombre a Patrick se le heló la sangre. Desde que se había despedido de Grace aquel día en el muelle cuando ella partió a Londres, no había tenido la oportunidad de hablar con
La mansión de los Aston resplandecía con una calidez sutil, la luz tenue de las lámparas de cristal y las velas dando una atmósfera acogedora a la ocasión. El salón estaba adornado con delicados arreglos florales, que contrastaban suavemente con las paredes de tonos neutros. La chimenea chisporroteaba en un rincón, añadiendo un toque de elegancia y serenidad al ambiente.Maddie se encontraba junto a su madre, que había supervisado todos los detalles de la recepción. Aunque la ocasión era sencilla, el aire de sofisticación no podía faltar. Una mesa larga y pulida estaba dispuesta con finos vinos y una selección de pequeños bocados, mientras que los pocos invitados comenzaban a llegar, vestidos con elegancia discreta, en tono con la delicadeza de la velada.No eran muchos los asistentes a la cena: El conde, Paul, Alice y los padres de esta y Patrick. La idea era que Gianna se sintiera segura en aquel entorno, y entendiera lo importante que era para todos ellos que no se sintiera menosca
Después de aquella cena, todo pareció misteriosamente, mejorar sin obstáculo alguno en la vida de Blake y Maddie.Al contrario de lo que pensaban, Don Vitale no había hecho nada en contra de Blake cuando este decidió de manera determinante que su madre no regresara con él.A pesar de los ruegos de Gianna, Blake no cedió a sus peticiones.— No insistas más madre. No regresarás con mi tío Carlo, eso ya está decidido. De ahora en más vivirás con Maddie y conmigo —le dijo con firmeza Blake—. Tú lugar está a mi lado y no habrá más punto de discusión sobre eso. Si mi tío quiere decirme algo, pues aquí lo espero.La decisión de Blake, aunque firme y llena de determinación, había causado un revuelo en el corazón de Gianna. Aunque su hijo había sido claro en sus palabras, ella sentía el peso de la historia, de los lazos rotos con Carlo, y su alma se debatía entre el deseo de ver a su hijo feliz y la culpabilidad de una vida pasada que no podía cambiar. Sin embargo, el amor de Blake, tan eviden