Doña Elsa, al ver a Carolina de ese modo, se levantó y la abrazó, mientras le decía: no, tú no tienes por qué irte de esta casa y menos de nuestras vidas, porque tú eres una hija más para nosotros.

Solo déjalo que regrese a Brasil con esa mujer, y te aseguro que no van a durar mucho, eso te lo prometo y cuando eso suceda va a volver llorando, diciendo que yo tenía razón.

Carolina, que tenía su rostro cubierto en el cuello de doña Elsa, dio una sonrisa de triunfo, ya que sabía que siempre iba a tener el apoyo de aquella señora y el de Alejandro también, porque con todo lo que había hecho por él en el pasado, sería imposible que la dejara ir, así no más.

Solo era que este último, ya no le hacía mucho caso como antes, y esto era por la estúpida de Kelaya.

Pero en estos últimos días, solo se iba a dedicar en borrar todos esos estorbos de su vida y así llegar a su meta final más pronto.

Después de que Fabián y Paola habían llegado a la hacienda y le contaron sobre su matrimonio y del embar