Castillos de arena
Castillos de arena
Por: Fabis@n
Ghoenia

En el mundo de esta historia no era común ver seres humanos por completo normales o tan siquiera la fauna era normal.

Todo aquí era lleno de brillos extravagantes y gran color. Nada tenía que colores oscuros o apagados.

Los humanos compartían linaje unos con otros por lo que era normal que estos estuvieran separados por especies.

Los primeros en la lista eran los magos. Estos tenían la apariencia de una humano normal pero tenían una gran marca en su frente, simbolizaba que tanto poder tenían y así podían clasificarse en la sociedad. Estos eran llamados los grandes magos del mundo, los más poderosos.

Luego estaban los seres que compartían apariencia con ciertos animales, como los seres que de día podían ser una persona completamente normal pero en las noches de luna llena estos cambiaban a gigantes bestias temidas por los demás. También se encontraban los seres hermosos que vivían en el agua. Estos compartían apariencia en los pescados que se podían ver en el mar pero estas criaturas eran famosas por tener la apariencia dulce y hermosa para atraer a su comida, lo mejor era ignorarlos si no querías problemas.

Esta lista tenía un sinfín de especies extraordinarias que podías encontrar en el Reino de Ghoenia pero también en los diferentes reinos que rodeaban a este.

Era bueno que Ghoenia fuera un país libre y muy hermoso en todo su esplendor ya que los ciudadanos de este siempre están en una felicidad absoluta sin ninguna preocupación en sus cabezas, aquellos que vivían de esta manera eran llamados los normales. Seres que habían nacido sin nada especial y simplemente vivían sus vidas como criaturas felices en Ghoenia, pero en otros reinos no era tan fácil para ellos.

Los normales eran diariamente cazados y comidos por las criaturas mágicas porque de esta manera podían extraer su juventud de alguna manera.

Las criaturas mágicas no eran capaces de absorber estas cualidades de ninguna otra especie excepto por estos así que su sola existencia fuera del reino de Ghoenia era razón suficiente para empezar un mercado negro con estos, incluyendo también la esclavitud.

Cada reino gozaba de algo especial y podría decirse que a pesar de que Ghoenia no resaltaba por sus grandes magos o por sus avances en este aún así contaban con paz y tranquilidad diaria en este hermoso reino.

Pero aún en el más hermoso lugar de todos también podían existir las desgracias…

Aquello nos lleva a la noche muy fría en la que una mujer de cabello blanco tan hermosa con piel tan brillante y blanca se encontraba dando a luz en un pequeño establo sucio en uno de los pueblos más pobres de Ghoenia y como decía la madre de aquella chica, de la felicidad no se come.

Aquella chica de nombre misterioso se había encargado de dejar aquella pequeña criatura apenas había salido de sus entrañas.

La historia de aquella joven tan hermosa no era nada especial, solo una chica que fue completamente repudiada en su hogar por haber quedado embarazada de un simple granjero y con la palabras exactas de su madre que le dejaban en claro que si quería tener al pequeño no lo haría en su casa donde no aceptaría a ningún nieto hijo de un pobre hombre como aquel y así fue como la decisión habia quedado en manos de una pequeña chica que no tenía en donde más quedarse así que había decidido ver por su propio bienestar por encima de la pobre criatura que no tenía la culpa de nada.

La chica en su inocencia y un poco sedada por el dolor del parto había decidido matarlo ya que sería lo mejor para que este no sufriera más pero cuando estuvo decidida hacerlo había escuchado unos pasos apresurados llegar hasta el granero, con un poco de culpa y gran pesar en su corazón la pequeña escapó del lugar sin dirigirle una segunda mirada a su pequeño hijo.

Esa fue la primera y última vez que Arthur había estado en compañía de su madre.

La campesina que había encontrado a un pequeño bebé llorando en el granero de su casa la había sorprendido demasiado pero enseguida había ido al rescate de la pequeña criatura.

Por la manera que este se encontraba la campesina se había dado cuenta del gran pecado que habían cometido recién. La honesta mujer le dio de amamantar durante las primeras semanas luego de intentar buscar a su madre pero luego de caer en cuenta de que aquella mujer lo había dejaba a su suerte en el sucio granero se dio por vencida y pensó que está no quería a su pequeño hijo.

