El sol comenzaba a ponerse en la orilla, tiñendo el cielo de tonos dorados y rosados. El sonido de las olas chocando suavemente contra la arena era la única música que acompañaba el tranquilo momento que compartían en el balcón del hotel. Amara observaba el mar, sumida en sus pensamientos. Los últimos meses habían sido una montaña rusa de emociones, y aunque había encontrado su equilibrio con Dimitrios, había algo que la mantenía inquieta: la distancia entre ellos.Dimitrios se acercó a ella desde atrás, rodeando su cintura con sus brazos, sintiendo cómo la brisa del mar les envolvía. El calor del día se había ido, pero aún quedaba una calidez entre ellos. Sintió cómo Amara relajaba sus hombros cuando él la abrazó, pero también notaba una leve tensión en su cuerpo.—Amara —dijo Dimitrios, su voz suave y profunda—. Quiero hablar contigo.Ella giró lentamente para mirarlo, notando el tono serio en su rostro. Había algo diferente en él, como si se estuviera preparando para decir algo imp
Amara se quedó en silencio por un momento, la emoción del momento desvaneciéndose ligeramente al escuchar las palabras de Dimitrios. Aunque en su corazón sentía que dar el paso hacia Grecia con él era lo correcto, sabía que había un obstáculo importante por delante: su madre.Dimitrios, con una sonrisa confiada, la miraba expectante, esperando una respuesta definitiva, pero Amara dudaba. No era solo el futuro que compartían lo que estaba en juego, sino su relación con su familia, especialmente con su madre, quien siempre había sido su pilar.—Hay algo que debo decirte —dijo finalmente Amara, con una pequeña expresión de incomodidad en su rostro. Su voz temblaba ligeramente, pero se la arregló para ser firme—. Mi mamá… no está de acuerdo con que me vaya tan lejos, especialmente tan pronto.Dimitrios frunció el ceño ligeramente, desconcertado, pero sin perder su calma. Sabía que la familia de Amara había jugado un papel fundamental en su vida, y que no sería fácil para ella tomar una de
La noche había caído, y el aire cálido de la ciudad envolvía el ambiente mientras Amara y Dimitrios se preparaban para un nuevo capítulo en sus vidas. Habían tomado una decisión trascendental, una que marcaba el inicio de una nueva etapa juntos. No solo se mudaban a Grecia, sino que daban un paso más allá en su relación, un paso que los uniría de manera más profunda.Estaban en la suite del hotel, donde la celebración había comenzado con una cena tranquila, llena de risas, miradas cómplices y promesas de un futuro compartido. Los dos estaban más cerca que nunca, no solo físicamente, sino en su conexión emocional. La decisión de mudarse juntos a Grecia les había dado un nuevo propósito, y esa noche, querían celebrarlo.Amara se levantó de la mesa, sin decir una palabra, y caminó hacia el ventanal que daba a la vista del mar. Dimitrios la observaba en silencio, cautivado por su presencia, como siempre. La luz suave de las lámparas y la luna reflejándose en el mar creaban una atmósfera m
El jet privado despegó suavemente del aeropuerto, y la visión de la ciudad que dejaban atrás se desvaneció lentamente a medida que se elevaban en el cielo. Amara estaba sentada junto a Dimitrios, con los ojos fijos en la ventana. Aunque el horizonte se desplegaba ante ella como una promesa de un futuro brillante, no podía evitar sentir una pequeña punzada de inseguridad que no podía ignorar.Dimitrios, por otro lado, estaba relajado, disfrutando del vuelo, su atención alternando entre los paisajes que se deslizaban por debajo y las pequeñas conversaciones que mantenía con la tripulación del avión. Fue entonces cuando Amara notó algo que le erizó la piel.La azafata, una joven alta, con el cabello recogido en un elegante chongo y una sonrisa perfectamente ensayada, se acercó a Dimitrios. Amara no pudo evitar ver cómo ella lo miraba, con una mirada que, aunque profesional, contenía un toque de admiración que no pasó desapercibido para Amara. La azafata se agachó ligeramente frente a él,
