—Debe haber una forma de salir de aquí. Una rendija, una forma de…Algo. —dijo Wanda moviéndose sin tocar la puerta, le parecía imposible que no hubiese una fuga de ideas para salir de ese lugar. —No pierdas tiempo, niña. Ya buscamos y no hubo nada. Jamás. —dijo Berenice sentada en la litera. —De haberlo no serviría de nada. Hay unos 100 Kall allá afuera y serán quienes te van a recordar porqué es mejor ni intentarlo. —¿Cómo los aguantas tanto?—Para ellos valgo una follada. Para mi esa follada representa vivir más tiempo. —amarró su cabello con las mismas hebras. —Aunque me repugnan. Puedo vivir un poco más. Jamás tuve nada cuando vivía en la calle y ahora, lo que ves es lo único que puedo considerar como algo cercano. Es todo lo que conozco. —¿Cómo te capturaron? —cuestionó Evelyn y Berenice encogió los hombros. —El perro de Bell me prometió conseguir un trabajo en un sitio de subastas. —rió con amargura. —Le creí. Lo seguí y me di cuenta muy tarde que el objeto a subastar sería
Evelyn, Wanda, Sherry y July fueron sacadas del sitio como todas las demás. Ellas serían parte de la subasta, la más esperada. Pero las antiguas serían obsequios, servirían tragos, acompañantes y diversos servicios que sí o sí debían dar. La que se resistiera iba a morir. Esa noche la euforia de recibir grandes cantidades de dinero les impedía razonar a todos y deshacerse de uno, solo abriría la puerta a más. Además, Freddie ya había hecho un nuevo encargo, por lo que las más desobedientes o lentas serían las que dejarían de existir. Todas vestidas con trajes que dejaban su cuerpo expuesto a miradas nada cómodas, zapatos incómodos y collares que las marcaban como un grupo seleccionado para una tarea elegida por Freddie. Evelyn sintió su corazón aplastarse con cada paso, mientras era dirigida por el pasillo con paredes de cristal que encasillaban a los mejores y más altos empresarios. Aquellos que comprarían una nueva posesión. Magnates de varias ciudades importantes de Europa fu
—¿Qué está sucediendo? —Freddie necesitaba saber si era la milicia, su competencia o algún accidente solamente. Pero Grey llegó cubriendo su nariz con el brazo, abriendo la puerta de cristal para poder tomar un respiro, mientras algunos Kall iban por las mascarillas.—Debe venir conmigo. No se sabe que es aún, pero debemos ponerlo a salvo antes de investigar. —respirar se estaba volviendo una pesadilla que logró controlar cuando le entregaron la máscara que se puso en la nariz y boca para soltar el aire e inhalar profundamente. El humo tenía algo que le hacía toser, con ardor en el pecho, como si hubiese estado corriendo una distancia enorme. —Vamos. —lo empujó respirando por la mascarilla que fue su salvación. Los clientes tenían su propia seguridad, por lo que la única que importaba era la del K'naan. Lo debían sacar de ese sitio y la arrogancia de los Kall, no les permitió pensar que alguien se atrevería a atacarlos en su “propia casa”. No había nadie tan estúpido como para at
Freddie K'naan comenzó siendo el dueño de un club en el que las prostitución era una parte muy grande de sus ganancias, pero con su ambición comenzó las exigentes cuotas que nadie podía cumplir y él obligó a que lo hicieran. Ya no le importaba nada más que el dinero, raptando a chicas que eran suya por completo, viendo que las extranjeras o “intactas” eran las que más daban, por lo que los tratos comenzaron hasta llevarlo a ser lo que era para ese momento. Un tratante de blancas que tenía un rango mayor al de muchos. Pero jamás nadie se había metido con su negocio, menos con él. Menos aún cuando su ejército de Kall que había creado generando un gran rumor de lo despiadados que eran. Aún quedaban muchos, pero ninguno había salido en su defensa. Los refuerzos ya deberían haber llegado. El alerta se envió como se tenía previsto, pero nadie llegó y eso lo tenía corriendo del alemán que no volvió a hablar, pero podía sentir que lo tenía respirando en su nuca. Un enemigo letal que era