Así fue como la mujer se encargó del pequeño niño al que le había dado un nombre, Arthur. El pequeño niño era muy famoso entre las campesinas ya que el niño era muy especial y la mujer lo había notado desde que lo tuvo en sus brazos por primera vez aquella noche fría.

Había empezado a caminar más rápido que el resto y ni hablar de cómo había aprendido a hablar más rápido que los pequeños gemelos de la campesina.

Aquello la había sorprendido en gran medida ya que sus gemelos tenían meses de diferencia con el pequeño pero aun así en aquel momento no había pensado en que sería nada extraño, solo sabía que era su niño especial.

Era una mujer fuerte y luchadora que había cuidado completamente sola a sus tres niños. A medida que pasaba el tiempo y este iba desarrollando una gran inteligencia este no había tardado en darse cuenta de que era muy diferente a su pequeña familia.

La mujer a la que llamaba madre era de tez oscura mientras que el tenía la piel mas blanca que incluso la nieve que caía del cielo.

Los pequeños niños a los que llamaba hermanos también eran muy diferentes, ellos compartían el rostro y al igual que su madre ellos también eran de piel morena. Pero definitivamente lo que lo llevo a sentirse aún más triste fue que el era el único en esa pequeña casa con los ojos de diferente color y el llamativo cabello blanco.

—Eres el niño más hermoso, no debes preocuparte por hecho de que somos diferentes ¿Acaso dejamos de ser tu familia por esa pequeña cosa? La familia tal vez se parezca en algunas ocasiones Arthur pero tienes que recordar más que todo que la familia son las personas que están para ti y te quieren, cuidan y adoran ¿Qué importa si mis ojos y mi cabello son diferentes a los tuyos? Eso no quita el hecho de que eres mi pequeño niño querido y que siempre voy a amarte con todo mi corazón.

El niño inocentemente se había sentido mejor por el hecho de que la agradable mujer había confirmado que era su pequeño y no importaba su apariencia, solo aquello podía importarle.

Al pasar de los años Arthur había llegado rápidamente a los cinco años saludablemente mientras que sus hermanos seguían el mismo camino.

Pero lo que Arthur no esperaba era que a su corta edad tenía que volver a despedirse de aquellas personas como lo había hecho el día de su nacimiento.

—Son órdenes del rey si no se aleja tendremos que quitárselo a la fuerza plebeya.

—Por favor ¡Por favor! No sé lleven a mi hijo. El es ordinario lo juro, desde su nacimiento no ha tenido ninguna muestra de que pueda usar magia ¡El es mi hijo! No pueden llevárselo de esta manera tan cruel. Él no les servirá de nada créanme es solo una pequeña criatura sin nada especial.

—No nos haga hacer esto por las malas, campesina. Además, el rey compensa muy agradablemente a las personas que ayudan a su propósito. Si ya no tiene un hijo entonces podrá nadar en riquezas.

Arthur al ver aquellas personas nunca imagino que habían llegado hasta su hogar para llevárselo hasta un lugar muy lejos de todo lo que conocía.

En aquel momento estaba escondido junto a sus hermanos en un pequeño espacio que había encontrado su madre en la casa al escuchar a los caballos llegar desde el frente de la casa.

Todo lo que podía recordar a partir de ese momento era como aquella mujer lloraba incontrolablemente mientras aquellos hombres se alejaban más y más del único lugar que conocía.

—Eres el pequeño mago, es un placer. Esta es tu nuevo hogar a partir de ahora pequeño. Es lugar será tu nuevo comienzo para que seas el gran mago de esta nación así que espero los resultados pronto ¿Cómo te llamas pequeño?

Arthur tan pequeño como era no sabia lo que estaba ocurriendo.

—Me llamo Arthur señor. Mi mami dice que es un nombre noble.

—Si que lo es pequeño, ese será tu nombre entonces.

Aquel señor era muy grande y tenía una gran barba que le colgaba de la cara, aquella fue la primera impresión del niño luego de que hubiera llegado al enorme castillo.

—Las personas que conociste no son nada a partir de ahora ¿Entiendes mis palabras pequeño?

Arthur pensó en todas las locuras que había pasado junto a sus hermanos y las grandes y amables manos que lo sostenían desde muy pequeño.

