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Los muchachos charlaron por otro rato más, incluso se fueron a la cocina y se prepararon un café para cada uno mientras ríen y se recuerdan de algunas ocurrencias que vivieron de niños, pues el sueño se les ha ido a los dos con la pésima noticia. Cuando menos acordaron ya eran las seis de la mañana y ellos aun charlando y con un buen puño de tazas de café en sus venas.

— ¡Joder! Cuñada, ya casi se llega la hora de que nos vayamos a trabajar y nosotros todavía sin dormir ni un solo minuto. —Mencionó el chico al ver la hora en su reloj.

— ¿Y yo que hago ahora? ¿Me presento a la empresa o será que tu hermano ya no me lo va a permitir? —la chica no sabe qué hacer, pues teme que su esposo llegue y la eche de la oficina.

— Como que no, tú vete y si te quiere salir con sus pendejadas, tú dile que yo te he dado la orden para que sigas trabajando.

— Gracias Kervin, a pesar de las circunstancias en que nos tocó conocernos déjame decirte que me has caído muy bien y esta noche me has servido de m
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