El aire cálido de Grecia los envolvió cuando aterrizaron en el aeropuerto de Atenas, un contraste con la frescura del avión en el que habían viajado. Amara respiró profundamente, sintiendo la nueva vida que se abría ante ella. Grecia, con su historia, su belleza y el amor que compartía con Dimitrios, la esperaba.Dimitrios la miró de reojo mientras recogían su equipaje, sonriendo de forma cálida y protectora, como si ya supiera lo que pensaba. Había sido un viaje largo, lleno de emociones encontradas, pero ahora, al estar finalmente en su tierra, todo parecía más real. Grecia era el lugar donde podrían construir su futuro.El trayecto hacia su apartamento fue breve, pero lleno de pequeñas miradas cómplices y sonrisas. El camino serpenteaba por las calles de la ciudad, pasando por los antiguos edificios de piedra y las plazas llenas de vida. Amara estaba completamente fascinada por todo lo nuevo que veía, pero había algo más que la envolvía: la proximidad de Dimitrios, que parecía más
Amara estaba nerviosa mientras se preparaba para el encuentro con la familia de Dimitrios. No era la primera vez que lo veía interactuar con su gente, pero esta sería la primera vez que se enfrentaría a ellos en su propio hogar, en Grecia. El viaje había sido largo y lleno de emociones, y el paso siguiente era conocer el entorno que había formado a Dimitrios, el hombre con el que había compartido tanto en tan poco tiempo.El apartamento de Dimitrios estaba en una zona tranquila de Atenas, con vistas al mar Egeo que brillaba bajo el sol del mediodía. Cuando llegaron, Dimitrios tomó su mano con una sonrisa confiada, como si nada pudiera salir mal. Amara, aunque agradecida por su apoyo, no podía evitar sentir mariposas en el estómago. Sabía lo importante que era para él la familia.—¿Estás lista? —preguntó Dimitrios, mirándola con ternura.—Listísima —respondió Amara, con una pequeña sonrisa que trataba de ocultar su nerviosismo.Cuando cruzaron la puerta de la casa de los padres de Dimi
La comida continuó en un ambiente de risas y conversaciones amenas. Los platos típicos griegos eran deliciosos, y la familia de Dimitrios no escatimaba en anécdotas que hacían que Amara se sintiera cada vez más relajada. Mave, la pequeña sobrina de Dimitrios, no dejaba de hacer preguntas curiosas, y su energía contagiosa hacía que el ambiente fuera aún más cálido.En un momento, mientras todos estaban charlando y disfrutando del vino, Mave miró fijamente a Amara con una expresión muy seria. Luego, de repente, se levantó del asiento con una sonrisa traviesa y cruzó la sala hasta llegar donde estaba Amara, que estaba sentada junto a Dimitrios. Todos la miraron con expectación, ya que sabían que la pequeña siempre tenía algo interesante que decir.—¡Tía Amara! —exclamó Mave, en voz alta y sin ningún reparo, haciendo que todos en la mesa se volvieran a mirarla.Amara levantó una ceja, sorprendida, pero sonrío mientras la pequeña se acercaba a ella.—¿Qué pasa, Mave? —le preguntó, con una
Esa misma noche, después de la comida y los momentos agradables con la familia, Dimitrios y su padre se retiraron al salón privado del apartamento. El aire estaba lleno de una mezcla de conversación relajada y el sonido lejano del viento que soplaba suavemente fuera de las ventanas abiertas. La luna reflejaba su luz sobre el mar, y todo parecía estar en su lugar, pero había algo que ocupaba la mente del padre de Dimitrios.—Dimitrios —dijo su padre con voz profunda, mirando a su hijo con una intensidad que solo un padre puede tener—, esa mujer, Amara, es fuego. Se nota en su desenvolvimiento, en cómo camina, cómo te mira, y, sobre todo, en la sensualidad que emana de ella. Tienes que tener mucho cuidado con ella.Dimitrios, que hasta ese momento había estado recostado en el sillón con una copa de vino en la mano, levantó la vista hacia su padre. Una sombra de incomodidad cruzó su rostro, pero rápidamente la disipó, adoptando su habitual "cara de hielo", esa expresión que le ayudaba a