《¿Ya no eran nada para él?》

Aquel pensamiento lo había torturado durante un tiempo en el que no dejaba de pensar en su madre pero el tiempo es algo grave que sigue adelante sin piedad.

Habían pasado otros cinco años en los que Arthur había cumplido diez años.

Había aprendido muchas cosas nuevas de las cuales su madre nunca le había hablado.

Habían criaturas muy hermosas y coloridas en el mundo. También mucha magia.

Aquello era en lo único en lo que le permitían pensar desde que habia llegado a este lugar.

Magia.

Decían que el era especial y tenía que dejara salir sus dones pero la verdad era que este no sentía nada leyendo aquellos libros o incluso recitando aquellos hechizos que su maestro decía que deberían funcionar.

No fue hasta el cumpleaños número catorce que una pequeña marca en su frente hacia aparecido con impotencia.

Los maestros no dejaban de decir que era un gran mago de gran categoría y que tenía que esforzarse aún más.

Para ese momento no entendía a lo que se refería pero ya lo haría…

La marca era de un color muy claro de tono azul que hacía resaltar sus ojos y cabello.

Por alguna razón que ya no podía recordar, le gustaba dejar su cabello tan largo como quisiera, nunca lo cortaba. Aquello había sido motivo de burla con los otros niños del palacio.

Los demás eran muchos y también habían diferentes tipos de niños, como por ejemplo el niño que nunca salía del agua y solo lo hacía para ir a las lecciones que le ofrecía su maestro o las niñas que Arthur podía ver como crecían plantas de las palmas de sus manos.

Era todo muy hermoso pero también solitario, ningún niño le hablaba ya que todos decían que era el favorito y por alguna razón lo odiaban por aquello.

No entendía su manera de pensar y no lo hizo durante mucho tiempo.

Según el pequeño Arthur no había diferencia de si mismo con los demás niños, todos tenían habitaciones gigantes para si solos y maestros para enseñarles a su completa disposición.

El gozaba de una gran biblioteca en la cual pasaba todo el día enterrado en aquellos libros hasta que su profesor lo dejaba ir por la noche.

Así fue como siguieron pasando los años sin ninguna piedad en los cuales Arthur ya estaba acostumbrado a su nueva vida y prácticamente ya había olvidado a la mujer que alguna vez había llamado madre.

Al cumplir los dieciséis años se celebró una de las mayores fiestas en el palacio pero lo extraño de aquello era que nadie asistía aquellas fiestas, solo algunos guardias y los otros niños de castillo pero nadie más.

—Estamos aquí para celebrar el cumpleaños número dieciséis de mi pequeño gran mago ¡Celebremos!

Aquellas habían salido de la boca del Rey que estaba justo al frente de todos ellos.

Eran exactamente doce niños.

Los niños del Rey como decían en los pasillos del castillo.

Las mayores eran octavia y Charis.

Las niñas capaces de manejar el clima a su antojo, un gran poder que las había hecho famosas y las más queridas del reino. Estas de encargaban de que su país disfrutara diariamente de las mejores cosechas y clima de todo el continente.

Sin embargo nunca estaban presentes, salvo en las celebraciones como en la que se encontraban pero aparte de eso no tenía idea de dónde estaban.

Los próximos eran Clorius, Stefan y Nilsa.

Aquellos tres tenían el poder de convertirse en el animal que ellos querían además de otros dones de los cuales no le habían dejado estar al tanto ya que en el palacio eran muy estrictos con la manera en la que se trataban todos.

Se podría decir que todos estaban separados por sus dones y no hace falta decir que Arthur era el único mago en el palacio por lo que siempre estaba solo, a pesar de tener miles de maestros.

Para seguir con las lista seguirían en ella las pequeñas niñas encargadas del fauna, Gianna y Evet.

Las dos eran de estatura muy pequeña y siempre mostraban una gran sonrisa en el rostro con cabellos tan largos que se arrastraban por los suelos, del tono más llamativo de verde, tan verde como las hojas de los grandes árboles que estas habían hecho crecer en el jardín principal del castillo.

Se podría decir que fueron las única en ser amables con Arthur algunas vez y sabia perfectamente que aquello se debía a que eran amables por naturaleza.

