Capítulo setenta y cuatro. Una pista

Michael sintió como si le hubiesen echado un baldazo de agua fría sobre el cuerpo, tomó la foto entre sus manos y apretó los dientes con impotencia preguntándose, ¿Cómo había llegado esa foto a su oficina? ¿Qué es lo que pretendían con enviarla? Tantas preguntas que rondaban su cabeza y para las cuales Michael solo podía encontrar una respuesta. ¡Richard Lewis! Ese había sido su modus operandi en el pasado justo antes del secuestro de Emma.

Un nuevo escalofrío recorrió su columna vertebral, sintiendo como si el aire se le cortaba y sus pulmones luchaban por una bocanada de oxígeno. Era la sensación más espantosa que solamente había experimentado en el pasado. Saber a su esposa y su preciosa nieta en peligro era demasiado para él.

Michael se llevó una mano al pecho al sentir que su corazón palpitaba de manera acelerada. El dolor se extendió por su brazo izquierdo y la sensación de ahogamiento lo abrumó. De manera torpe se aflojó la corbata y abrió los primeros botones de su camisa mien
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