Desde la colina más aislada hasta la ciudad más poblada, el suceso de casi tres decenas de mujeres regresando a sus casas de manera inesperada se dio a conocer. Los diarios llenaron sus bolsillos con las noticias, los cuales no eran más que rumores de esto y aquello.“Trabajo de la policía en conjunto con la milicia” lo titularon algunos. “¡Un milagro sin precedentes!” Decían algunos otros. “El ejército dio un golpe brutal a los tratantes de blancas” se elogiaban unos más. “Edificio es derribado, cobrando la vida de cientos de víctimas” Kenneth leía cada uno y no sabía si lo que sentía era lástima por los imbéciles que se atribuían cosas que jamás hubieran desmantelado o si su enojo era porque la única que hizo un cambio y lo indujo a hacer algo bueno en toda su vida, fue Evelyn Vallerk. Su prometida. La mujer más valiente que pudo haber visto en su vida. Creía que no se daba cuenta de cómo veía la herida que seguía sanando, pero sí lo hacía. Sí se fijaba en ese hecho que no p
El sol de la tarde se filtró a través de los vitrales, tiñendo el aire con tonos dorados y azules. Los bancos de madera pulida estaban cubiertos con elegantes telas blancas y doradas. Las flores frescas, en tonos pastel, adornaron cada pasillo, creando un camino fragante hacia el altar. Los invitados llegaron y no evitaron ese sentimiento que un lugar decorado de esa manera podía hacerles tener. Suspiros otorgados a quienes podían percibirlo. Anhelos de aquellos que compartían el mismo sentimiento. Kiara con su abdomen abultado y su vestido turquesa caminó de la mano de su esposo, quien no perdía detalles de su mujer y su hija. Después de acompañar a la novia en su recorrido hasta la gran iglesia, era momento de acomodarse en sus lugares para dar inicio a la ceremonia. Los nervios de Evelyn eran evidentes. Sus manos sudaban como jamás imaginó. Su estómago se había revuelto y no sabía si eran por los nervios o por el embarazo de casi 16 semanas que aún se le notaba poco, pero la te
El cielo parecía que iba a caerse con la torrente tormenta que golpeaba las copas de los árboles, sacudiendo sus copas con fiereza, causando un ambiente tenso. Como si avisara de un suceso que haría correr al mundo y poner a rezar a los feligreses. Una tormenta oscura y una radiante llegada podría ser la causa de tan siniestro entorno. Mientras Bastian trataba de comprender qué carajos había hecho para tener a su mujer totalmente furiosa con él. No quería verlo desde hacía dos horas, por lo que en lugar de discutir, prefirió darle espacio, yendo con su hija quien estaba por dormirse en su dormitorio. Los tres canes cuidaban la puerta de la habitación que compartía con Kiara, mientras él arropaba a la niña que quedó profunda con su pijama de tomates. El conejo se movía de un lado a otro en su jaula, haciendo que él lo colocara en el lugar destinado para su descanso. Resoplando salió de esa habitación, cansado de no oír una explicación lógica de la italiana, pues salió solo un par
Willow presionaba su sien con dos de sus dedos, deseando que la jaqueca se esfumara con el masaje, pero por más que continuaba haciéndolo, era imposible. Su remedio para todo tenía un solo nombre, una imagen y dos corazones latiendo en el mismo cuerpo, esperando que el día que pudiera verlos a ambos, uno a la par del otro. Su noche fue difícil, quería dejar el papeleo para después, pero luego de su misión para recuperar a un niño secuestrado, hijo de uno de los comisionados, debía hacer el informe que debía presentar antes de marcharse. Necesitaba ir a su casa, dormir y brindarle la atención a lo que sí significaba algo realmente importante para él. No tener que redactar algo que de seguro leerían por encima. Dredd aún debía revisar el equipo. Buckner organizaba los integrantes de la brigada que usaron para el rescate y Vélez tenía como problema, hacer una revisión a profundidad de las aeronaves y municiones en esta. Estaban agotados, pero los cuatro, sin flaquear se organizaron