Luego estaba Soter, el chico del agua. No sabia cuáles eran sus dones a parte de poder tener una gran cola de pez y ser exageradamente hermoso. Sabia de las leyendas fuera del palacio de las que hablaban de que estos usaban su belleza para lograr sus objetivos pero más allá se los susurros de los guardias no sabia nada más al respecto.

Y aquí es donde entran las hermanas Anne y Astrefa.

Los dones de estas dos eran parecidos a los de Clorius, Stefan y Nilsa ya que ellas podían cambiar la forma física a su antojo pero estas no tenían el límite que tenían estos tres ya que podían tomar la apariencia de lo que ellas quisieran ya sea desde un objeto o incluso otras personas.

Y por último el gran y temido Cassian y de este no sabia nada ya que siempre estaba callado y un rincón.

Solo sabía que podía manejar los cuatro elementos, agua, tierra, fuego y viento pero el sabia perfectamente que todos los niños presentes tenían un poder aún más grande y poderoso de lo que podía imaginar así que el gran Cassian tenía poderes aún ocultos detrás de ese rostro desinteresado de todo lo que rodeaba su alrededor.

Estos eran los grandes y fabulosos niños del Rey Beltrán o así era como de referían de ellos fuera del castillo.

Al salir de la sala principal luego de que el Rey les dijera que podían irse Arthur se sorprendió de la manera en que Cassian y Soter habían llegado tras él.

—Se supone que eres el favorito aquí del Rey ¿Por qué lo eres? No veo nada especial en ti o tus pobres dones que ni sabes usar, así que habla ya o nos encargaremos de que hables niño mago.

—No sé de qué están hablando, no tengo nada especial y el Rey nunca a dicho lo contrario. Por favor no hablen de cosas que no saben y pueden llegar a ser malos entendidos para todos nosotros yo solo quiero estar con ustedes como lo están con el resto.

—¿Tú? ¿Con nosotros? No me hagas reír mago, eres una gran amenaza para todos nosotros y tu lo sabes bien. En caso de que el Rey noté que eres más poderoso que todos nosotros entonces nos matará y se deshará de nosotros como pequeñas basuras inserbeblibes que puede desechar cuando quiera.

—Lo siento mucho yo…nunca ha sido mi intención hacer algo como eso. Yo soy igual que ustedes, yo tampoco quiero estar aquí y ser el favorito de nadie yo solo quiero escapar tanto como ustedes.

Arthur empezaba a sentirse desesperado por la forma en que Cassian le estaba hablando en aquel momento.

—Solo te diré una cosa pequeño idiota, más te vale que a ninguno de nosotros nos ocurra algo o te juro que te buscaré hasta el fin del mundo para hacerte pagar. ¿Entiendes?

Aquellas fueron las últimas palabras del chico mientras que Soter por otro lado solo había observado todo este tiempo sin decir una sola y solo observaba detalladamente a su dirección mientras sus ojos brillaban de manera extraña.

En aquel momento y con gran pesar Arthur aprendió que estos chicos no lo tratarían nunca de otra manera que no fuera como una amenaza para ellos…

Los siguientes dos años fueron la verdadera pesadilla para Arthur ya que fueron los años donde más hechizos le obligaron a aprenderse de memoria y a practicar los una y otra vez hasta que estuvieran perfectos y no solo era aquello, también estaban obligados todo los niños del Rey aprender todo sobre historia, lucha, juegos increíblemente aburridos de mesa y muchas más cosas.

Aquello era para fueran los niños perfectos según el Rey, pero un día había escuchado que el rey planeaba dejarle el trono a uno de ellos y por eso se encargaba de alistarlos a todos y cada uno de ellos para que fueran perfectos.

Arthur pasó de esta manera su vida hasta llegar a los diecisiete años de edad pero en aquella ocasión no hubo una gran celebración o un gran banquete.

Todo era porque el rey había pasado los últimos meses completamente concentrado en una nueva idea para aquellos chicos que estaban a su merced en el castillo.

Sentía soledad últimamente pero lo hacía cada vez más, nunca antes le había pasado y no sabia lo que le estaba ocurriendo pero tal vez la gran tristeza y soledad de Cassian habían llegado a él.

El castillo era enorme para niños tan pequeños o era la forma en la que Arthur veía las cosas en ese momento.

