Aquella boda la habían hecho en la hacienda de Alejandro porque era mucho más grande que la de Kelaya.

Y aunque al principio esta no quería que fuese ahí, le tocó aceptar, ya que Melany la convenció, porque su madre así lo había querido y ella quería hacerla feliz con esto.

Y, además, en esta hacienda había una capilla muy bonita que, desde que Melany la miró, se había enamorado de esta, el cual sería el lugar perfecto donde se llevaría la boda religiosa y en el jardín sería el banquete de boda.

Don Antonio, que estaba más que feliz porque su hija le había pedido que la entregara al altar, estaba que no se cambiaba por nadie y en ese momento se podría decir que era el papá más feliz del mundo y claro que estaba un poco nervioso.

Aunque no le demostraba su cariño a su hija como lo hacía su esposa, él estaba más que feliz al ver que esa niña traviesa lo consideraba como a su verdadero padre.

Porque él sí sabía todo lo que esa niña le hacía a Carolina y estaba más que feliz con sus traves