Esa noche, Carolina se acostó más temprano de lo normal, puesto que se sentía un poco cansada por todo lo ocurrido en la mañana y sin imaginar que esta sería una de sus peores noches que tendría a partir de ahora.

Ya que después de estar durmiendo muy plácidamente, el fantasma de Celeste se le había sentado al lado derecho de la cama y comenzó a tocarle el cabello y a su vez a jalarlo.

Mientras tanto, la otra persona, que era el fantasma de Paola, le quito la sabana de encima y ella, al sentir un poco de frío, comenzó a buscarla, y al no encontrarla se despertó, pero mejor no lo hubiese hecho, ya que la luz que siempre dejaba encendida, le hizo ver de nuevo el rostro que nunca más quisiera ver en su vida.

En ese momento ella no hizo otra cosa que gritar y acomodarse en la cama, pensando que esto era otra pesadilla y de seguro pasaría lo mismo que en la mañana.

Pero por más que cerraba y abría sus ojos, para que aquel fantasma se desapareciera de su visión, no lo pudo lograr, luego mir