Pero las cosas cambiaron para la vida de todos cuando el gran Rey Beltrán los había llamado al salón principal a cada uno de ellos, aquello era extraño ya que solo ocurría en festividades o en reuniones muy importantes pero aún así todos asistieron con gran curiosidad.

—¡Mis pequeños tesoros! Los llamé aquí hoy para darles la noticia de que muy pronto partirán del castillo.

Enseguida todos prestaron atención a las palabras del Rey e incluso Arthur pudo ver algunas expresiones de felicidad en el rostro de los demás.

《Las palabras del rey ¿Significaban de alguna manera su libertad?》

Aquel pensamiento pasaba por cada una de las cabezas de los doce niños presentes pero de alguna manera Arthur pudo notar que esto era demasiado extraño y confuso así que no se tomó la libertad de imaginar algo tan lejano como lo era su vida fuera de aquel palacio.

—Irán a un lugar muy lejano de aquí donde están los mejores maestros para ustedes y solo pueden volver cuando sean los mejores. Partirán mañana cuando el sol se oculte.

Él Rey Beltrán se había levantado lentamente de su trono que nunca dejaba para acercarse aún más al lugar donde estaban todos.

—Ustedes son la alegría y el orgullo de Ghoenia. Todos nosotros dependemos de ustedes para cuidar y proteger este reino así que recuerden que tienen que esforzarse mucho más que antes para que este reino prospere en alegría y paz. Pueden irse mis pequeños tesoros pero no olviden mis palabras en su viaje, adiós.

Todos y cada uno de ellos sintió un gran pesar en sus corazones mientras que se iban del lugar pensando en que al menos se les estaba permitiendo salir del palacio, algunos menos contentos que otros se podría decir.

Cassian estaba furioso y no hacía falta una segunda mirada a su cara para notarlo.

—Arthur pequeño, tu quédate.

Como era de esperar todos observaron enseguida a su dirección, algunos enojados y otros no tanto. Desde que había llegado a este lugar todos estaban celosos y enojados del trato que el rey le dio desde el primer día.

No entendía aquello ya que era el menos destacado de todos y sus poderes eran muy flojos pero a pesar de eso el rey siempre tenía algo de tiempo para él y no para los demás.

—Arthur quiero decirte que eres un gran muchacho, haz crecido rápidamente y muy sano también pero hay una cosita que me está molestando de cierta manera ¿Es acaso que mi pequeño no se esfuerza como el resto? Tus poderes ya deberían de ser perfectos pero apenas y los controlas así que en este viaje al que partirán tienes que mejorar considerablemente o tendremos una conversación no muy agradable cuando vuelvan. Puedes retirarte.

—Lo siento mucho gran Rey haré todo lo que esté al alcance de mis manos para brindarle alegría.

—Así se habla pequeño, recuerda que eres muy importante para mi y nunca te haría daño pero si en algún momento dejas de intentar y esforzarte en nombre de la Corona recuerda mis palabras pequeño, recuérdalas muy bien.

Arthur se fue del lugar con lágrimas en los ojos y queriendo huir del lugar, no sabia por qué sus poderes aún no estaban fuera como lo estaban los de los demás.

Algo estaba mal con él y él lo sabía perfectamente solo que seguía intentando hasta el cansancio para que el Rey no pudiera hacerle daño de alguna manera.

Habia rumores en los pasillos del gran castillo que antes de que ellos doce llegaran aquí habían otros y otros antes de esos pero el rey al ver que no tenían el poder suficiente simplemente se deshacía de ellos, no sabia lo que les hacia pero sabia que no los dejaba ir simplemente así que en ese momento con lagrimas en los ojos y miedo en su corazón se prometió a sí mismo que en este viaje encontraría la manera de ser el mejor pero de alguna manera tampoco quería ser un peligro para los otros niños, estaba desesperado en aquel momento así que aquel viaje sería lo mejor para él.

Con la promesa hecha y el gran Rey despidiéndose de todos desde su gran balcón así fue como todos partieron a un lugar desconocido.

 A ninguno de ellos se le permitía salir del palacio así que desde el carruaje donde estaba Arthur completamente solo pudo escuchar las risas de los demás.

Desde el fondo de su corazón deseo que nada malo les ocurriera, a ninguno de ellos.

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